A estos factores se suma un segmento de la población que simplemente no se siente cómodo con el uso del TAG (8.3%), ya sea por desconfianza en la tecnología o resistencia al cambio. Adicionalmente, 2.1% de los conductores declara que prefiere pagar en efectivo, una práctica que, si bien es minoritaria, representa un reto si no se le ofrece una alternativa funcional y de fácil acceso. Otro de los principales desafíos estructurales es la baja bancarización de la población, particularmente en regiones rurales o en zonas en las que la infraestructura financiera es limitada. Esto genera una dependencia del TAG en esquema de prepago, el que suele incluir un cargo adicional por realizar una recarga, sin dejar de lado las implicaciones que puede tener al momento de contar o no con saldo en las casetas. Asimismo, el correcto funcionamiento de la infraestructura tecnológica es otro elemento crítico. Fallas en el sistema de lectura de TAG, la falta de cobertura en algunas plazas de cobro o problemas en la actualización de saldos pueden generar frustración y desconfianza en el sistema. La confianza del usuario depende de la fiabilidad de la tecnología. Un Mercado por Conquistar Pese a los retos, la decisión abre la puerta a una serie de oportunidades de innovación, competencia y mejora de servicios. En primer lugar, la transición al TAG representa una oportunidad para que nuevos jugadores entren al mercado y disputen la preferencia de los automovilistas. Actualmente existen cuatro principales proveedores del servicio, y con la eliminación del efectivo, la competencia se intensificará en términos de precio, funcionalidad, experiencia de usuario y cobertura. |
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