Aquiles
Córdova Morán
Hemos
sostenido, y lo seguiremos haciendo el tiempo que haga falta, que la
pública condena y tajante eliminación del intermediarismo de
organizaciones y “líderes” en el manejo de los programas de
transferencia monetaria del nuevo Gobierno, destinados a los más
débiles y marginados del país, no tiene absolutamente nada que ver
con nosotros, con “la antorcha mundial”. Nunca hemos tenido ni
pedido la concesión de ser nosotros, los “falsos líderes y
dirigentes”, quienes entreguemos esos recursos monetarios a los
pobres para comprar su apoyo y su adherencia a nuestro Movimiento. Y
quienes piensen que no decimos la verdad a este respecto, pronto
tendrán la oportunidad de convencerse de lo contrario ahora que son
gobierno.
También
hemos sostenido que, en varios casos en que hemos sido testigos
oculares casuales de la operación, los dineros de programas como
PROGRESA, PROSPERA, SESENTA Y MÁS y otros parecidos, nunca fueron
manejados en el pasado por ninguna organización “intermediaria”,
sino siempre por funcionarios gubernamentales que, con el padrón
oficial de beneficiarios en mano, entregaban el recurso personalmente
a cada uno de ellos, previa identificación. Y que era y es correcto
que así se haga. En consecuencia, ahora como entonces, no tenemos
ninguna objeción a semejante procedimiento o a otro más
perfeccionado; por el contrario, lo juzgamos muy racional y lo
aplaudimos, aunque nadie nos pida ni le importe tal apoyo y aunque se
juzgue una forzada hipocresía de nuestra parte.
Todos
los integrantes de la “antorcha mundial”, y no solo los líderes,
nos hemos dedicado desde siempre a algo muy distinto al fácil oficio
de repartir dinero ajeno para comprar conciencias. Nuestro trabajo ha
consistido en descender a la entraña profunda de pueblos y colonias
míseros y olvidados de todos, para conocer sus verdaderas
necesidades y carencias, formuladas por la boca de quienes realmente
las saben porque las padecen, formar con ellos y ellas un sencillo
inventario de tales necesidades y lanzarnos juntos, de puerta en
puerta, de ventanilla en ventanilla y de funcionario en funcionario,
a una lucha sufrida, tenaz y perseverante para conseguir que sus
problemas sean atendidos y resueltos por quienes tienen la obligación
legal de hacerlo.
Es
absolutamente cierto que en esta dura batalla, cuando, después de
agotar todos nuestros esfuerzos y paciencia, no obtenemos respuesta
satisfactoria o una negativa argumentada y convincente, nos hemos
visto forzados, en más de una ocasión, a sacar nuestra protesta a
la calle y a echar mano de todos los recursos legales de la lucha de
masas directa (la verdadera democracia participativa, no la que se
reduce a contestar encuestas) para conseguir un poco de justicia
social, con las consiguientes molestias involuntarias a la ciudadanía
que los medios han aprovechado para llenarnos de oprobio y lodo. La
lucha valiente y decidida de los pobres siempre causa irritación a
quienes tienen el estómago lleno y satisfecho hasta sus menores
caprichos.
Pero
tómese como se tome y califíquese como se quiera, lo que ahora me
interesa reconocer, reiterar y defender es que ésta ha sido y es
nuestra verdadera lucha; no el enriquecimiento ilícito a costa de
los pobres, el chantaje, la manipulación corporativa de las masas y
“los moches”, como tan mendaz y ligeramente se nos atribuye. Y
tengo muy claro que esta aseveración mía, diametralmente opuesta a
la que difunden los medios en su mayoría, esta profunda divergencia
entre mi versión de los hechos y la de nuestros enemigos y
detractores (la inmensa mayoría gratuitos), no tiene ni puede tener
solución definitiva en el plano de la pura lucha discursiva,
conceptual y abstracta; hace falta remitirse a las pruebas
documentadas y, muy en particular, a la realidad de los hechos duros,
contantes y sonantes. Por eso insisto, como lo he hecho en múltiples
ocasiones anteriores y como es de elemental legitimidad lógica, que
si algún funcionario o gobierno sostiene que nos entregó alguna vez
dinero en efectivo para nuestro manejo discrecional, respalde su
afirmación presentando las pruebas documentales que deben obrar en
su poder; que si alguien sostiene que nos quedamos con el dinero
destinado a alguna obra, diga de qué obra se trata, cuándo y dónde
dejó de realizarse y presente la denuncia correspondiente.
De
nuestra parte, volvemos a reiterar que nuestro trabajo, que el
resultado de nuestra lucha, es algo que se puede ver y palpar, y que
estamos dispuestos a mostrárselo a quien quiera comprobarlo, sin
condiciones y sin importar los fines que persiga. Puedo agregar ahora
que, aunque se ha tenido buen cuidado de negarlo y silenciarlo por
políticos ofendidos y medios informativos tendenciosos y
manipulados, en muchos casos la obra de “la antorcha mundial”
puede calificarse de insuperable, sorprendente en sumo grado para
propios y extraños, y sin rival en todo el país. Chimalhuacán e
Ixtapaluca en el Estado de México, Tecomatlán y Huitzilan de Serdán
en Puebla, varias colonias populares en Xalapa, Veracruz, y en la
propia capital poblana, son algunos ejemplos de lo hecho hasta aquí,
sin contar nuestro trabajo organizativo y de concientización,
cultural y deportivo a escala masiva, también sin paralelo en otra
organización o partido.
Hoy
está en discusión el presupuesto que ejercerá el nuevo Gobierno, y
varias expresiones y manifestaciones oficiales aseguran no se
presupuestará ninguna obra, proyecto o programa que no provenga del
poder Ejecutivo. El argumento: que quienes solicitan presupuesto para
alguna obra por su cuenta anda en busca de “moches”. Esto es
pensable y posible en muchos casos tal vez, pero no en todos; y
menos, debo decirlo con toda claridad y firmeza, en el caso de
Antorcha. Como digo, la gestión de los antorchistas cumple con dos
requisitos innegables y comprobables que la ponen fuera de tal
sospecha: primero, se trata de necesidades auténticamente populares,
pues el procedimiento por el cual se han recogido y escogido lo
garantizan; segundo, no se solicita dinero ni el privilegio de
decidir quién ejecutará la obra correspondiente; esto lo dejamos,
hoy como siempre, a cargo del o los gobiernos respectivos. Nos
interesa la obra; no el manejo del presupuesto.
Cuando
el presidente de la República dice y repite públicamente que no
permitirá que “la antorcha mundial” maneje ni un solo peso de
sus programas de transferencia monetaria, creemos que lo hace
pensando en que el recurso debe llegar íntegro a su destinatario. Y
esto es plausible, aunque el propósito mismo del programa no lo sea
y aunque a nosotros se nos señale y ofenda sin razón. Pero en
cambio, si ahora se trata de negarle obras de primera necesidad a la
gente más pobre y marginada del país, obras que no están
contempladas en el presupuesto federal y a las que tiene pleno
derecho según las leyes, creyendo que así castiga a los amigos de
los “moches”, comete un error y una grave injusticia derivada del
mismo: pensando dañar a los vividores, niega el progreso y el
bienestar elementales a quienes más lo necesitan; niega de un golpe,
y apoyado en suposiciones no comprobadas, su propia bandera de
campaña: “Por el bien de todos, primero los pobres”.
Se
acepte o no, los miembros del Movimiento Antorchista Nacional están,
todos, entre esos pobres, y tienen, por tanto, todo el derecho a
esperar, como cualquier mexicano en su situación, que los beneficios
de la “Cuarta Transformación” lleguen también a ellos. En caso
contrario, tendrán que salir a las calles a reclamar el derecho
humano elemental de ser escuchados y atendidos. Y no será por culpa
de ellos ni de sus “falsos líderes” en busca de “moches”,
como reza el discurso de los voceros de esa “Cuarta Transformación”
prometida.