Himno: PUES BUSCO, DEBO ENCONTRAR
Pues busco, debo encontrar;
pues llamo, débenme abrir;
pues pido, me deben dar;
pues amo, débenme amar
aquel que me hizo vivir.
¿Calla? Un día me hablará.
¿Pasa? No lejos
irá.
¿Me pone a prueba? Soy fiel.
¿Pasa? No lejos irá:
pues tiene alas mi alma, y va
volando detrás de él.
Es poderoso, mas no
podrá mi amor esquivar;
invisible se
volvió,
mas ojos de lince yo
tengo y le habré de mirar.
Alma, sigue hasta el final
en pos del Bien de los bienes,
y consuélate en tu mal
pensando con fe total:
¿Le buscas? ¡Es que lo
tienes! Amén
Salmo 90 (91) - A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE.
Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti.»
Él te
librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.
No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela
de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.
Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.
Tan sólo abre tus
ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.
No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a
sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;
te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y
víboras,
pisotearás leones y dragones.
«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.
Con él estaré
en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
PADRE NUESTRO Y AVEMARIA...
Ant 1. Mi grito, Señor, llegue hasta ti; no me escondas tu rostro.
Salmo 101 I - DESEOS Y SÚPLICAS DE UN DESTERRADO
Señor, escucha mi oración,
que mi grito llegue hasta ti;
no me escondas tu rostro
el día de la desgracia.
Inclina tu oído hacia mí;
cuando te invoco, escúchame enseguida.
Que
mis días se desvanecen como humo,
mis huesos queman como brasas;
mi corazón está agostado como hierba,
me olvido de comer mi pan;
con la violencia de mis quejidos,
se me pega la piel a los huesos.
Estoy
como lechuza en la estepa,
como búho entre ruinas;
estoy desvelado, gimiendo,
como pájaro sin pareja en el tejado.
Mis enemigos me insultan sin descanso;
furiosos contra mí, me maldicen.
En vez de
pan, como ceniza,
mezclo mi bebida con llanto,
por tu cólera y tu indignación,
porque me alzaste en vilo y me tiraste;
mis días son una sombra que se alarga,
me voy secando como la hierba.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Mi grito, Señor, llegue hasta ti; no me escondas tu rostro.
Oraciones contra el maleficio (ritual griego)
Kyrie
eleison. Dios nuestro Señor, oh Soberano de los siglos, omnipotente y
todopoderoso, Tú que lo has hecho todo y que lo transformas todo con tu
sola voluntad; Tú que en Babilonia transformaste en rocío la llama del
horno siete veces más ardiente y que protegiste y salvaste a tus tres
santos jóvenes; Tú que eres doctor y médico de nuestras almas.
Tú
que eres la salvación de aquellos que se dirigen a Ti, te pedimos y te
invocamos, haz vana, expulsa y pon en fuga toda potencia diabólica, toda
presencia y maquinación satánica, toda influencia maligna y todo
maleficio o mal de ojo de personas maléficas y malvadas realizados sobre
tu siervo... haz que, en cambio, de la envidia y el maleficio obtenga
abundancia de bienes, fuerza, éxito y caridad.
Tú,
Señor, que amas a los hombres, extiende tus manos poderosas y tus
brazos altísimos y potentes y ven a socorrer y visita esta imagen tuya,
mandando sobre ella el ángel de la paz, fuerte y protector del alma y el
cuerpo, que mantendrá alejado y expulsará a cualquier fuerza malvada,
todo envenenamiento y hechicería de personas corruptoras y envidiosas;
de modo que debajo de Ti tu suplicante protegido te cante con gratitud:
"el Señor es mi salvador y no tendré temor de lo que pueda hacerme el
hombre." "No tendré temor del mal porque Tú estás conmigo, Tú eres mi
Dios, mi fuerza, mi poderoso Señor, Señor de la paz, padre de los siglos
futuros".
Sí
Señor, Dios nuestro, ten compasión de tu imagen y salva a tu siervo, de
todo daño o amenaza procedente de maleficio, y protégelo poniéndolo por
encima de todo mal; por la intercesión de la más que bendita, gloriosa
Señora, la madre de Dios y siempre Virgen María, de los resplandecientes
arcángeles y de todos sus santos. Amén.
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