73 de cada 100 mujeres de 15 años o más que forma parte de la población económicamente activa (PEA), tiene al menos un hijo nacido vivo.
De cada 100 mujeres en la PEA
de 15 años y más con al menos un hijo nacido vivo, 36 tienen
secundaria completa.
De las mujeres de 15 años y
más ocupadas que son madres, 26.5% trabajan por cuenta propia.
El INEGI presenta, a propósito
del Día de las Madres, un análisis de las mujeres con al menos un
hijo nacido vivo. La información
hace énfasis en aquellas que se encuentran en el mercado laboral, de acuerdo con cifras de la
Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del primer trimestre
de 2018.
Uno de los objetivos del
trabajo de la mujer fuera de su domicilio es buscar una mejora en la
calidad de vida de los hijos y de la
familia. Además de que un trabajo se convierte en señal de
identidad y parte nodal del bienestar general
(Duran, 2017).
Cabe destacar que en México
el número de madres que contribuye de manera importante o se hace cargo de la economía del
hogar ha aumentado en los últimos años (Migueles, 2018).
La Encuesta Intercensal 2015
reportó 48.6 millones de mujeres de 12 años y más. De éstas, 32.7 millones son madres.
De acuerdo con datos de la
ENOE, en el primer trimestre de 2018, del total de mujeres de 15 años
y más, 42.6% está vinculada a
la Población Económicamente Activa 1 (PEA) y 57.4% están en la Población No Económicamente
Activa 2 (PNEA). Por su parte, de las mujeres económicamente activas en el mismo rango de edad, 73%
tiene al menos un hijo nacido vivo y 27% no tiene hijos.
En cuanto a la población
ocupada, en aquellas mujeres que realizaron alguna actividad
económica durante al menos una hora
(INEGI, s.f.) se observa un comportamiento similar a la PEA: 73.7%
tenía al menos un hijo y 26.3% no
tenía hijos.
Para la población desocupada,
es decir, las mujeres que buscaron trabajo porque no estaban vinculadas a una actividad
económica o trabajo (Ibidem), el comportamiento es diferente, ya que
53.1% eran madres un hijo, mientras
que 46.8% no tenía hijos.
En el país, el promedio de
hijos nacidos vivos de las mujeres de 15 años y más que son económicamente activas es de
dos hijos por mujer; mientras que en las que no lo son (PNEA) es de 2.6 hijos.
Las mujeres de 15 años y más
que deciden no trabajar probablemente se dediquen de tiempo completo a las actividades no
remuneradas tales como el cuidado de personas y el hogar.
(1 Personas de 15 y más años
de edad que tuvieron vínculo con la actividad económica o que lo
buscaron en la semana de referencia, por lo que se encontraban
ocupadas o desocupadas (INEGI, s.f.a).
2 Personas de 15 y más años
de edad que tuvieron vínculo con la actividad económica o que lo
buscaron en la semana de referencia, por lo que se encontraban
ocupadas o desocupadas (INEGI, s.f.a).)
Diversos organismos
internacionales han fomentado el empoderamiento económico de las
mujeres, porque contribuye directamente
a la igualdad de género, la erradicación de la pobreza y el
crecimiento económico inclusivo. La
Organización de las Naciones Unidas establece que una mayor
escolaridad
permite a las mujeres, entre
otras cosas, acceder a mejores oportunidades económicas, tener una mayor autonomía, capacidad de
decisión y modificación de sus expectativas de vida, incluyendo sus pautas reproductivas (Toche,
2017: 7).
De acuerdo con la ENOE, en
2018 el nivel de escolaridad de las mujeres económicamente activas
de 15 años y más con al menos
un hijo nacido vivo es el siguiente: de cada 100, 36 tienen
secundaria completa, 33 educación media
superior y superior, 18 primaria completa y 11 primaria incompleta.
En el grupo de mujeres de 15
años y más con al menos un hijo nacido vivo, la edad juega un papel importante tanto para
insertarse como para permanecer activas en el mercado laboral. Con
datos de la ENOE se observa que la
mayor parte de las madres económicamente activas se concentran en
las de 40 a 44 años (55.7%) y, 45
a 49 años (54.9%). La proporción disminuye conforme avanza la edad.
María Nieves Rico (2004)
sugiere que en América Latina la participación económica femenina
ha aumentado desde la década de
los 80 ́s, particularmente para los grupos que van de 25 a 34 y de
35 a 44 años, lo que podría
indicar que las mujeres que ingresan al mercado laboral no se retiran
cuando tienen hijos y se mantienen
económicamente activas por más tiempo (en Muñoz, 2009).
En cuanto a la situación
conyugal de las mujeres de 15 años o más con al menos un hijo
nacido vivo, se observa un contraste entre
las que están vinculadas al mercado laboral y las que no. Por cada
100 madres económicamente
activas, 15 están solteras; mientras las que no trabajan o buscan
trabajo, sólo cinco se encuentran en
esta situación. En ambas poblaciones, los porcentajes más altos se concentran en casadas o
unidas, la proporción es mayor en las no económicamente activas por
12.5 puntos porcentuales.
La Organización Internacional
del Trabajo (OIT) señala que “las medidas destinadas a promover la armonización de las
responsabilidades laborales y familiares, como por ejemplo los
servicios para el cuidado de niños, no deben
estar dirigidas exclusivamente a las mujeres” (OIT, 2009: 6). Para
lograr esto, el Convenio 156 sobre
los trabajadores con responsabilidades familiares de la OIT sienta
las bases para la creación de
normas y políticas públicas dirigidas a equilibrar el trabajo y el
cuidado de la familia, a fin de que quienes
estén en esta situación puedan acceder a un trabajo estable y sin discriminación.
La OIT ha realizado esfuerzos
para mejorar el acceso de las mujeres a empleos de calidad. Si bien
se han tenido progresos en el
ámbito educativo de las mujeres esto no se ha traducido en una
mejora en sus oportunidades laborales.
Este organismo expone que, en países en desarrollo, las mujeres
ocupan
empleos administrativos, de
servicios, el comercio, así como en ocupaciones elementales.
La posición en el trabajo de
las mujeres de 15 años y más ocupadas que son madres (14.8
millones), muestra que apenas 3.1% son
empleadoras (es decir, contratan personal), 5.8% son trabajadoras sin pago, 26.5% trabajan por
cuenta propia y el resto, se concentra en trabajadoras subordinadas remuneradas, que representan
64.6 por ciento.
En la población de mujeres
ocupadas con al menos un hijo nacido vivo, las principales categorías
en la ocupación fueron:
trabajadores en servicios personales (25.9%), comerciantes (25.5%) y trabajadoras industriales,
artesanas o ayudantes (19.3%); mientras que las mujeres sin hijos se emplearon principalmente en el
comercio (21.3%), como profesionales, técnicos y trabajadores del
arte (18.6%) y oficinistas (16 por
ciento).
“La protección social, o
seguridad social, es un derecho humano definido como un conjunto de
políticas y programas diseñados para reducir y prevenir la pobreza
y la vulnerabilidad en todo el ciclo de vida” (OIT, 2017:73). La protección
social es muy importante en el ingreso de las y los trabajadores,
porque permite el fortalecimiento del
capital humano, sin embargo, el acceso a la protección social sigue siendo limitado.
Según la ENOE en el primer
trimestre de 2018, de las mujeres subordinadas remuneradas 3 de 15 años y más con al menos un
hijo vivo, 40.9% recibe aguinaldo y 35.3% tiene vacaciones con goce
de sueldo. Cabe resaltar que de
las mujeres subordinadas remuneradas de 15 años y más con al menos un hijo nacido vivo, 20.7% no
recibe alguna prestación.
Existen otras prestaciones a
las que las mujeres subordinadas remuneradas con al menos un hijo nacido vivo tienen acceso,
aunque no siempre las utilicen. El fondo de retiro (29.5%) y los
créditos de vivienda (29.2%) son las que
concentran más mujeres, mientras que las proporciones más bajas son los tiempos para cuidados
maternos (11.7%) y los seguros de gastos médicos mayores (2.5 por
ciento).
Estudios realizados por la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) mencionan que el aumento de la
participación de las mujeres en la fuer za de trabajo produce un crecimiento económico más
rápido (ONU MUJERES, s.f.). Parte importante de esa fuerza está compuesta de mujeres que son
madres.
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