martes, 5 de agosto de 2025

¿Ransomware en el aula? Universidades en la mira del cibercrimen


 

Por Tomás Dacoba, director de Marketing de Veeam para Latinoamérica

 

La digitalización continúa transformando profundamente el sistema educativo a nivel mundial. Gracias a ella, las escuelas modernizan sus procesos administrativos y operativos, optimizan la capacitación de sus docentes, y brindan mayor flexibilidad académica a sus alumnos. Asimismo, es común que las instituciones de educación superior contemplen modalidades de enseñanza híbridas y remotas, aprovechando aplicaciones móviles y en la nube para fomentar la colaboración e interacción en la labor docente y en las clases.

 

En Latinoamérica, las plataformas digitales han permitido ampliar el acceso a educación superior, llegando a los jóvenes de zonas marginadas que, de otra forma, verían truncado su sueño de estudiar una carrera. También han aumentado la competitividad internacional, al facilitar opciones online que abren la puerta a estudiantes que viven en otros países.

 

En México, una reciente encuesta de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES)[1] deja ver que 3 de cada 4 universidades cuentan ya con procesos digitalizados o automatizados. Sobre esta base, más de la mitad están acelerando su preparación para utilizar la IA en sus procesos, y asignan a esto una alta prioridad en varios casos, tales como potenciar la docencia y calidad educativa (tema que obtiene una prioridad alta en el 65% de los casos), optimizar el aprendizaje y la evaluación del aprendizaje e impulsar la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación (ambas con alta prioridad para el 57% de las instituciones participantes).

 

El problema es que, a mayor uso de tecnologías digitales y disruptivas, el riesgo de sufrir ataques cibernéticos también crece. Como las universidades manejan una gran cantidad de datos sensibles (información confidencial de estudiantes y personal catedrático, expedientes académicos, certificados, proyectos científicos, resultados de investigaciones, patentes, etcétera), son un blanco principal de los ciberdelincuentes.

 

De acuerdo con Sophos[2], si bien la tasa global de ataques de ransomware en el sector educativo bajó de un año al otro (con el 63% de las instituciones de educación superior habiendo sufrido un ataque en 2024, versus el 79% de 2023), el daño que los incidentes tienen es más grande: la tasa de ataques con cifrado de datos en este nivel educacional pasó del 73% al 77%, y los ciberdelincuentes están robando los datos y usándolos como chantaje para monetizar aún más los ataques, en el 18% de los casos.

 

Nuevo ciclo escolar, nueva estrategia contra el ransomware

Los ataques de ransomware no han dejado de crecer: el Reporte de Tendencias de Ransomware y Estrategias Proactivas 2025, de Veeam, indica que el 21% de las organizaciones latinoamericanas en general reportaron al menos un ataque el año pasado; el 34% sufrieron dos ataques; el 25%, tres, y el 20% cuatro o más.

 

Las universidades no se pueden permitir detenerse. ¿Qué pueden hacer ahora que comienza un nuevo ciclo escolar para protegerse tanto del ransomware como de

otras vulnerabilidades que pongan en peligro su valiosa información y su dinámica habitual? Hay varias tareas que, si se llevan a cabo adecuadamente, ayudan a las áreas de TI y Seguridad de estas instituciones a mantener a salvo sus datos y la continuidad operativa, aun ante la inminencia de un ataque.

 

Además de tomar medidas como la implementación de sistemas de detección de intrusos, la autenticación multifactor (MFA) y mejores prácticas en relación con la actualización de plataformas y aplicaciones, es crucial contar con una estrategia enfocada en las personas, que incluya capacitación continua para alumnos, docentes y personal en general, sobre cómo identificar amenazas y la importancia de contar con mejores prácticas de seguridad; campañas de sensibilización, promoviendo el uso de contraseñas y autenticación, entre otros temas, y simulacros que preparen a la comunidad universitaria ante la posibilidad de incidentes reales.

 

Finalmente –pero no menos importante–, a nivel de infraestructura tecnológica las instituciones educativas deben renovar sus estrategias de protección de datos. Hoy por hoy y de cara al futuro, las soluciones de respaldo y recuperación ante desastres tradicionales no funcionan para hacer frente a las amenazas cibernéticas del siglo XXI.

 

Las medidas de las que hablamos en los párrafos previos no sirven de mucho si no se cuenta con un enfoque hacia la resiliencia radical, es decir, que vaya más allá de la protección convencional de datos y brinde seguridad de datos, recuperación de datos y libertad de datos a través de un respaldo y recuperación inteligente, basado en Zero Trust, que ofrezca visibilidad y analítica avanzada, y que sea inmutable.

 

Para un sector educativo que es cada vez más dependiente de la digitalización y las nuevas tecnologías, y dado que la transformación digital seguirá avanzando, es fundamental que las instituciones tengan una base sólida de seguridad y protección de datos. En este escenario, la resiliencia radical de los datos es un pilar que garantizará la continuidad del aprendizaje y la integridad de la comunidad universitaria del país, al evitar que pueda verse interrumpido por las múltiples amenazas que nos acechan mundialmente.

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