Los efectos económicos del coronavirus COVID-19 están afectando a todos los países sin excepción. La Organización de las Naciones Unidas afirmó que esta es la peor crisis a la que se ha enfrentado el mundo desde la Segunda Guerra Mundial.
Se estima que
durante este mes de abril, casi la mitad del planeta estará en
confinamiento. Como resultado, la Organización Internacional del
Trabajo afirma que se podrán perder hasta 195 millones de empleos
durante el segundo trimestre de este año, lo que implica que
desaparecerá 7 por ciento del empleo a nivel mundial.
En Estados Unidos,
el país con quien más negocios hace México, 16 millones de
trabajadores han solicitado el seguro de desempleo durante el último
mes. Las cifras superan 7 veces lo ocurrido en la crisis financiera
del 2008 y 2009.
Los hechos
demuestran que estamos viviendo acontecimientos sin precedentes, por
lo que el presidente Andrés Manuel López Obrador no debe permitirse
actuar como siempre lo ha hecho. Al margen del sentido común y de la
estrategia global.
El dilema no es si
vamos a salir o no de esta crisis. El dilema y la responsabilidad del
Gobierno Federal es actuar y aplicar medidas que aseguren que
salgamos de ella no sólo lo menos lastimados, sino lo más
fortalecidos.
En el mundo,
gobiernos de diversas ideologías, como los de Brasil, Perú,
Salvador, Chile, Colombia, Perú, India, Canadá, Corea del Sur,
Alemania, Estados Unidos, entre otros tantos, han proveído de
incentivos a sus economías para lograr una pronta recuperación. No
en vano EE.UU. ha inyectado a la economía más de 2 billones de
dólares, lo que equivale a más del 10 por ciento de su PIB.
Por su parte, Chile
ha dispuesto más de 12 mil millones de dólares, es decir, alrededor
del 5 por ciento de su PIB, para proteger los empleos y los salarios
chilenos, así como apoyar a las micro, pequeñas y medianas empresas
para que se mantengan vivas y en marcha durante esta contingencia.
En Colombia, el
presidente Iván Duque ha dispuesto brindar alivio financiero tanto a
las personas como a las empresas, de todos los tamaños. Esto
protegerá las empresas, las nóminas y a muchas familias de los
efectos que el paro de algunas actividades económicas provocarán.
Perú, por su parte,
brindará apoyos por 300 millones de dólares a las micro, pequeñas
y medianas empresas para garantizar créditos para capital de trabajo
y reestructurar sus compromisos.
Estas medidas van
dirigidas a proteger el empleo de las y los trabajadores y el ingreso
de sus familias. Y sí, aunque ahora más que en otro momento juegan
un papel fundamental los recursos que se dispongan a mantener las
fuentes de empleo, no todas las medidas se traducen solo a dinero.
Ni siquiera medidas
como el diálogo que proponen organismos internacionales, entre el
gobierno, trabajadores y el sector empresarial, ha querido aplicar el
Gobierno de México. Hasta ahora no hay espacio para un diálogo que
se transforme en acuerdos y acciones en beneficio de todas y de
todos.
En términos
generales, y de acuerdo con lo observado por la CEPAL, las medidas
implementadas por algunos países de la región para proteger la
fuerza laboral y los ingresos del hogar comprenden: medidas legales
para formalizar el teletrabajo, reducir horas de trabajo, introducir
horarios flexibles, pagar vacaciones adelantadas y proteger a los
trabajadores de los despidos. Asimismo, comprenden acciones de apoyo
salarial para compensar pérdidas de ingresos mediante pagos
adelantados, subsidios salariales o vía el fortalecimiento del
seguro de desempleo, suspensión o reducción de los pagos de
servicios públicos, así como apoyo financiero especial para PyMEs y
el sector informal.
La Organización
Internacional del Trabajo por su lado (en “El COVID-19 y el mundo
del trabajo”), establece que, frente a la pandemia, las respuestas
a nivel político tienen que contemplar 4 pilares: 1) estimular la
economía y el empleo, 2) apoyar a las empresas, el empleo y los
ingresos, 3) proteger a los trabajadores en el lugar de trabajo, y 4)
buscar soluciones mediante el diálogo social.
Con todas estas
medidas el mundo ya está actuando, la tierra sigue girando y el
presidente López Obrador pareciera quedarse estático. En este
sentido, la crisis derivada del Covid-19 ha expuesto que el
contrincante más grande para México no sea tal vez el virus, sino
el propio Gobierno Federal.
La negativa del
presidente Andrés Manuel López Obrador, de apoyar las medidas
propuestas por la Iniciativa Privada, ya aplicadas en otros países,
amenaza con agravar el golpe y la incertidumbre ocasionada por la
pandemia. Las medidas o la falta de ellas se traduce en los hechos,
en una mejor o una peor calidad de vida para la población.
Un trabajador en
Canadá sabe hoy que cuenta con 75% de su salario cubierto por el
gobierno con el fin de apoyar a las empresas ante la caída de los
ingresos. Pero en México, ni el empleado ni el empleador de una
micro, pequeña o mediana empresa, saben cuántos días más podrán
aguantar sin ingresos para cubrir la nómina.
Así también, un
pequeño negocio de exportaciones de El Salvador que ha tenido que
detener operaciones ante la crisis del COVID-19, cuenta con la
tranquilidad de que su gobierno le brindará apoyos para pagar los
gastos fijos como agua, luz y renta, así como un diferimiento de
pago de impuestos, que le da un respiro para mantener a los 10
trabajadores que dependen de él. Este no es el caso de su par en
México.
En Chile, el
gobierno suspendió pagos provisionales de ISR por tres meses y de
IVA, mientras que en Guatemala el gobierno permitió diferir pagos de
cuotas patronales por, al menos, 3 meses y en Costa Rica se
postergaron también el pago de varios impuestos (IVA, ISR y a
importaciones, entre otros). Este tampoco es el caso para sus pares
en México.
En el mundo entero,
los Gobiernos Federales o Centrales son el único agente económico
con la capacidad para poder atenuar la magnitud del impacto que
traerá como consecuencia la pandemia por el coronavirus en sus
respectivas naciones.
Por ello resulta
sumamente preocupante que México se encuentre entre los países del
mundo, y en especial del continente, con un menor programa de apoyo
para la recuperación de la economía.
La mayoría de los
países de la región están gastando cantidades históricas para
pagar los salarios de empleados, tanto del sector público como del
privado, que no podrán trabajar durante los periodos de aislamiento.
El presidente López
Obrador no quiere solventar los costos de un buen plan de mitigación
de la crisis por la que ya atraviesa el país. Su estrategia se
concentra en los programas sociales que ya se aplican en la
actualidad, y a la emisión de 22 millones de créditos menores, de
igual manera a un número seleccionado de ciudadanos en el padrón de
la asistencia social.
La clave para
experimentar una crisis transitoria está en las medidas que se
implementen para proteger el empleo. Si el Gobierno mexicano se
mantiene en la inacción, podríamos estar hablando de pérdidas de
alrededor de entre 1 a 1.5 millones de empleos formales.
Durante la crisis de
2009, el porcentaje de la población en pobreza pasó de 44.4 a
46.1%. Nos tomó una década poder borrar este efecto y recuperar la
tendencia a la baja. Todo este esfuerzo se podría esfumar en unos
meses.
Las peores
consecuencias de una crisis, son los efectos que viven las familias
en la disminución de sus ingresos como consecuencia del cierre de
empresas y el desempleo. Empezar de cero.
La economía
mexicana requiere un plan de rescate económico acorde a las
realidades de la economía mexicana. Que se construya con base en la
ciencia económica y las mejores prácticas internacionales, y no
sobre prejuicios ideológicos.
Convocamos al
Presidente de la República para que utilice las herramientas
fiscales, presupuestarias y de concertación social de que está
investido, para evitar que cientos de miles de personas vean
desaparecer sus trabajos y millones de mexicanos empobrezcan por la
pérdida del ingreso familiar.
Le hacemos un
llamado al Presidente de la República, para que en su calidad de
Jefe de Estado, vele por el bien y la cohesión de toda la Nación, y
no incumpla con los deberes éticos, politicos y jurídicos que le
imponen estas horas aciagas del País.
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