Por: Ankur Prakash, Vice President Ibero-America & Global Manufacturing Wipro Limited.
La
tecnología se ha convertido en una herramienta estratégica para que las
empresas mantengan en constante exposición sus productos y servicios en
el mercado. Esta acción, por simple que parezca, ha obligado a todas
las industrias a migrar sus operaciones, antes manuales, a un sistema
digital que, si bien puede ayudarles a aumentar su productividad y
eficiencia entre 25 y 30%, requiere más que una inversión económica para
tener un impacto positivo.
Los
empresarios, al enfrentarse a dicha migración de sistemas, comúnmente
conocida como digitalización, cometen el error de suponer que con la
simple tarea de elegir e invertir en la tecnología más innovadora del
mercado, la mejora de sus operaciones será inmediata y ejercerán
automáticamente una posición de liderazgo.
No
obstante, lo correcto es nombrar digitalización no sólo a la adopción
de nuevas tecnologías, sino a su correcta implementación en las
operaciones, es decir, cada nueva adquisición se debe integrar de manera
efectiva en cada uno de los procesos de las empresas, para lograr
agilizar a las organizaciones y con ellos asegurar su subsistencia en el
mercado.
Uno
de los ejemplos más frecuentes de una mala integración lo hemos
encontrado en entidades bancarias, las cuales a pesar de mostrar un
mayor interés y disposición para invertir en nuevas tecnologías y
digitalizar sus operaciones, en más de una ocasión cometen el error de
no vincular sus procesos, ya automatizados, con lo cual limitan el
potencial de la tecnología adquirida y duplican procesos.
Es
entonces muy común encontrar entidades bancarias que cuentan con
ejecutivos que complementan sus archivos de forma manual al escanear
documentos y fotocopiar las cédulas que alguien más, dentro de la misma
institución, ya tiene de manera digital.
Sólo
este ejemplo de desvinculación tecnológica puede llevar a los bancos a
perder entre 30 y 40% de sus operaciones de crédito, sin embargo, el
problema derivado del manejo inadecuado de información en las empresas
prevalece en todas las industrias y, en más de un caso, los
colaboradores ignoran el tipo de información con la que ya cuentan así
como el uso que le pueden dar a esos datos, lo que lleva a las
corporaciones a contar con bases parciales, descentralizadas y, por lo
tanto, desactualizadas.
Por
ello, uno de los puntos clave al trazar un plan correcto de operación
digital debe contemplar una estrategia de manejo y actualización
constante de los datos de las compañías para que, con ayuda de la
tecnología, se logre obtener el mayor rendimiento.
El
diseño de la estrategia debe hacerse antes de adquirir una nueva
tecnología, pues sólo de esta manera los empresarios serán capaces de
distinguir cuáles son las necesidades que tienen en sus operaciones y
podrán elegir la herramienta que, además de ayudarles a automatizar sus
procesos, les permitirá tener un mayor impacto y mejores resultados de
ventas.
En
resumen, la operación digital no sólo implica la adquisición de
tecnología ni la inversión de recursos, amerita la definición de una
estrategia que respalde la digitalización e indique, tanto a los
directivos como a los colaboradores en general, cuál es el fin y uso que
debe darse a las nuevas tecnologías, tanto de manera interna, como
externa, para lograr transformar adecuadamente sus operaciones y lograr
la anhelada operación digital.
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