La criminalidad en
nuestro país no cede. Con un promedio de 79 asesinatos diarios, 2018
fue el año más violento en nuestra historia. El daño que deja la
delincuencia es inconmensurable y merma el desarrollo económico, la
atracción de la inversión, la generación de empleo, y sobre todo,
deteriora gravemente la confianza y tranquilidad en la vida diaria de
los mexicanos.
México necesita más
que nunca de una política de seguridad estratégica, compromisos
serios, y una visión integral de Estado donde todos los sectores
sean escuchados y partícipes de acciones y responsabilidades
conjuntas.
La Guardia Nacional
con mando civil es un paso firme, pero sólo inicial en el combate
contra la delincuencia. A esta figura se debe sumar una reingeniería
estructural y administrativa que permita dignificar el papel de los
cuerpos policiales y que agilice y mejore el proceso de impartición
de justicia en todos sus niveles.
Más aún, y aunque
reconocemos el gran esfuerzo de las Fuerzas Armadas en la lucha
contra el crimen organizado, debemos pugnar por un marco jurídico
adecuado que regule de manera clara su intervención.
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La creación de la
Guardia Nacional nos presenta una oportunidad inmejorable para
revertir errores y plantear una agenda de procuración e impartición
de seguridad y justicia verdaderamente integral. Más que nunca,
nuestro país necesita de policías capacitados y en sintonía con la
ciudadanía, así como de intervenciones militares claramente
acotadas y con total apego a los derechos humanos.
El reciente anuncio
del Gobierno Federal que solicita que el mando de la Guardia Nacional
sea civil y no militar, como se había planteado inicialmente, es un
paso en la dirección correcta.
Sin duda este es un
triunfo del debate público que se ha generado entre sociedad civil,
legisladores y el gobierno federal.
Reconocemos que el
Presidente de la República haya recomendado enmendar la propuesta
inicial que el Poder Ejecutivo y la mayoría de los legisladores de
su Partido, habían venido postulando.
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Sin embargo, en
Coparmex consideramos que existen otros elementos irreductibles que
deben quedar delimitados.
El primero es que
los militares que pertenezcan a la Guardia Nacional deben renunciar a
la milicia con el fin de asegurar la preponderancia del mando civil.
Así mismo, se deben
establecer con claridad las atribuciones de los estados y municipios
en materia de combate a la delincuencia y seguridad pública, ya que
sólo con una relación de coordinación y no de subordinación, se
podrá respetar el pacto federal.
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Debemos tener claro
que la creación de la Guardia Nacional es sólo un primer paso para
resolver la terrible encrucijada que vivimos en materia de
criminalidad. Requerimos de cambios más profundos y contundentes.
No podemos dejar de
lado la indispensable tarea de fortalecer las policías en el ámbito
federal, estatal y municipal, ya que en ellos recae la cercanía con
la población y son el primer eslabón dentro del sistema de
seguridad.
Para esto, es
necesario crear una Academia Nacional para Policías, para garantizar
que en el mediano plazo, los elementos de todas las corporaciones de
seguridad cumplan con el perfil deseable para el cumplimento de sus
tareas de forma eficaz y confiable.
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Por último, debemos
seguir acrecentando la participación ciudadana para restaurar el
vínculo de confianza entre la población y las corporaciones
policiales que se ha visto afectado por acciones de corrupción,
extorsión, mal manejo de recursos y la falta de respuesta en la
prevención e investigación de los delitos.
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Sin duda la
conformación de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana
y la inminente creación de una Guardia Nacional con mando civil, son
un paso fundamental para desafiar los problemas de inseguridad que
nos aquejan. Sin embargo, no es suficiente.
México reclama un
rediseño integral de las instituciones responsables del
fortalecimiento del Estado de Derecho, que permita restablecer la
convivencia social.
Brindar seguridad a
los ciudadanos, es una función indeclinable del Estado. Ya es
tiempo que en México esta responsabilidad se asuma a cabalidad y
esto restablezca la paz social.
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