La tarifas
incrementales (hasta un 25%) probablemente conduzcan a la economía mexicana a
una recesión; los riesgos de inflación, Banxico excesivamente cauteloso, y las
restricciones fiscales actuales acotan el espacio para políticas económicas
contracíclicas.
Javier Amador / David
Cervantes/ Arnulfo Rodríguez/ Saidé Salazar / Carlos Serrano
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El
anuncio de Trump de incrementar 5% la tarifa arancelaria en todas las
importaciones provenientes de México entrará en vigor en una semana y media a
partir de hoy (10 de junio), lo que sugiere que será introducida a pesar de la
intención de diálogo propuesta por AMLO.
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El
aumento incremental en la tasa arancelaria (en un 5% cada mes hasta alcanzar
25%) a menos que México “detenga sustancialmente” el flujo migratorio a los
Estados Unidos es más incierto. Sin embargo, el progreso en esa materia será
“juzgado únicamente” por el gobierno de los EE.UU., y dado que la ventana de
tiempo es tan corta y el problema tan grande, la probabilidad de que aumente la
tasa arancelaria no es baja, aunque en este momento no es el escenario base. México
impulsará la negociación y probablemente intentará mostrar resultados en la
frontera sur.
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Si
se implementa, el efecto negativo sobre la economía mexicana provendría
principalmente a través del canal de inversión y su magnitud dependerá en
última instancia de dos factores: i) la tasa arancelaria, y ii) la reacción del
tipo de cambio. El tipo de cambio flexible fungirá como amortiguador para
limitar los efectos sobre el canal comercial. El impacto de las tarifas
iniciales potencialmente de 5% sería compensado por una mayor depreciación del
peso (del actual 3% a 5%). Dado que la tasa arancelaria de 5% se impondría a
todos los bienes, una depreciación de magnitud similar (con un posible
sobre-reacción del tipo de cambio por mayor incertidumbre) ayudaría a compensar
el efecto sobre las exportaciones sin introducir mayores distorsiones.
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Sin
embargo, con un mayor arancel, la depreciación real del tipo de cambio podría
no ser suficiente para compensar una reducción en la demanda de EE.UU., ya que
una gran proporción de las exportaciones mexicanas se producen en cadenas de
valor con componentes importados. La reducción en la competitividad derivada de
una alta tasa arancelaria se traduciría en precios más altos en EE.UU. y
afectaría a su vez la demanda de las exportaciones mexicanas de ese país. Es
decir, la depreciación real del tipo de cambio ayudaría pero no compensaría
completamente el efecto negativo debido a la gran proporción de componentes
importados en el proceso de producción dentro de las cadenas de valor. Sería
necesaria una mayor depreciación, aunque debido a sus efectos en la inflación
podría ser poco probable, ya que eventualmente Banxico usaría la política
monetaria para evitarla.
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La
posible introducción de aranceles también tendría un efecto negativo en la
economía de los Estados Unidos, en particular sobre las empresas con cadenas de
valor con México, lo que afectará a los consumidores por una probable alza de
precios. Como tal, esperaríamos una reacción negativa por parte de las empresas
estadounidenses por el efecto negativo sobre la competitividad de las cadenas
de valor, lo que también podría generar oposición por parte de los
Republicanos. Adicional a lo anterior, habrá que tomar en cuenta los posibles
desafíos legales que implica la ruptura unilateral de las reglas del pacto
comercial; en este sentido, la posible introducción de cualquier tasa
arancelaria en general es una violación de las reglas del TLCAN y de la OMC y
pone en grave riesgo al proceso de ratificación de la T-MEC por parte del Congreso
de los EE. UU.
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Incluso
si el gobierno de los EE. UU. se inclina hacia no imponer aranceles después de negociaciones
o si la tasa arancelaria no aumenta cada mes, ya se ha producido un daño
(¿considerable?). La incertidumbre podría persistir. Los acuerdos comerciales
en general, y el actual TLCAN y posiblemente el T-MEC en particular, parecen
ahora más frágiles que nunca. Las señales apuntan ahora al hecho de que pueden
romperse o violarse fácilmente de manera unilateral.
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Con el
regreso de la incertidumbre, es probable que los inversionistas se mantengan al
margen. La posible aprobación del T-MEC tiene menos importancia ahora. Incluso
con un acuerdo vigente, los inversionistas sabrían que las restricciones
comerciales pueden surgir en cualquier momento y por cualquier motivo. A menos
que se resuelva la incertidumbre (y en este momento parece poco probable), las
empresas manufactureras estadounidenses no tendrían razones para seguir
adelante con los planes de inversión para expandir las cadenas de valor con
México.
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Como la
inversión será negativamente afectada, nuestro pronóstico de 1.4% de
crecimiento económico ya no es realista. Ahora consideramos que el crecimiento
del PIB en 2019 muy probablemente será menor a 1.0% y que una recesión
económica no puede ser descartada y sería contingente en la potencial tasa
arancelaria.
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Desde
nuestro punto de vista, Banxico no debería reaccionar usando las reservas para
intentar limitar la depreciación del peso (lo cual sería inútil e inefectivo)
ni la política monetaria ya que no detendría una potencial depreciación y, si
algo lograría, sería parcialmente limitar el propósito del régimen de libre
flotación de servir para la absorción de choques. En resumen, este tipo de
medidas serían inefectivas y tendrían un costo.
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Esto es
particularmente cierto si la tasa arancelaria es 5% ya que una depreciación de
magnitud similar es improbable que cause una nueva ronda de traspaso a precios
y, consecuentemente, efectos significativos sobre la inflación no debería
esperarse. Consideramos que llamados a aumentar la tasa monetaria en 50 puntos
base son una sobrerreacción. De hecho, las expectativas del mercado sobre la
política monetaria no han reaccionado fuertemente a la noticia. La reacción de
Banxico a los aranceles anunciados y a una mayor depreciación del peso debería
depender del efecto del tipo de cambio sobre la inflación y las expectativas de
inflación.
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Lo que
es cierto es que la amenaza arancelaria cambia el panorama para la política
monetaria. Habíamos previsto que Banxico empezara su ciclo de relajamiento
monetario hacia el final del año. Esto no sucederá después del anuncio de
Trump. Además, hay poco margen de maniobra para una política monetaria
contracíclica en el corto plazo, y el espacio fiscal parece inclusive más
limitado y de manera permanente.
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