Los indicadores disponibles
sugieren que el debilitamiento de la actividad económica mundial que
se observó en la segunda parte
de 2018 continuó a principios de este año, presentándose un menor dinamismo en la mayoría de
las economías avanzadas y algunas emergentes, destacando los casos
de la zona del euro, China y, en
menor medida, Estados Unidos. Esto ha dado lugar a una reducción en
las expectativas de crecimiento
global. Los mercados laborales en las principales economías
avanzadas continuaron mostrando
estrechez. No obstante, la inflación general en dichas economías ha
disminuido, en parte como consecuencia de
los menores precios de los energéticos respecto al año anterior,
mientras que la inflación
subyacente se ha mantenido relativamente estable. Todo lo anterior ha consolidado la expectativa de
que las condiciones monetarias de los principales bancos centrales no
se restringirían en el futuro
previsible. En marzo, la Reserva Federal mantuvo sin cambio el rango
objetivo para la tasa de fondos federales y reiteró su mensaje de
que serán pacientes para realizar ajustes en el rango de su tasa
objetivo. Adicionalmente, la mediana de las proyecciones del Comité
Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés) sugiere
que no habría aumentos en el rango objetivo para la tasa de fondos
federales en 2019. Además, dicho Instituto Central anunció cambios
significativos en la estrategia de normalización de su hoja de
balance, que consisten en una disminución del ritmo de reducción de
su tenencia de bonos a partir de mayo y la conclusión de dicho
proceso en septiembre de este año. En este contexto, las tasas de
interés de los Bonos del Tesoro Norteamericano presentaron
importantes reducciones en todos sus plazos, aumentando el apetito
por riesgo en los mercados financieros y propiciando mayores flujos
de capitales hacia las economías emergentes. Al respecto, cabe
destacar que persisten riesgos para la economía global, de los
cuales destacan una desaceleración más pronunciada que lo
anticipado, la incertidumbre sobre las tensiones comerciales entre
Estados Unidos y China, una salida desordenada del Reino Unido de la
Unión Europea, un crecimiento de China menor al esperado y un
escalamiento en las tensiones políticas y geopolíticas en distintas
regiones.
Desde la última decisión de
política monetaria, las condiciones más favorables que han
prevalecido en los mercados financieros
internacionales han contribuido a un buen desempeño de los activos
financieros en México. No obstante, algunos factores de riesgo e
incertidumbre asociados a la economía mexicana han implicado que los
activos nacionales coticen con un descuento o prima de riesgo
adicional.
Entre dichos factores destacan
los vinculados a la calificación crediticia de Pemex, e incluso a la
deuda soberana del país.
El entorno actual sigue
presentando importantes riesgos de mediano y largo plazos que
pudieran afectar las condiciones
macroeconómicas del país, su capacidad de crecimiento y el proceso
de formación de precios en la economía. En
este sentido, es particularmente importante que además de seguir una
política monetaria prudente y
firme, se impulse la adopción de medidas que propicien un ambiente
de confianza y certidumbre para
la inversión, una mayor productividad y que se consoliden
sosteniblemente las finanzas públicas. En este contexto, es
particularmente relevante que se cumplan las metas fiscales del
Paquete Económico para 2019. Asimismo, es indispensable fortalecer
el estado de derecho y abatir la corrupción.
La información disponible
sugiere que a principios de 2019 la actividad económica en México
continuó mostrando un bajo crecimiento. Ello como consecuencia de la
desaceleración de la economía global, de cierta debilidad de la
demanda interna y de algunos factores de carácter transitorio que
pudieron haber afectado al crecimiento en el primer trimestre del
año. Así, se considera que las condiciones de holgura en la
economía se relajaron hacia finales de 2018 e inicios de este año.
Por lo antes señalado, el balance de riesgos para el crecimiento
continúa sesgado a la baja.
Entre enero y la primera
quincena de marzo, la inflación general disminuyó de 4.37% a 3.95%.
Este descenso fue producto,
principalmente, de la reducción de la inflación no subyacente, que
pasó de 6.81% en enero a 5.39% en la primera quincena de marzo,
reflejando menores incrementos en los precios de los energéticos y
de los productos agropecuarios. No obstante, algunos de los choques
favorables que han conducido a la reducción del componente no
subyacente recientemente han comenzado a revertirse. En particular,
los precios de los energéticos aumentaron en la segunda quincena de
febrero, reflejando los incrementos en los precios de sus
correspondientes referencias internacionales. Por lo que respecta a
la inflación subyacente, esta se comportó en línea con lo
previsto, al pasar de 3.60% en enero a 3.51% en la primera quincena
de marzo. No obstante, las tasas de variación de las mercancías
alimenticias se han incrementado, en tanto que las de algunos
servicios permanecen en niveles elevados. En cuanto a las
expectativas de inflación, entre enero y febrero la mediana de las
correspondientes a la inflación general para 2019 y 2020
disminuyeron de 3.80% a 3.65% y de 3.71% a 3.60%, respectivamente.
Sin embargo, la correspondiente al componente subyacente al cierre de
2019 se mantuvo en 3.50%, mientras que para el cierre de 2020 aumentó
ligeramente de 3.45% a 3.48%, en el periodo referido. Por su parte,
las expectativas de inflación general para el mediano y largo plazos
siguen ubicándose por encima de la meta permanente de 3%, en niveles
alrededor de 3.50%. En relación con las expectativas del componente
subyacente de la inflación en el mediano plazo, estas se
incrementaron de 3.42% a 3.50%, mientras que las de largo plazo se
mantuvieron en 3.40%, luego de haberse ubicado en 3.30% la mayor
parte de 2018. En cuanto a la información derivada de instrumentos
de mercado, la prima por riesgos inflacionarios de mediano y largo
plazos disminuyó, si bien permanece en niveles elevados.
En cuanto a los riesgos para
la inflación, destaca la posibilidad de que la cotización de la
moneda nacional se vea presionada por
factores externos o internos. Si la economía requiere un ajuste, ya
sea del tipo de cambio real o en
las tasas de interés de mediano y largo plazos, el Banco de México contribuirá a que dichos
ajustes ocurran de manera ordenada, buscando evitar efectos de
segundo orden sobre la formación de
precios. La inflación también se podría ver afectada en caso de
que se observen mayores presiones sobre los
precios de los energéticos o de los productos agropecuarios, o si se presenta un escalamiento de
medidas proteccionistas y compensatorias a nivel global, o en caso de
que
se deterioren las finanzas
públicas. Adicionalmente, dada la magnitud de los aumentos en el
salario mínimo, además de su posible
impacto directo, se enfrenta el riesgo de que estos propicien
revisiones salariales que rebasen las
ganancias en productividad y generen presiones de costos, con
afectaciones
en el empleo formal y en los
precios. Para elevar de manera sostenida el poder adquisitivo de los
salarios es necesario considerar el papel de otras políticas
públicas, en particular, fomentar la competencia en aquellos
sectores de bienes y servicios con una participación elevada en la
canasta de consumo de los segmentos de la población de menores
ingresos. Además, la persistencia que ha mostrado la inflación
subyacente podría dar lugar a una mayor resistencia de las
expectativas de inflación de largo plazo a disminuir. Como riesgos a
la baja se encuentran el que se presenten menores variaciones en los
precios de algunos bienes incluidos en el subíndice no subyacente, o
que las condiciones de holgura se amplíen más de lo previsto. En
suma, si bien se han intensificado algunos de los factores de riesgo
a la baja, se mantienen otros que la podrían presionar al alza en
mayor magnitud y desviarla de la trayectoria prevista.
Por ello, aún persiste un
balance de riesgos al alza para la inflación respecto a su
pronóstico, en un entorno de marcada
incertidumbre.
Para guiar sus acciones de
política monetaria, la Junta de Gobierno da seguimiento cercano a la evolución de la inflación
respecto a su trayectoria prevista, considerando la postura monetaria
adoptada y el horizonte en el que esta
opera, así como la información disponible de los determinantes de
la
inflación y sus expectativas
de mediano y largo plazos, incluyendo el balance de riesgos para
estos. A su vez, la política monetaria
debe responder con prudencia si por diversas razones se eleva considerablemente la
incertidumbre que enfrenta la economía. En este contexto,
considerando que la evolución reciente de la
inflación y de sus principales determinantes no presentan cambios
significativos respecto a las trayectorias previstas, que la posición
cíclica de la economía ha mostrado cierto relajamiento, y que la
postura de política monetaria actual es congruente con la
convergencia de la inflación a su meta, la Junta de Gobierno ha
decidido por unanimidad mantener el objetivo para la tasa de interés
interbancaria a un día en un nivel de 8.25%. Tomando en cuenta los
retos que se enfrentan para consolidar una inflación baja y estable,
así como los riesgos a los que está sujeta la formación de
precios, la Junta de Gobierno tomará las acciones que se requieran,
de tal manera que la tasa de referencia sea congruente con la
convergencia de la inflación general a la meta del Banco de México
en el horizonte en el que opera la política monetaria.
La Junta mantendrá una
postura monetaria prudente y dará un seguimiento especial, en el
entorno de incertidumbre prevaleciente,
al traspaso potencial de las variaciones del tipo de cambio a los
precios, a la posición monetaria
relativa entre México y Estados Unidos, en un contexto externo en el
que persisten riesgos, así como a la evolución de las condiciones
de holgura en la economía. Ante la presencia y posible persistencia
de factores que, por su naturaleza, impliquen un riesgo para la
inflación y sus expectativas, la política monetaria se ajustará de
manera oportuna y firme para lograr la convergencia de esta a su
objetivo de 3%, así como para fortalecer el anclaje de las
expectativas de inflación de mediano y largo plazos para que
alcancen dicha meta.
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