sábado, 30 de mayo de 2020

CRÓNICA: EL HAMBRE COMO LA NUEVA NORMALIDAD DEL PAÍS


Por Valería Martínez Balderas • 30 mayo 2020
Chimalhuacán / Estado de México

“Las enfermedades no distinguen de clases sociales, pero la enfermedad no es la que me va a matar, va a ser el hambre”, dice Marina Colula Hernández, habitante del municipio de Chimalhuacán que antes de que se presentará el primer caso de COVID-19 en el país, se dedicaba a lavar ropa de vecinas cercanas a su hogar y con ello, un sustento seguro para sobrevivir con sus hijos.

La falta de credibilidad en las autoridades y medios de comunicación sobre la pandemia por el también llamado Coronavirus iniciada en Wuhan, China, propició una lluvia de opiniones a nivel mundial. Tras varias semanas fue como se dio a conocer que el virus logró penetrar los cinco continentes por lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró emergencia mundial y cada gobierno inició un plan de contingencia ante tal suceso.

Las calles de la Ciudad de México comenzaban a verse solitarias, los negocios locales, iniciaron con restricciones emitidas por el gobierno federal, lo que parecían un caso de alerta se convirtió en pocos días en emergencia de salud nacional, se suspendieron clases por tiempo indefinido, se prohibió reunirse en templos, iglesias, realizar fiestas o actividades recreativas, con el tiempo los casos incrementaron, en tanto que empresas y fábricas con mayor manufactura, dejaron de producir o redujeron al mínimo sus lotes; para muchos representó medidas de seguridad, para otros el cierre de su única fuente de ingresos.

Chimalhuacán, es una localidad perteneciente a la zona metropolitana del país, tiene más de medio millón de habitantes y es conocido como un municipio dormitorio, lo que significa que gran parte de su población económicamente activa labora en la capital, por lo tanto, las medidas contra la pandemia evitaron un leve incremento mayor en los casos por COVID-19, pero también encendieron focos rojos en los índices de pobreza en el Valle de México.

María Luisa Cueto García de 63 años de edad tiene tres hijos que la apoyan con sus gastos de necesidad básica, sin embargo, el recorte de personal dejó al menor de ellos, Luis, sin empleo. Marcos, el segundo, no recibe sueldo “hasta que se reanuden actividades”; comenta que su jefe hasta el momento no se ha comunicado con él. Mientras que Alberto, el mayor, labora en una fábrica parcialmente, “nuestro lote de producción bajó, se irán a mitad de sueldo todos, hasta que podamos trabajar con mayor libertad”, le dijeron en la empresa donde ha laborado por 15 años.

“El gobierno federal de morena, en su campaña, dijo conocer la necesidad que tenemos, pero hoy afirman hacer programas de apoyo, pero la verdad nunca llegan a los pobres”, dice Luis el hijo menor de María Luisa. “Las autoridades creen que bromeamos cuando decimos que no tenemos que comer, porque nunca han tenido esa necesidad, he buscado vender un poco de fruta, pero, la venta es muy poca, todos estamos en la misma situación tenemos hambre pero, no podemos comer, no tenemos dinero”.

De acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) en el 2018 los índices de pobreza en el Estado de México, corresponden al 42.7% cifra que se ha dado a conocer innumerables de veces. Lo alarmante de esto es que desde ese año ya existían dos porcentajes que Alfredo Del Mazo Maza, gobernador de la entidad y el actual presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, ya conocían: un 8.7% del índice son población vulnerable por el bajo salario y un 28.1% pertenece al grupo vulnerable por carencias sociales, ¿Vulnerables a qué? a la pobreza, índices independientes de la cifra previamente mencionada y que, ante la situación actual, serán modificadas abruptamente para engrosar el número de pobres en México.

Sí, es verdad que factores externos no pueden ser controlados en su totalidad por el gobierno, ya que habrá medidas en que la población deberá tomar partido, lo cierto es que será más que complicado detener una pandemia con el sistema de salud colapsado que cuenta nuestro país. Si bien no es nuevo, que es carente, también es cierto que la actual administración no ha hecho nada por mejorar. De acuerdo a la versión digital del periódico ´El País´, “México invierte 2,5% de su Producto Interno Bruto (PIB) en salud, cifra inferior al promedio de Latinoamérica que es del 3,7%, mucho menor a la que estima la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) como un sistema de salud óptimo que es del 6%”.

Chimalhuacán, se caracteriza por ser un municipio que alza la voz constantemente y que se ha manifestado para solicitar que el gobierno tanto Estatal como Federal ayuden en esta crisis, sin embargo, continúa sin una respuesta y como muchos otros, la población intentará sobrevivir a lo que el gobierno de morena denominó como la “nueva normalidad”. “No queremos dinero, la gente siempre cree que exageramos, queremos comida y eso es lo que le solicitamos a Del Mazo y a Andrés Manuel. Mínimamente, un paquete alimentario, un programa de despensas para sobrevivir”, dice Bertha Miguel López de 65 años que colocó un trapo blanco en su ventana, vende en su zaguán jitomate y chile, ella le envía un mensaje al actual mandatario. “Sí. Somos pobres señor presidente, yo ya no le creo cuando usted dice que ´primero los pobres´, nos quitó apoyos y ahora la gente se muere porque no hay material ni medicinas, y no es posible que a más de 60 días de la pandemia en México usted siga sin pronunciarse por nosotros, somos más de 120 millones los que no podemos vivir de sus promesas, urgen hechos”.

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