Por Gabriel del Campo, Vicepresidente de Data Center, Cloud y Seguridad Cirion Technologies
La nube híbrida
continúa imponiéndose en el mercado: la consultora IDC predice que,
para fines de este año, estará presente en al menos el 90% de las
organizaciones de todo el mundo. Una tendencia que se explica por la
centralidad que el cloud tiene en las estrategias de transformación
digital y por los niveles de fluidez y flexibilidad que propone este
modelo.
Llamamos
“nube híbrida” a un panorama tecnológico que incluye cierta presencia
local o infraestructura propia (nube privada) y un conjunto de
aplicaciones, datos y procesos migrados a una nube pública. Entre sus
características destaca el hecho de que las cargas de trabajo se mueven
de manera fluida, transparente y automatizada entre los diferentes
entornos de acuerdo con las necesidades.
No
se trata de una solución llave en mano que puede replicarse en todas
las empresas para obtener el mismo resultado, sino de una verdadera
ecuación que plantea nuevas incógnitas en cada caso en particular.
Despejarlas es la clave para alcanzar todos los potenciales beneficios que brinda una arquitectura de nube híbrida.
Entre
las variables que entran en juego destacan la velocidad de la red, la
capacidad de procesamiento, la optimización de la arquitectura, la
latencia que se logra, el control de los costos y el governance del conjunto.
Experiencia del usuario
Para
encontrar el camino, el foco debe estar puesto en la experiencia del
usuario. Debe ser la que satisfaga la expectativa del usuario sin que
importe si está comprando un producto online, generando una transacción
financiera, completando el trabajo de la oficina, estudiando o incluso
jugando o comunicándose con amigos, en cualquiera de los casos. Tampoco
es relevante su ubicación geográfica ni el dispositivo del que accede:
la experiencia debe ser homogénea independientemente de esos factores.
Por
eso, es necesario analizar dónde se procesa la información y con qué
inmediatez se requiere la respuesta. Cuando se trata de cargas de
trabajo que exigen una devolución inmediata, entonces resulta clave
reducir el tiempo de transporte de los datos hacia el punto de
procesamiento. Por otro lado, hay cargas de trabajo que por su dinámica o
funcionalidad resulta más adecuado ubicarlas en algún data center
central. Por lo tanto, el armado de la arquitectura y la decisión de
dónde se procesa cada carga, resulta fundamental para alcanzar una mayor
performance.
La
conectividad entre esos puntos resulta igual de clave. En un juego de
equilibrios habrá que explorar la multiplicidad de alternativas para
identificar los proveedores de internet que ofrezcan buena interconexión
con sus pares -para garantizar el correcto desempeño de la arquitectura
de punta a punta, concatenando de manera óptima todos los eslabones que
conforman la nube híbrida- y, al mismo tiempo, que habiliten eficiencia
en costos.
Con la mira en la latencia
En
todo este camino, el ojo estará puesto en la latencia: los retardos en
la transferencia de datos deben ser mínimos y el desempeño debe alcanzar
el máximo de su potencial, aun cuando se trate de aplicaciones
exigentes como video, realidad virtual o juegos.
El governance,
por su parte, es lo que permite dar al proyecto una dirección
estratégica alineada con el propósito del negocio, garantizar el
cumplimiento de los marcos normativos y de las políticas
organizacionales, analizar y monitorear el rendimiento, asignar los
recursos de manera adecuada y establecer criterios de mejora continua,
no solo desde la tecnología, sino también desde otras dos perspectivas,
las personas y los procesos.
En
el largo plazo, la nube híbrida es la que permite el mejor
aprovechamiento de los servicios y el mayor ahorro de costos. Pero no
son beneficios mágicos: es fundamental para desentrañar esa ecuación
haber entendido bien el modelo, haber implementado correctamente el governance y, por supuesto, haber sido muy riguroso a la hora de hacer las cuentas.
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