El
Dr. Alexander O. Krouham nos da algunos puntos para conocer y
prevenir la obesidad en los niños
El
diagnóstico de obesidad, tanto en niños como en adultos no requiere
de pruebas especiales de laboratorio, basta con ver al individuo y
contar con una cinta métrica y una báscula. Los expertos utilizan
plicómetros (dispositivos que miden el grosor de la grasa corporal)
o, cuando se dispone de ello, equipos especiales que realizan el
análisis de la composición corporal con lo que no sólo valoramos
el peso sino también las proporciones y distribuciones de grasa,
músculo, agua y hueso.
Sí
contamos con estudios de laboratorio que indican el por qué o las
consecuencias de la obesidad; desde una simple prueba de glucosa, que
demuestra prediabetes o diabetes, o alteraciones en los lípidos
(colesterol con sus fracciones y triglicéridos), hasta marcadores
inflamatorios u otros más sofisticadas como la adiponectina, que
muestra actividad inmunológica y que depende del tipo de obesidad.
La
estructura corporal se hace evidente desde el nacimiento y los
primeros meses de vida. Dependiendo del peso del bebé, es posible
inferir riesgos futuros. En las primeras consultas postnatales, el
pediatra verá si el pequeñito tiene o no una alteración de peso y
si tendrá que hacer alguna evaluación más detallada y profunda
para determinar si esto representa o no un problema.
La
adolescencia es otro momento clave de la vida ya que los cambios
hormonales pueden contribuir a generar desproporciones importantes en
el peso corporal. Posteriormente no hay otra etapa específica pues
el potencial de adquirir sobrepeso existe para todas las personas.
¿Cuál
es la alimentación que debe tener un niño de acuerdo con su edad?
Por
supuesto no es lo mismo hablar de un recién nacido que de otra etapa
de la vida, pero una vez iniciada la alimentación formal es la misma
sin importar la edad de la persona. Se trata de una nutrición sana,
basada en alimentos frescos, naturales y variados. Existirán
requerimientos particulares por género, demandas calóricas (por
actividades cotidianas) y estructura corporal, además de las
diferencias socioculturales.
Busquemos
alimentos frescos, no procesados, que no requieren de una etiqueta
alimentaria para explicar su contenido. La clave de la variedad es el
colorido, que representa el contenido de una serie de elementos
químicos conocidos como fitonutrientes, que regulan muchas
reacciones químicas en el organismo.
¿Cuándo
se considera que un niño es obeso?
La
medida básica para evaluación de obesidad es la misma en el niño
que en el adulto, es el índice de masa corporal. Se trata de una
simple relación del peso respecto a la estatura. Sin embargo, no es
una medición certera ya que no define si el aumento de peso depende
de músculo o de grasa; lo mismo se observa elevado en personas
musculosas y con poca grasa corporal como en quienes presentan mucha
grasa y poco músculo. A pesar de esta limitante se le utiliza con
frecuencia para fines estadísticos por la facilidad para su cálculo.
En
los niños este índice de masa corporal es calificado como sobrepeso
cuando se ubica entre los percentiles 85 y 94 y como obesidad cuando
es mayor al percentil 95.
Adicionalmente,
el pediatra debe evaluar si existen antecedentes familiares de
obesidad o de trastornos vinculados con ésta, como lo es la
diabetes. Considerar también los hábitos alimentarios, actividad
física y otros problemas de salud que pudieran coexistir. Importante
también es la historia psicosocial, ya que alteraciones del sueño,
depresión, tristeza o sentimientos de aislamiento o retraimiento
pueden ser causa o consecuencia del sobrepeso.
Respecto
a la influencia social, tener siempre presente el “bullying” o
acoso. Muchos niños con sobrepeso u obesidad son víctimas de estas
conductas y ello afecta sus patrones emocionales.
¿Qué
enfermedades puede desarrollar un niño con obesidad?
A
diferencia de lo que se pensaba antes, que la obesidad generaría
enfermedades crónico-degenerativas solamente en el adulto, vemos la
aparición de estos problemas a edades cada vez más tempranas. La
clasificación de diabetes tipo 1 como juvenil y tipo 2 como del
adulto, ya no existen; ya observamos la diabetes tipo 2 desde la
primera década de la vida. Queda claro que los padecimientos no
difieren entre el niño y el adulto, en ambos extremos de la vida
pueden aparecer diabetes, mayor propensión a enfermedades
cardiovasculares, depresión y otros desequilibrios emocionales,
hipertensión arterial, predisposición a artritis y actividad
inflamatoria (que es causa y se asocia a una variedad de problemas
crónico-degenerativos).
Recomendaciones
para mantener el peso ideal y tener una vida sana
Primero,
conocer perfectamente al individuo, con consciencia de que la
obesidad no depende sólo del consumo alimentario y actividad física
pues hay personas obesas a pesar de que comen muy bien y practican
ejercicio con regularidad. Es labor del médico identificar problemas
subyacentes responsables del desequilibrio metabólico.
Antes
asumíamos que el peso era consecuencia de una simple ecuación de
suma y resta de calorías donde el tejido graso operaba como un
almacén pasivo para acúmulo de energía. Los estudios más
recientes demuestran que la grasa corporal es muy activa y se vincula
con otros órganos y sistemas, en particular el inmune. La insulina
es el activador primario del tejido graso, que a su vez está
influenciado por hormonas tiroideas, el sistema digestivo incluyendo
su microbioma, toxicidades, el tipo de alimentos consumidos, etc. Hay
pues muchas situaciones que contribuyen a que aparezca o no la
obesidad. La Medicina Funcional realiza esa evaluación integral
contemplando la interrelación entre todos los sistemas biológicos y
definiendo estrategias de tratamiento más allá de la alimentación
y el programa de ejercicio correctos.
El
niño depende de los adultos y todavía no tiene libertad en la toma
de decisiones. Los padres estamos obligados a ser modelos y esto
inicia en casa implementando buenos hábitos de alimentación y la
práctica cotidiana de ejercicio, debemos ser el ejemplo de salud
para toda la familia. Tenemos que estar muy alertas al comportamiento
y las fluctuaciones emocionales de nuestros hijos ante la posibilidad
de que el sobrepeso u obesidad les estuviese causando maltrato o
acoso.
No
minimicemos este problema, un niño gordo es un niño enfermo por lo
que al primer indicio o sospecha debemos llevar a nuestros hijos con
un médico capacitado en el tema. Firmes en los principios de la
Medicina Funcional, el énfasis debe ser en prevención y
anticipación para crear salud.
¡Un
niño obeso, es un niño enfermo!
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