Omar
Carreón Abud
Por lo pronto el TLCAN está muerto. Muerto,
porque veo muy difícil que vuelva a incorporarse Canadá que
evidentemente estuvo excluido del anuncio oficial que realizaron el
presidente Enrique Peña Nieto y el presidente Donald Trump, con la
presencia y, por supuesto, con la aprobación, del representante del
presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, el doctor Jesús
Seade. Canadá estuvo excluido y agraviado sin necesidad, pues no
hacía muchos días que la Canciller de ese país, Chrystia Freeland,
había estado en las oficinas del gobierno federal y en las del
presidente electo y, en ambas, se le había reiterado que México y
Canadá marcharían juntos hasta el final. El anuncio del nuevo
Tratado de Comercio entre Estados Unidos y México, se hizo desde la
oficina del presidente de Estados Unidos, la televisión mexicana lo
estuvo enfocando mientras hablaba con el presidente Peña Nieto y
allá estuvieron los principales encargados de la negociación de la
parte mexicana. Todo en Washington.
El
nuevo tratado no se pudo concluir antes de las elecciones del 1 de
julio para que ayudara a la imagen y, quizá, a la votación del PRI
en las elecciones pasadas, pero sí se da casi por concluido antes de
las elecciones intermedias de noviembre que tanto le interesan a
Donald Trump: en política no hay casualidades. México quería que
fuera por tiempo indefinido y no a revisar cada cinco años, se
revisará cada seis años; México se negaba a aceptar que los
componentes de los automóviles fueran obligatoriamente el 75%
provenientes países de la región (léase, de Estados Unidos), será
obligatorio (antes era 62.5%); y, todavía no sale todo, quién sabe
cuántas otras concesiones vayan a salir más adelante. Se trata de
un acuerdo maquilador con seudónimo. Convengo en que quizá eso era
lo posible dada la debilidad crónica de nuestro país y, como quiera
que sea, nuestros representantes -en funciones y electos- culminan un
proceso seguramente muy difícil para que en México haya empleo y
mejor nivel de vida.
Mientras
unos tratan de que haya empleos en México, de industrializarlo,
otros los combaten. Verá usted. Con motivo de la discusión sobre si
se va a permitir o no se va a permitir la construcción de un nuevo
aeropuerto en la zona del Lago de Texcoco, el futuro titular de la
Secretaría de Desarrollo Territorial y Urbano (SEDATU), Román
Meyer, le entregó un documento informativo al presidente electo
Andrés Manuel López Obrador, en el cual -según la nota del
periódico Reforma del pasado 19 de agosto firmada por Zedryk Raciel-
se incluía un supuesto análisis elaborado por José Luis Luege
Tamargo sobre el Centro Estratégico de Recuperación Ambiental del
Oriente (CERAO). Este CERAO es la última etapa de una vieja
aspiración de los chimalhuaquenses que ya en el año 2000 le fue
planteada durante su campaña proselitista a quien había de ser el
presidente del Nuevo Chimalhuacán, al Biólogo Jesús Tolentino
Román Bojórquez.
La
demanda consistía en que los sectores más vulnerados de
Chimalhuacán, aspiraban a que en su municipio hubiera fuentes de
trabajo. Así de sencillo. Chimalhuacán era y, a pesar del
impresionante progreso que registra, sigue siendo un municipio
dormitorio, como los que existen alrededor de las grandes ciudades
del mundo como Calcuta y Johannesburgo. Ríos humanos desembarcan
(claro, en el arroyo vehicular y avanzan por la calle) en el Metro
Pantitlán a las 5 de la mañana y antes, para apresurarse a su
trabajo diario y, vuelve a vérseles, en grandes masas, desfilar
silenciosos, exhaustos, resignados, a eso de las 9 y 10 de la noche.
Aterrador. El resto, es decir, sus esposas e hijos, se ganan la vida
en el “empleo informal” expresión que se ha convertido en el
eufemismo predilecto para denominar a la venta de cualquier cosa a la
intemperie, sin horario, ni seguridad, ni salario, ni vacaci0nes, ni
nada de nada. La gran familia mexicana hecha pedazos.
¿Por
qué entonces no habrían de aspirar a que, en su municipio,
relativamente cerca de su casa, hubiera empleos formales y -hasta
donde la realidad nacional lo permita- bien pagados? ¿Por qué no?
Era una tarea difícil pero las administraciones antorchistas,
valientes y decididas, sabiendo que la aplicación lo conquista todo,
recogió el guante y enarboló la demanda; fue así como en el año
2006, durante el gobierno de Felipe Calderón se presentó la primera
propuesta correspondiente a las autoridades federales y, al año
siguiente, el presidente municipal, Marco Antonio Lázaro Cano,
presentó el proyecto ante el gobernador del estado. Los estudios
técnicos y la decisión habrían de tardar todavía 10 años más.
Sólo el 21 de julio de 2016. El Diario Oficial de la Federación
publicó la donación a Chimalhuacán de 200 Has. para tres
proyectos: 20 Has. para instalar la Universidad Politécnica de
Chimalhuacán, 30 Has. para construir una Unidad Deportiva y 150 Has.
para realizar lo que comúnmente se denomina una Ciudad Industrial,
es decir, se abrió finalmente el camino para que por la vía de la
inversión en industrias y negocios los chimalhuaquenses tuvieran los
empleos que habían estado reclamando durante años.
Nada
de esto le importó al señor Luege Tamargo para su “análisis”.
Él simplemente dictaminó, y lanzó como un ucase que “sin motivo
ni justificación alguna, la SEGOB promueve un convenio para “donar”
(las comillas son de Luege y vaya usted a saber qué significan) 200
Has de la zona federal del Lago de Texcoco (ZFLT) al municipio de
Chimalhuacán para la construcción de un parque industrial”. Así
de que “sin motivo ni justificación alguna… para la construcción
de un parque industrial” ¿dónde habrá aprendido lógica el señor
Luege? Pero lo más indignante es el remate de sus razonamientos
cuando se refiere ya directamente a los dirigentes antorchistas del
país: “El gobierno federal, violando toda la normatividad pretende
“obsequiarlo” (otra vez las comillas inexplicables) a esos
líderes corruptos que obligan a sus socios a encuerarse en la vía
pública”.
José Luis Luege Tamargo, forma parte ya de la
distinguida caterva de intelectuales y no tan intelectuales que han
calumniado, mentido e insultado al Movimiento Antorchista con rabia
de clase y cuando se les responde y refuta fingen que no ven ni oyen.
Luege Tamargo ha sido puesto en su sitio varias veces (ver, por
ejemplo, los artículos del Maestro Aquiles Córdova Morán) y adopta
la actitud de decenas ¿o centenas? de valientes que son expertos en
las emboscadas, pero no se baten dignamente en la liza abierta y
limpia de las razones.
Nadie, pues, se hubiera acordado de estas
majaderías si no se hubiera sabido que el Doctor Román Meyer las
llevaba entre los documentos que presentó al presidente electo para
ayudar en las reflexiones acerca de la instalación del aeropuerto en
la zona del lago de Texcoco. Un estudio detallado del CERAO y sus
antecedentes y perspectivas, de su legalidad absoluta, lleva a la
conclusión de que se trata de un proyecto de desarrollo social de
gran impacto para los habitantes del municipio de Chimalhuacán y los
municipios circunvecinos, que no se planeó junto con el aeropuerto
sino mucho antes, que tiene su raíz y razón en la crítica falta de
empleo formal en la zona, en una ambición educativa legítima y en
la necesidad indiscutible de deporte para la juventud. Es más, en
cuanto a la seguridad contra las inundaciones de la zona, cabe
agregar que la petición original de los chimalhuaquenses ascendía a
800 Has. pero, en aras de contribuir a la construcción de dos nuevas
lagunas reguladoras que aumentaran la seguridad de la zona,
renunciaron a recibir el predio completo y la donación quedó en
sólo 200 Has. Termino. Es de desearse que, aunque las nuevas
autoridades tienen que oír de todo, no atiendan a los gritos
histéricos de un Luege Tamargo ni de otros como él, que se
pronunciarán a lo largo de su gobierno en éste y en otros temas,
sino que escuchen la razón y sobre todo la necesidad del pueblo, no,
como en este caso, la de los enemigos del empleo y, por lo visto,
también de la educación y el deporte.
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