Ricardo Alberto Calleja
En una auténtica lluvia teatral que tuvo
como sede en el majestuoso teatro de La Paz de San Luis Potosí, la Compañía de
Teatro “Humberto Vidal Mendoza”, representante del antorchismo del Estado de
México en la categoría semiprofesional, presentó la obra “El jardín de los
cerezos”, comedia escrita en 1904 por Antón Chéjov.
Es sábado 17 de noviembre. Tomo el pasillo
izquierdo para dirigirme a un pequeño palco desde donde escucho, a las 10:00 de
la mañana: “Tercera llamada, comenzamos”.
La escenografía es una casa con paredes
desgastadas desde donde al horizonte se ve a unos pájaros alzar el vuelo. Con
un teatro al máximo de su capacidad, y con la distinguida presencia entre el
público del ingeniero Aquiles Córdova Morán, dirigente antorchista nacional, se
refleja en el escenario la transición de un sistema económico a otro: el fin de
la aristocracia terrateniente rusa y la emergente burguesía, personificados en
una familia de la aristocracia terrateniente, quien está en quiebra pero
todavía es dueña de “El jardín de los cerezos” más hermoso y productivo de la
zona.
En el tren de las 2 de la mañana llega la
dueña de la finca, Liubov, quien regresa después de cinco años. El mercader
Ermolái Alexéievich Ermoláiv, cuyo padre fue siervo del abuelo del padre de
Liubov, califica a la mujer de “muy buena y de carácter sencillo”.
De las bienvenidas se pasó al drama. En la
finca no hay buenas noticias producto de una mala administración de las tierras;
además, Liubov es una aristócrata que despilfarra el poco dinero que le queda…
ahora enfrenta una terrible crisis financiera.
Los actores nos adentran al dolor a
través de recuerdos del pasado, a los que llora la madre y a los que no
dispuesta a renunciar, aunque no sabe cómo resolver el problema económico. Su
hermano Leonid Andréievich, un inútil señoritingo aristócrata, tiene ilusiones
de convertirse en el hombre de la casa y ponerse al frente del problema pero su
debilidad e inmadurez le impiden asumir tal responsabilidad.
La finca, el jardín de los cerezos, será
subastada para pagar las deudas que arrastra la familia. Ania, hija de Liubov,
una niña con apenas 17 años intenta levantarle el ánimo a su madre con humildad
y una gran humanidad que incluso da esperanzas de una juventud nueva, con
ánimos de cambiar su realidad.
La música llega a cada uno de los
espectadores y mantiene la tensión de cada escena.
Llega el 22 de agosto, fecha en que “El
jardín de los cerezos” se pondrá subasta. Ermoláiv, el mercader, está dispuesto
a ayudar a la familia a la que sirvieron sus padres. Es quien que va a la
subasta en representación de la familia en desgracia.
Mintras la Liubov ofrece una hermosa
fiestra aristocrática, Ermoláiv regresa y el público espera los resultados. Liubov
sale de la fiesta y llama a su hermano Leonid para que la acompañe en el
doloroso resultado. “¿Se ha vendido?”, pregunta Liubov con voz desfalleciente.
La respuesta no llega, todo el escenario enmudece y el público se queda sin
movimiento alguno.
Finalmente, Ermoláiv responde triunfal a
Liuvob con un “sí se ha vendido”. Ermoláiv, quien ofreció ayuda a la familia en
desgracia, termina siendo su verdugo: es quien compra la finca en 90 mil rubros
y Liuvob llora desconsolada.
La familia tiene que marchar, el nuevo
propietario los apresura para que abandonen la finca y, a la par, al fondo, se
escuchan golpes de un hacha que talan los árboles. No hay marcha atrás, el jardín
de los cerezos, la finca que le redituaba grandes ganancias a la familia de
Liubov, está desapareciendo.
Al final, Liuvob se marcha han olvidado
a Firs, el lacayo de 87 años. Firs dice en un ambiente perturbador y triste:
¡Se olvidaron de mí! ¡Qué importa! ¡Pasó la vida! ¡Se le figura a uno no haber
vivido!
Con esta obra, la Compañía Estatal de
Teatro del Estado de México obtuvo el primer lugar en la categoría semiprofesional
en el XIX Encuentro Nacional de Teatro que organizó el Movimiento Antorchista
Nacional y que se llevó a cabo en el emblemático teatro de La Paz de la cuidad
de San Luis Potosí.
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