El acoso sexual y laboral (mobbing) cuestan a las organizaciones miles de millones de dólares en demandas y abandono de trabajo. Este problema conlleva, además, un impacto negativo en la imagen y reputación del negocio.
Por Arturo del Castillo, director ejecutivo asociado de Kroll México.
Desde antes
de la pandemia, las organizaciones mexicanas ya enfrentaban múltiples retos. Desde
implantar iniciativas para mejorar sus procesos de negocio y contratar los
mejores perfiles para sus vacantes, hasta impulsar estrategias de marketing, abrir nuevos canales de
comunicación y mantener su reputación de marca en redes sociales. Ahora, con la
crisis sanitaria, aparecieron nuevos retos como el trabajo remoto, ajustar los
recursos económicos y laborales e implantar nuevas herramientas y soluciones de
ciberseguridad, entre otros.
Pero en
este contexto, existe otro problema que se remonta a mucho tiempo atrás y que
las organizaciones siguen enfrentando: el acoso. Este es un problema que
se presenta en las compañías por múltiples factores, como la ausencia de
políticas internas frente a este problema, estrategias deficientes de
comunicación por parte de las áreas de Recursos Humanos o el encubrimiento y
tolerancia de situaciones de acoso sexual o laboral.
Pero: ¿qué
es el acoso? El acoso puede entenderse como cualquier comportamiento
inapropiado cuyo objetivo sea atentar contra la dignidad de una persona,
especialmente cuando dicha actitud crea un marco ofensivo, degradante e
intimidatorio para la víctima.
A pesar de
que el acoso sexual se ejerce entre ambos géneros, la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de
las Relaciones en los Hogares indicó que, en los
centros de trabajo, el género femenino padece en mayor medida este problema. De
acuerdo con esta encuesta, alrededor del 27% de las mujeres que laboran en una
compañía han experimentado
algún acto de acoso sexual.
Este problema además de representar un asunto ético
debe entenderse también como un asunto de máxima prioridad de Compliance. El
acoso sexual y laboral ya es un asunto regulado y tipificado por el marco
jurídico de México. Por tanto, no hacer nada ante este problema o intentar
justificarlo puede conllevar multas, sanciones y demandas que representen un
alto costo para las empresas; además de ver seriamente afectada su reputación.
Y en este sentido, cabe recordar que a la fecha ya
hay múltiples escándalos corporativos por acoso sexual que han dañado la imagen
de empresas con una larga trayectoria. Y es que un asunto de acoso sexual, mal
entendido y no gestionado adecuadamente puede convertirse rápidamente en un escándalo
de proporciones mayúsculas. No solo a nivel mediático, sino también a nivel
comercial o estratégico.
En este sentido, debe entenderse que las redes
sociales actúan como amplificadores globales de eventos que son percibidos ya
como actos repulsivos. Lo que antes se justificaba y se normalizaba en las
organizaciones, hoy día son vistos como asuntos intolerables: el uso
de leguaje misógino, gestos con interpretación sexual, tocamientos no
consentidos, etc. son prácticas que hasta hace poco se veían como parte de la
convivencia en la oficina. El acoso sexual nunca ha sido un asunto aceptable.
Pero hoy, a diferencia del pasado, no solo no es aceptable, sino que convoca a
la acción para denunciar y castigar. No entender esta nueva realidad es no
entender las nuevas circunstancias de la vida corporativa.
En cuanto
al acoso laboral (mobbing) es
importante señalar que se trata de acciones de
intimidación y hostigadoras de un empleado hacia otro. Al respecto, la Secretaría
del Trabajo y Previsión Social, a través del Protocolo
para prevenir, atender y erradicar la violencia laboral en los centros de
trabajo, señaló que en México el 80% de los trabajadores ha
padecido algún tipo de violencia psicológica (maltrato, humillación, insultos,
gritos) en sus centros de trabajo.
El acoso laboral genera en la víctima serios problemas
psicológicos que se acentúan con el paso del tiempo y que, por lo general,
terminan en la renuncia del trabajador. Este tipo de violencia gana terreno
cuando existe una deshumanización de las relaciones laborales, falta de
herramientas de prevención, mecanismos para tratarlo y la complicidad con el
acosador que, en muchos casos, suele ser el jefe o director del área a la que
pertenece la víctima.
El acoso laboral, al igual que el sexual, puede llevar a
la renuncia psicológica, es decir, cuando los empleados deciden reducir su
nivel de desempeño a raíz de los problemas que sufre al interior de la
organización, afectando los resultados de la compañía. Esta práctica, incluso,
puede llevar a actos de venganza, que redunden en robo de información,
sabotajes o incluso fraudes.
Para hacer frente a
esta realidad, las compañías están obligadas a implantar políticas de bienestar
alineadas con las reglas de convivencia y respeto entre empleados. Además,
deben implantar protocolos para revisar las causas de renuncia de empleados
para poder detectar posibles situaciones de acoso laboral. No contar con este
tipo de medidas puede hacer que las empresas incurran en gastos más altos por
remplazos, pérdida de talento humano y, lo que es peor para la productividad, crear
una cultura corporativa nociva o tóxica.
En este contexto, las empresas deben contar con programas
que les ayuden a prevenir, detectar e investigar situaciones de acoso sexual o
laboral. La solución de los problemas comienza en el momento mismo de reconocer
que se tiene un problema, El acoso sexual y laboral en las organizaciones demanda
acciones decididas para atajar, de una vez por todas, un problema crónico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario