22
de marzo de 2017
Acapulco,
Guerrero
Señor Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, licenciado
Enrique
Peña Nieto,
Señor Gobernador del Estado de Guerrero, licenciado Héctor
Astudillo
Flores,
Señor Secretario de Hacienda y Crédito Público, doctor José
Antonio
Meade Kuribreña,
Señores Secretarios de Estado,
Señoras y Señores Legisladores,
Señor Presidente Municipal de Acapulco de Juárez, Licenciado
Jesús
Evodio Velázquez Aguirre,
Señor Presidente de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores,
maestro
Jaime González Aguadé,
Señor Presidente de la Asociación de Bancos de México, licenciado
Luis
Robles Miaja,
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Señor Presidente Electo de la Asociación de Bancos de México,
ingeniero
Marcos Martínez Gavica,
Distinguidos miembros del Presídium,
Señoras y señores:
Es
para mí un gran honor participar en esta Octogésima Convención
Nacional
Bancaria. El solo hecho de que esta sea la número 80 de las
reuniones
anuales que se han celebrado en nuestro país entre
autoridades
e instituciones financieras, reviste una importancia histórica.
A
ello se aúna la singular complejidad del momento que viven la
economía
mundial y la de nuestro país. Son tiempos de grandes desafíos
que
demandan de nosotros no sólo esfuerzo y talento, sino también
aquilatar,
en todo lo que vale, la fortaleza de nuestras instituciones.
Sin
duda, el Banco de México es una de las grandes fortalezas
institucionales
que tiene nuestro país. Desde 1994, cuando se hizo
plenamente
operativa su autonomía con un mandato constitucional
inequívoco
de procurar una inflación baja y estable, y muy especialmente
desde
2001 cuando adoptó el esquema de objetivos de inflación para la
conducción
de la política monetaria, el Instituto Emisor ha cumplido
cabalmente
con dicho mandato.
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Así,
durante los últimos quince años se ha logrado una tasa de inflación
anual
promedio inferior a 5 por ciento, mientras que durante la presente
década
esta ha sido de 3.6 por ciento. Estos datos se comparan muy
favorablemente
con una inflación anual promedio de 14.6 por ciento
durante
los primeros diez años de autonomía del Banco, es decir de 1994
a
2004. De ahí que se afirme que se ha logrado un abatimiento sustancial
de
la inflación de manera estructural. La gradual consolidación de una
inflación
anual promedio a niveles bajos ha protegido el poder adquisitivo
del
ingreso de todos los mexicanos, y ha dado lugar a tasas de interés
reales
y nominales más bajas, lo que a su vez ha permitido un mayor
crecimiento
del crédito y de la inclusión financiera. El Banco de México, al
cumplir
con su mandato prioritario, contribuye de manera crucial al
desarrollo
y estabilidad económica del país.
Tener
un mandato constitucional claro y unívoco es, para el Banco de
México,
uno de los más importantes pilares de su fortaleza institucional,
entre
otras razones porque permite que la sociedad evalúe puntual y
oportunamente
el desempeño de la Institución y sus desafíos.
Clave
en el proceso de maduración institucional ha sido el énfasis que se
le
ha dado a la transparencia. Con este espíritu, la Junta de Gobierno ha
traducido,
para propósitos prácticos, su mandato constitucional único en
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la
consecución de una inflación anual del 3 por ciento, permitiendo un
intervalo
de variabilidad de más/menos un punto porcentual alrededor de
dicho
objetivo. Este intervalo considera el hecho de que existe una amplia
gama
de factores que no están dentro del control de la autoridad
monetaria
y que en el corto plazo pueden incidir sobre el comportamiento
de
la inflación.
De
lo anterior se deriva que si la inflación observada se encontrara fuera
del
intervalo objetivo, o si la inflación esperada se desviara
sustancialmente
y de manera sostenida de dicho intervalo, sería de
esperarse
que el Banco de México ajustara su postura de política
monetaria,
haciendo uso de los instrumentos que al respecto tiene a su
disposición.
De manera particular, puede variar su objetivo de la tasa de
interés
interbancaria a un día, mediante lo cual induce cambios en la
estructura
de tasas de interés de toda la economía. Por esta vía, el
Instituto
Emisor manda una clara señal de su inconformidad con el
desempeño
de la inflación, y de esta forma procura incidir sobre el
comportamiento
de ésta y que no se desbordan las expectativas
inflacionarias
de la sociedad. Este proceso ha funcionado muy bien en el
pasado,
y estoy confiado de que lo que seguirá haciendo en el futuro,
incluyendo
en la coyuntura por la que estamos atravesando.
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En
este sentido, cabe recordar que la inflación alcanzó la meta de 3 por
ciento
en mayo de 2015 y se mantuvo por 17 meses consecutivos por
debajo
de dicho objetivo hasta octubre de 2016, cuando repuntó para
cerrar
2016 en 3.36 por ciento. Actualmente se encuentra en 4.86 por
ciento.
Esta última cifra se situa claramente fuera del intervalo de
variabilidad
del Banco. Hemos llegado aquí como resultado, primero, del
entorno
externo extremadamente complicado que ha enfrentado el país
desde
hace ya varios años, el cual creó el potencial de una mayor
inflación
que se ha venido manifestando gradualmente. En segundo
lugar,
el aceleramiento de la inflación durante 2017 se ha debido a un
cambio
fundamental en la economía mexicana: la liberalización de los
precios
de los energéticos en el país, y en particular, de los de las
gasolinas.
Consideremos con mayor detalle estos factores y su incidencia
sobre
la inflación.
En
cuanto a los elementos externos, es pertinente resaltar tres:
Primero,
la abrupta caída en el precio internacional del petróleo que se
dio
a partir de mediados de 2014, representó un choque externo de gran
magnitud
en el sector real de la economía mexicana, así como en las
finanzas
públicas, lo que contribuyó a la depreciación de la moneda
nacional
a partir de finales de 2014.
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Segundo,
la incertidumbre sobre el proceso de normalización de la
postura
monetaria en Estados Unidos, lo cual ha provocado ajustes
sustanciales
en los flujos de capitales hacia el país; y
Tercero,
una alta volatilidad en los mercados financieros domésticos
como
consecuencia del proceso electoral en Estados Unidos, así como
de
su resultado. Las repercusiones que podrían tener en nuestro país
algunos
de los elementos de la posible política económica de la nueva
administración
del vecino país del norte sin duda han dado lugar a un
ajuste
en el tipo de cambio real de nuestra moneda.
Estos
choques externos se han manifestado en una depreciación
significativa
de la moneda nacional con respecto al dólar. Si bien esta
tendencia
inició a finales de 2014, lo que ha sorprendido es el bajo
traspaso
de la referida dinámica cambiaria a la inflación. Esto se ha
debido
a que, aun cuando la inflación observada se encontraba dentro
del
intervalo de variabilidad de Banco, la inflación esperada para el futuro
se
fue incrementando, por lo que la autoridad monetaria decidió
reaccionar
con anticipación. Así, a partir de diciembre de 2015 el Banco
de
México ha venido incrementando su tasa de referencia, en 325 puntos
base
hasta la fecha, lo que sin duda ha suavizado el traspaso de la
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depreciación
a la evolución del nivel general de precios, e incrementado
la
credibilidad del Instituto Central.
Cabe
aclarar que el Banco de México ha respondido a la depreciación del
tipo
de cambio no porque tenga un objetivo para el nivel de éste, sino
porque
su comportamiento puede afectar la inflación observada y
esperada.
Así, destaca que el hecho de que en 2016, cuando la inflación
se
encontraba por debajo de 3 por ciento en mínimos históricos, el Banco
de
Mexico prosiguió con el ajuste de su postura monetaria.
También
hay que tener en mente que bajo un régimen cambiario de
flotación,
como al que está sujeto el peso mexicano, hay la posibilidad de
que
el tipo de cambio sobrereaccione en el corto plazo y haya
correcciones
subsecuentes. Un buen ejemplo es lo sucedido durante este
año.
En un momento de incertidumbre exacerbada a mediados de enero,
el
peso se cotizó por arriba de 22 pesos por dólar. Al no ser compatible
este
nivel con los fundamentos macroeconómicos del país,
posteriormente
ha habido una corrección muy significativa, como lo
evidencía
el hecho de que la moneda nacional se cotizó hoy a niveles de
19.06
pesos por dólar. Esta corrección, ayudará a reducir la tasa de
inflación,
facilitando su convergencia al objetivo.
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Ahora
consideremos el principal factor interno que ha afectado la
dinámica
de la inflación. Los ajustes en los precios de las gasolinas en
enero
de 2017, producto de su liberalización, tuvieron claros efectos en la
inflación
medida, exacerbando su tendencia al alza. Es importante
señalar
que si bien la liberalización de estos precios tiene un efecto
transitorio
en la inflación, representa un avance para la consolidación de
las
finanzas públicas, ya que no es sostenible mantener precios públicos
desalineados
de su referencia internacional. En este contexto, como es
bien
sabido, una postura fiscal sólida contribuye a fortalecer el marco
macroeconómico
y coadyuva a reducir los riesgos en la economía,
creándose
un entorno más propicio para el crecimiento.
De
esta forma, dicha liberalización sienta las bases, a través de una
mayor
sostenibilidad de las finanzas públicas, para que el proceso de
formación
de precios de la economía en el mediano plazo sea más
congruente
con la meta de inflación del Banco Central.
Ahora
bien, dado que el comportamiento reciente de la inflación, es muy
importante
hacer la distinción entre cambios en precios relativos y
aumentos
generalizados y sostenidos de los precios.
El
dato de inflación general, tal y como se mide, no distingue por sí
mismo
si el impulso proviene de choques de oferta (que inducen cambios
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en
precios relativos) o de presiones de demanda, que inducen aumentos
generalizados
y sostenidos en los precios, que es, justamente, la
definición
de inflación.
Corresponde
precisamente a los responsables de la política monetaria, la
Junta
de Gobierno del Banco de México, discernir cuidadosamente, y con
el
mayor acopio posible de información pertinente, si se enfrenta un
episodio
de cambio en precios relativos derivado de un choque de oferta
o,
si se está ante un fenómeno más persistente que dé lugar a una
genuina
tendencia inflacionaria.
En
el primer caso, el registro de un alza en la inflación tenderá a
disiparse,
siempre y cuando las expectativas de inflación permanezcan
ancladas.
Esto destaca el papel decisivo que tiene el anclaje de las
expectativas
de inflación en el proceso de formación de precios y de
salarios.
Si ante un ajuste de precios relativos se presentan efectos de
segundo
orden, y algunos precios de bienes no relacionados con el
choque
original se empiezan a elevar, se genera una contaminación en
las
expectativas de inflación, conduciendo a que las mismas pierdan su
anclaje.
Así, si un choque de oferta que tendría que afectar a un conjunto
reducido
de precios, termina, por una u otra razón, generando aumentos
generalizados
en los precios, se trata de un fenómeno claramente
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inflacionario.
De esta forma, queda claro que es primordial que la política
monetaria
reaccione oportunamente ante cualquier señal de que las
expectativas
de inflación pudiesen desanclarse.
Si
bien los efectos de los choques sobre la medición de corto plazo de la
inflación
que he descrito han sido importantes, se espera que sus efectos
sean
solamente temporales, toda vez que el Banco de México se ha
mantenido
vigilante y ha actuado para evitar efectos de contagio en el
proceso
de formación de precios en la economía. Lo anterior es
consistente
con el comportamiento de las expectativas de inflación,
donde
se observa que las de mediano plazo han aumentado en mucho
menor
medida que las de corto plazo.
En
resumen, para 2017 se espera que la inflación se ubique por encima
de
la cota superior del intervalo de variabilidad asociado al objetivo
establecido
por el Banco de México, retomando una tendencia
convergente
hacia la meta durante los últimos meses del año, para
situarse
cerca de 3 por ciento al cierre de 2018.
En
este sentido, no podría decirse que el Banco de México haya
sobrerreaccionado
a lo largo de 2016 y 2017. Por el contrario, dado que
la
política monetaria opera con ciertos rezagos sobre la economía, el
Banco
ha actuado de manera preventiva, de manera que el ajuste sea
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ordenado
y las expectativas (en particular las de mediano y largo plazo)
se
mantengan ancladas.
Es
por demás importante que el público tenga plena confianza en que el
Banco
de México hará su trabajo sin titubeos, aportando no sólo el
discernimiento
para distinguir la naturaleza y efectos posibles de las
variaciones
en los precios, sino extremando su atención para reaccionar
oportunamente
y mantener ancladas las expectativas de inflación.
*
* *
Me
permito hacer una reflexión final. Es relevante destacar que la política
monetaria
no opera en el vacío, sino que es parte de la política
económica
del Estado en su conjunto. El que las decisiones relacionadas
con
la política monetaria estén en manos del banco central, no implica
que
no se deba buscar una complementariedad con otras políticas
económicas.
De hecho, de existir mayor sinergia entre las distintas
políticas
del Estado, el Banco de México podrá lograr su objetivo de una
manera
más eficiente, es decir, a un menor costo para la sociedad. Hay
que
recordar que una inflación baja y estable no es el objetivo final de la
política
económica, sino que es la mejor contribución que el banco central
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puede
hacer a los objetivos supremos de mayor crecimiento, mejor
distribución
del ingreso y mayor bienestar para la población.
En
la medida en que contemos con una política fiscal sana, y que ayude
a
contener el traspaso de los movimientos del tipo de cambio nominal a
los
precios del consumidor, habrá menores presiones sobre las tasas de
interés.
Es por ello que ante un entorno externo adverso, se debe
encontrar
el balance adecuado entre el ajuste en el tipo de cambio real y
en
las tasas de interés reales. Este balance debe ser resultado de una
combinación
idónea entre la política fiscal y la política monetaria, para
obtener
el mejor resultado desde el punto de vista macroeconómico.
En
adición, México debe continuar incrementando su competitividad
frente
al exterior e impulsar el potencial de crecimiento de su mercado
interno
mediante una mayor productividad. Es esencial que prevalezca el
compromiso
de implementar correcta y oportunamente las reformas
estructurales
promovidas por el Presidente Peña Nieto. Adicionalmente,
resulta
indispensable fortalecer el estado de derecho y garantizar la
seguridad
jurídica con el fin de propiciar un entorno más favorable para el
crecimiento.
El robustecimiento tanto del funcionamiento microeconómico
de
la economía, como de la solidez macroeconómica, permitirá al país
convertirse
en un destino más atractivo para la inversión.
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De
esta manera lograremos un mayor crecimiento potencial de la
economía,
que nos permitirá alcanzar un mayor y más sostenible ritmo de
actividad
económica, sin generar presiones sobre la inflación.
Muchas
gracias.
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