En Coatepec, la herencia mediterránea se expresa desde otro lenguaje: el del campo y la materia prima. Entre cafetales y huertos, los proyectos gastronómicos han apostado por una vuelta al origen, por una cocina de producto que valora el tiempo, la espera y la estacionalidad. La panadería artesanal, inspirada en las tradiciones europeas pero hecha con granos locales y harinas orgánicas, es un símbolo de esa fusión. Allí, la masa madre fermenta lentamente, como fermenta la historia que une a ambos mundos: el viejo y el nuevo, el del aceite de oliva y el del cacao, el del vino y el del café. Cada hogaza de pan, cada platillo preparado en esos espacios, parece recordar que el mestizaje fue un proceso vivo que sigue transformándose cada día.
Lo mediterráneo en Veracruz no es únicamente un legado técnico o culinario; es una manera de entender la vida. Es la paciencia del fuego lento, la generosidad de compartir la mesa, la belleza de lo cotidiano. En los proyectos que hoy nacen en Xalapa y Coatepec, esa filosofía se mantiene intacta, pero se viste de contemporaneidad. Los cocineros actuales, al igual que los antiguos navegantes, se atreven a cruzar fronteras sensoriales, guiados por la curiosidad y el respeto a la naturaleza. Su trabajo consiste en crear nuevas historias que honran las raíces.
En ese sentido, la cocina veracruzana contemporánea se ha convertido en un espejo donde se refleja la historia del Mediterráneo, una historia de encuentros, mezclas y resiliencia. La memoria española que habita en las cazuelas de barro, en los guisos con ajo y aceite, en los panes que se hornean al amanecer, es parte de un ADN cultural que sigue evolucionando. Veracruz conserva ese espíritu nómada, curioso y hospitalario, el mismo que impulsó a los pueblos del Mediterráneo a mirar más allá de sus costas.
Así, cuando en Xalapa un chef decide marinar un pescado con aceite de oliva y cítricos del huerto, o cuando en Coatepec una panadera deja reposar su masa al ritmo de la lluvia, están evocando siglos de historia compartida. Están recordando que la identidad se construye; que los sabores, como las culturas, sólo se mantienen vivos cuando dialogan.
Hoy, Veracruz vuelve a mirar hacia el mar, no para repetir el pasado, sino para comprender su propio reflejo en él. Desde los fogones de Xalapa hasta los hornos de Coatepec, la influencia mediterránea se manifiesta como una corriente sutil, un hilo que une la tradición con la vanguardia. Porque, al final, en cada platillo veracruzano habita un poco de ese Mediterráneo que cruzó el océano hace siglos, y que hoy sigue vivo en el aroma del pan recién hecho, en el brillo del aceite sobre el plato y en la calidez de una mesa compartida.
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