*Por Roxana Morduchowicz
Tres personas de Argentina,
Brasil y México recibieron un desafío muy complicado para este
milenio: vivir dos días sin celular, sin tecnología y sin conexión
a Internet. Gema (50 años), Macarena (30 años) y Víctor (21 años)
fueron los protagonistas del reto The Disconnected challenge, que
lanzaron Discovery y Motorola y cuyos resultados se pudieron ver en
un documental por la señal Discovery, y ahora también en el canal
de You Tube de Motorola.
Si bien no tardan en aparecer
sensaciones de frustración, tensión y enojo que irán aumentando a
lo largo de las 48 horas, los tres protagonistas coinciden –al
finalizar el desafío- en la necesidad de fortalecer el encuentro
cara a cara, priorizar la vida real y combinar las pantallas con
otras experiencias como caminar en un parque, leer un libro y
dialogar con los demás sin la mediación de pantallas.
El documental deja al
televidente con un interrogante adicional, que va más allá de las
48 horas en la vida de las tres personas: ¿podría lanzarse un reto
similar en las familias? ¿Y en las escuelas? Padres y docentes
suelen quejarse de la presencia excesiva de las pantallas entre los
niños y adolescentes: “pasan las 24 horas en Internet” –dicen
los adultos. ¿Podría pensarse, entonces, una vida en familia o en
la escuela sin tecnologías?
Existen familias en las que
los chicos no tienen ningún contacto con pantallas: “es una
pérdida de tiempo", dicen algunas. “Los aísla de los demás”,
dicen otras. Algunas escuelas no permiten el uso de dispositivos
“para evitar que se pierda la creatividad”. “Las pantallas
distraen y no permiten que los alumnos presten atención en clase”,
comentan algunos directivos. “Con las pantallas, perdieron el gusto
por la lectura”, sostienen otros. ¿Es posible, entonces, pensar en
una familia o una escuela sin tecnologías?
Quizás sea posible, pero
ciertamente no es conveniente. El primer impedimento es la dificultad
de ir a contramano de un mundo cada vez más poblado de pantallas.
Ignorar la presencia de las tecnologías es fabricar para los niños
un universo ficticio, alejado de la realidad y del siglo XXI en el
que nacieron. Es impedirles que aprovechen el enorme potencial de
Internet o que se integren a un medio –sus propios amigos- en el
que las tecnologías forman parte de la vida diaria.
Por otro lado, los argumentos
de quienes proponen excluir a los niños o adolescentes de las
tecnologías son cuestionados en todo el mundo. Las pantallas no
promueven aislamiento. De hecho, el primer uso que hacen los
adolescentes de las tecnologías es comunicacional: navegar en las
redes sociales o jugar en red con amigos. Tampoco limitan la lectura.
Los niños y jóvenes de hoy no leen menos: lo hacen en otro soporte
(pantalla), de otra manera (no lineal) y con otros fines (buscar
información sobre un equipo de futbol o un grupo musical.) Por
último, tampoco es cierto que restrinja la creatividad: cada vez más
editoriales abren blogs a autores de literatura juvenil porque a sus
lectores adolescentes les gusta intercambiar ideas sobre el libro o
cambiar el final de la historia.
Ahora bien, ¿hay algo que las
familias puedan hacer para evitar el uso excesivo de las tecnologías
en la casa? Ciertamente sí. En primer lugar, no equipar la
habitación de los niños con pantallas. Las tecnologías en el
cuarto favorecen más horas de uso por día y más en soledad. Es
conveniente ubicarlas en espacios de circulación compartida: un
comedor, una cocina o un escritorio.
En segundo lugar, acordar
reglas familiares para el uso de las pantallas en la casa: almuerzos
o cenas sin celular, domingos sin tecnologías o usos de pantallas
que no superen las 2 o 3 horas seguidas. Se trata de normas que todos
en el hogar cumplan.
El desafío lanzado por
Motorola y Discovery es una excelente oportunidad para pensar el
lugar de las tecnologías en la vida diaria. En un mundo sin
prohibiciones, y en el que puedan convivir la realidad virtual de las
pantallas para escuchar música, buscar información o jugar; y la
realidad real de una charla en familia, o un partido de fútbol en la
plaza del barrio.
* Doctora en Comunicación de
la Universidad de Paris. Consultora de la UNESCO en temas de
educación y tecnologías. Especialista en cultura juvenil y en la
relación de los niños y adolescentes con las pantallas e Internet.
Asesoró a Ministerios de Educación de América Latina, Europa
Oriental, África y Asia sobre la utilización de las tecnologías en
la educación. Profesora invitada en la Universidad de París y en la
Universidad de Poitiers (Francia); y en la Universidad de Stanford
(Estados Unidos). Conferencista invitada en el Congreso de Inclusión
Digital 2016, por el Massachusetts Institute of Technology (MIT),
Boston. Autora permanente de columnas de opinión sobre niños,
adolescentes y tecnologías en todos los diarios de Buenos Aires.
Autora de numerosos libros sobre el tema, entre los cuales figura
“Ruidos en la web: cómo se informan los adolescentes en la era
digital” (2018) y “Los chicos y la pantallas” (2014).
Conferencista en Congresos Internacionales sobre estos temas.
Coordinó el Programa Escuela y Medios en el Ministerio de Educación
de la Argentina y fue asesora en el Ente Nacional de Comunicaciones
(ENACOM) en el programa Los chicos y las pantallas.
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