martes, 24 de enero de 2017

Los hambrientos


Documental teatral sobre la industria alimenticia

Se presenta de viernes a domingo hasta el 12 de febrero
En la Sala Rosario Castellanos de Casa del Lago

Un simulacro teatral de lo que viven los animales en los criaderos y rastros de una industria alimenticia global que se constituye de crueles procesos y mecanismos, guía el argumento de Los hambrientos.

“Para nuestro consumo matamos 12 millones de animales, cada minuto, en el mundo. Es una realidad aterradora. Detrás de los asesinatos están los maltratos y la tortura que no siempre se hacen visibles”, explica David Psalmon, director de esta puesta que se estrenó en Casa de Lago el pasado 20 de enero y que permanecerá hasta el 12 de febrero.

Psalmon (1973), creador escénico de origen francés y radicado en México desde el año 2000, ofrece un experimento escénico que se encuentra a medio camino entre el teatro y el cine documental; una obra construida a partir de viñetas, en las que él mismo actúa, y de material que se documenta de diferentes fuentes, entre ellas del concepto de “biopolítica” de Michel Foucault.

Con base en esta teoría filosófica, buscan reflejar en escena cómo es que los sistemas controlan a los individuos a través de lo que comen.

“O de lo que nos hacen comer. Queremos mostrar de qué forma somos dominados a través de la ingesta y del cuerpo. En esta obra al igual que en Los Náufragos, donde trabajamos el tema de la demencia, seguimos indagando en el pensamiento de Foucault”, detalló el director, quien actualmente colabora en el Colectivo Teatro sin Paredes.

Como antecedente, Psalmon presentó las piezas Utopya y Los Náufragos, también en Casa del Lago; montajes donde igualmente exploró su interés por los sistemas de control en las sociedades contemporáneas, coincidiendo con el eje temático del recinto, donde se da acogida a proyectos y exposiciones que hablen de arte y medio ambiente.  

Teatro documental
A partir de cuadros dramatizados en escena y fragmentos de documentales, Los hambrientos se mete hasta la cocina de los hábitos alimenticios de las familias comunes y corrientes. Ahí, los actores, disfrazados de médicos, de una madre y de tres hijos, ilustran con sus cuerpos la polémica del azúcar considerado como una droga invisible que se camufla como nutriente indispensable entre la mayoría de los alimentos industrializados. “¿Cuál sería para el sistema la forma más absoluta y eficaz de controlarnos? Exacto. A través de nuestros alimentos”, comentan los actores vestidos de médicos.

Multimedia
La obra se nutre de una selección de secuencias de filmes, caricaturas, publicidad o extractos de videos aleatorios, que complementan el trabajo actoral. En uno de los segmentos, a partir de títeres, una maqueta y recursos multimedia, los actores relatan un hipotético origen de la alimentación carnívora entre los Homo erectus, ancestros homínidos del homo sapiens.

“El multimedia es parte esencial de esta obra, adquiere un papel crucial en la medida en que esto se presenta como un documental teatral, y al mismo tiempo nos ayuda a poner en escena los datos duros”, explicó Psalmon, quien dirige a los actores Beatriz Luna, Jorge Maldonado, Karim Torres, Itzel Tovar, Karla Sánchez y Sébastien Lange.

Momento cumbre de Los hambrientos sucede bajo las ráfagas de luz y música disonante: Un actor desnudo, con el rostro cubierto por una máscara de puerco, es atado de brazos y alzado en una especie de ritual de sacrificio, mientras sus compañeros vestidos de carniceros simulan cortarlo en pedazos. El cerdo-hombre se retuerce en el aire mientras su sangre cae en una tina de aluminio, al tiempo que un carnicero con un micrófono recita consignas apocalípticas.

“Nunca pensamos en lo que significa la chuleta sobre el plato. No queremos saber del proceso para que ese trozo llegara ahí, que nos remite a un animal (o a muchos animales embutidos en un solo producto) violentamente asesinado. Es algo que éticamente deberíamos repensar”, señala Psalmon.

Los hambrientos se presenta de viernes a domingo hasta el 12 de febrero, en la Sala Rosario Castellanos de Casa del Lago y, como parte del juego escénico, para el ingreso se pide al público llegar con comida o bebidas para compartir.
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