- El movimiento del 68 fue una ruptura restauradora: Ligia Tavera
- La verdadera tragedia del movimiento fue el 3 de octubre, cuando la sociedad no respondió: Édgar Sánchez
- La historiografía de los movimientos sociales ha sido meramente testimonial y basada en la denuncia: Massimo Modonesi
Ciudad de México, 3 de octubre de
2018 La Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
sede México de manera conjunta con La Red Mexicana de Estudios sobre
Movimientos Sociales y la Universidad Autónoma Metropolitana campus
Azcapotzalco, realizaron el pasado jueves 27 de septiembre el foro Yo no estuve
allí pero no olvido. Resonancias del movimiento estudiantil de 1968.
Al dar la
bienvenida a los asistentes, Ligia Tavera, profesora e investigadora de
la Flacso México hizo hincapié en el movimiento del 68 como un acontecimiento
histórico en la vida sociopolítica del país al que calificó de “ruptura
instauradora”. La investigadora señaló que la irrupción de este movimiento tuvo
efectos en términos de temporalidad y de inteligibilidad: hacia el pasado dio
un nuevo sentido al mundo preexistente y hacia el futuro introdujo una nueva
serie de posibilidades que, hasta el momento, parecían imposibles o poco
probables.
Durante
la inauguración, el investigador de la UAM Azcapotzalco, Sergio Tamayo
explicó que los objetivos de este foro obedecieron a reunir las distintas voces
del movimiento estudiantil de 1968, voces que a lo largo de medio siglo han
instaurado el paradigma de los movimientos estudiantiles mexicanos. “A
cincuenta años, tenemos que reunirnos para descubrir qué es lo que no se ha
dicho del 68, qué es lo que sigue haciendo eco en generaciones que en aquél
entonces ni siquiera habían nacido”, detalló.
Guadalupe Olivier destacó
que desde la Red Mexicana de Estudios sobre Movimientos Sociales es
importante darle voz a todo lo que trajo el movimiento estudiantil y cómo ha
resonado en los movimientos más recientes, incluido el del pasado 4 de
septiembre en la UNAM, no sólo desde la academia sino también desde la
experiencia.
El pasado y su posteridad
El primer
conversatorio “¿Por qué recodar al Movimiento Estudiantil de 1968? Saberes y
experiencias desde la perspectiva del militante” congregó a cuatro activistas del
movimiento de 1968. Ellos sí estuvieron ahí. Vivieron para contarlo.
René Rivas, Joel
Ortega, Jaime Uranga y Edgar Sánchez eran jóvenes en aquel
julio del 68. Fueron líderes espontáneos, activistas y miembros del movimiento.
En esas fechas se congregaron en la Prepa 3, en la Voca 7, o en Ciudad
Universitaria para defender a su compañeros. Algunos evocaron el lanzamiento de
bombas molotov, el ataque a granaderos, la toma emblemática del Zócalo, el
discurso de Sócrates, el pliego petitorio, la huida, la tragedia… la Marcha del
silencio.
En una
breve charla sobre lo que fue su juventud activista todavía se avista su mente
inquieta y crítica. Hoy son la voz de la victoria y la derrota, del curso de
demandas que siguen vigentes en la vida estudiantil y en el país. Hoy todavía
se imponen contra el enemigo, al que ellos llaman, común: la represión. Sin
embargo, saben que las nuevas luchas son de los nuevos jóvenes y ellos quieren
desmarcarse: “Los jóvenes tomaron las calles el pasado 4 de septiembre tienen
que atreverse a ser parricidas, no nos pueden ver como padres. Ellos tienen su
propio ímpetu”, sentenciaron.
El
periodista Joel Ortega rememoró “el 68 fue un movimiento planetario:
Francia, Estados Unidos, Alemania, Uruguay, México, Japón, Pakistán, Ghana, Polonia,
Checoslovaquia. Algo pasó, una colocación astral nos dio esa sincronía y esa
particularidad a toda una generación. Por eso no es casualidad que en esa
época, Silvio cantaba que la era paría a un corazón”, aseguró. En su memoria
está presente que la inspiración que le dio vida al movimiento estudiantil
fueron la literatura del boom latinoamericano, el cine francés, la guerra de
Vietnam y la revolución cubana.
“Yo venía
de Durango, era mi primer año de prepa en la Tres. La tarde del 26 de julio, un
compañero irrumpió en la escuela para avisarnos que estuvieron a punto de
detenerlo y que quisieron golpearlo, entonces nos alistamos. Entramos al
movimiento del 68 por casualidad. Yo solo tenía mucha curiosidad de conocer a
los granaderos, porque nunca los había visto y así empezamos con la toma del
Zócalo antes del bazucazo”, narró el profesor y escritor René Rivas.
Edgar Sánchez,
profesor de la Facultad de Filosofía y Letras advirtió que el 68 no es sólo el
dos de octubre, y que aunque esa fecha es emblemática, el movimiento no puede
entenderse si se reduce solo a lo ocurrido en Tlatelolco y esa fecha no puede
verse como una derrota. “Los movimientos sociales no siempre están en ascenso,
todo el tiempo hay represión y choques. El dos de octubre fue más bien como
echarle gasolina al fuego, porque no paramos ahí. La huelga continuó a pesar de
los Juegos Olímpicos hasta diciembre”.
“El
movimiento estudiantil tiene en su base una historia de represión que viene de
todos los tiempos. Había un resentimiento hacia la policía muy profundo. Las
causas del movimiento estudiantil surgen de la represión brutal que había en
todo el país después de los levantamientos obreros a nivel nacional”, dijo Jaime
Uranga y aseguró que nunca se ha tenido claro quién es el enemigo y esto
confronta mucho a los movimientos sociales.
En la
conversación, Sánchez dijo que la verdadera tragedia del movimiento fue el 3 de
octubre, cuando no hubo una respuesta de la sociedad de la magnitud que merecía
la masacre. En este sentido, Ortega dijo que la resistencia estudiantil que
hubo no dañó al movimiento, pero que tampoco justificó la represión.
“Ninguno
de los pliegos se cumplió en el 68. Hubo muertos, detenidos y desaparecidos. Si
lo vemos desde ese punto de vista, fue un movimiento derrotado, pero la
paradoja está en la lucha por las libertades democráticas, ese movimiento
sembró la semilla que dio como cauce una nueva cultura política en el país, la
cual ha seguido germinando”, concluyó Rivas.
El presente que transita
En el
conversatorio “Las resonancias de 1968 en los movimientos sociales y en otras
generaciones de jóvenes” participaron representantes de los distintos
movimientos posteriores al 68, compartiendo la experiencia de lo que se logró y
de las herencias que recibieron.
Marjory González, vocera
del CGH en 1999, advirtió sobre los protagonismos y liderazgos de los
movimientos estudiantiles. Aseguró que los movimientos deben ir más allá de los
personalismos y los egos “un líder, una cabeza, no es necesaria”. En su
testimonio rompió con el paradigma que estereotipa a los jóvenes que
protagonizan los movimientos como “fósiles” o revoltosos. “Nos enseñaron que
debíamos tener las mejores calificaciones y hasta bonita letra en las mantas”.
Antonio Santos, líder
del CEU en el 88, habló de cómo este movimiento hizo historia por hacer lucha
al ascenso del neoliberalismo. Desde la óptica del presente, esta organización
estudiantil ha sido la que ha alcanzado mayor legitimidad y la que mayores logros
concretos alcanzó como la representación del 66% en los consejos
universitarios, la reconstrucción del tejido universitario posterior al
movimiento y el aumento de la matrícula en el ingreso a las licenciaturas.
“Aunque los participantes no podamos escribir la historia, es nuestra
responsabilidad dejar esta memoria”, enfatizó.
El
historiador del Instituto Mora, Ángel Granados participante del
movimiento por los 43 de Ayotzinapa aseguró que sí ha habido resonancias del 68
en los movimientos actuales, “yo sí me siento heredero de la lucha del 68 y
también me siento heredero de esa rabia”. Sin embargo, los nuevos jóvenes,
dijo, tienen sus propios ecos y una voz que ha sido muy sensibilizada por todo
lo ocurrido en el terremoto del 19 de septiembre de 2017. Al igual que Marjory
González y que los activistas del 68 que conversaron, Granados asegura que la
represión sigue siendo el motivo principal de los movimientos estudiantiles. Lo
que vemos ahora con los estudiantes de septiembre, dijo Marjory “es el reclamo
de los chavos que han vivido guerra toda su vida, de la violencia con la que se
han forjado y ante la cual ellos responden con irreverencia, la irreverencia
hay que reivindicarla toda la vida”.
Durante
su participación, Roberto Rivera, egresado de Flacso México y activista
del movimiento #YoSoy132, habló de ir más allá de la “idolatría por los
ancestros”. “En el 132 no teníamos experiencia política, la construimos de a
poco, sobre la marcha y hoy esa experiencia tan reciente ayudó al movimiento de
los 43. Incluso los chicos que recién marcharon en septiembre están muy
organizados, hacen un uso buenísimo de las redes sociales, eso me ha
sorprendido mucho”. Sin embargo, desde su opinión, los movimientos deben
trascender la calle. “Hay mucho por hacer, hay que hacer trabajo legislativo,
generar lazos, hay mucho que escribir para proponer y ese trabajo no se hace
fácil ni rápido, pero es indispensable”.
El abordaje teórico y metodológico
El tercer
conversatorio estuvo a cargo de especialistas en movimientos sociales, quienes
discutieron algunas propuestas teóricas y metodológicas para abordar, desde la
investigación, estas movilizaciones.
Ligia
Tavera, investigadora de la Flacso México, hizo énfasis en la necesidad de
hacer un aporte teórico para el estudio de los movimientos sociales. Habló de
la teoría de lo acontecial para ver los movimientos sociales como
acontecimientos con categoría histórica. Estudiar las movilizaciones sociales
desde esta perspectiva, significa analizar a los movimientos sociales no en sí
mismos -es decir examinar sus causas y condiciones de posibilidad- sino las
rupturas temporales y de sentido que introducen y los usos políticos de dichas
rupturas en el espacio público por parte de los actores políticos. Implica, en
otras palabras, deconstruir su sentido acontecial, explicó.
El
investigador de la UNAM, Massimo Modonesi expuso que la historiografía
de los movimientos sociales ha sido meramente testimonial y basada en la
denuncia. “No se ha hecho historia social, solo historia política del 68, y
nosotros todavía tenemos muchas preguntas ¿qué tanto fue un movimiento
democrático? hay una filiación directa de la transición democrática en el 68,
pero realmente se ancla el movimiento a esta transición? Hay que evaluar
también lo que no floreció del 68, qué tanto fue derrotado”, reflexionó.
Desde la
Universidad de los Lagos en Chile participó Juan Pablo Paredes, quien
habló sobre los aspectos básicos desde los que se pueden estudiar o analizar
los movimientos sociales: “desde el conflicto (origen), desde la subjetivación
(los actores), desde la arena pública (incidencia), desde la resonancia
(resurgimiento), desde la hegemonía (permanencia) y desde la imaginación (el
futuro)”.
La
investigadora de la Universidad Pedagógica Nacional, Guadalupe Olivier,
habló de la necesidad de un abordaje multidisciplinario de los movimientos
sociales, en particular desde la investigación educativa, que no ha tomado el
espacio que merece. “La investigación educativa es rigurosa y también puede
aportar mucho a los estudios de los movimientos estudiantiles y magisteriales”.
En su intervención habló de lo soslayado que las investigaciones y la lucha
social han dejado a las mujeres”.
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