Por Omar Carreón Abud
Dirigente del Movimiento Antorchista en Michoacán
Dirigente del Movimiento Antorchista en Michoacán
Aplicando la vieja fórmula periodística, diré que
“manos amigas” me hicieron favor de compartirme el discurso que pronunció
Andrés Manuel López Obrador en su paso por Los Reyes Acaquilpan, estado de
México. No obstante, debo aclarar que no se trata de material secreto ni
difícil de conseguir que es al que se acostumbra aplicar la evasiva expresión,
todo lo contrario, la pieza oratoria de la que me ocuparé, se encuentra en
YouTube a la disposición de cualquier interesado. Me llamó la atención en
especial un pasaje del discurso del señor López Obrador porque constituye una
de las muy raras ocasiones en las que el candidato del Movimiento para la
Regeneración Nacional (Morena) a la presidencia de la república, se ocupa de
darle sustento teórico a sus postulados de campaña.
López Obrador dijo lo siguiente: “Tenemos que
acabar con la corrupción porque muchos teóricos sociales, académicos,
intelectuales no tratan este tema, los académicos más clásicos, más teóricos se
quedaron con la idea de que la desigualdad se produce por la explotación que se
hace de los trabajadores, que el burgués explota al proletario, que se va
acumulando ganancias y que esas utilidades se las apropia el dueño de los
medios de producción y que por eso es la desigualdad y la pobreza.
Pero en México, no aplica esa teoría del todo,
aquí las grandes fortunas se han acumulado mediante la corrupción, al amparo
del poder público”.
Hasta donde llega mi información, ha sido
precisamente el líder del Movimiento Antorchista, una organización con presencia
nacional y millones de adherentes, el Maestro Aquiles Córdova Morán, quien,
públicamente, en reiteradas ocasiones, en esta campaña electoral y desde hace
mucho tiempo, ha expresado y argumentado la idea de que la corrupción no es el
problema fundamental de México que, si bien existe y es un problema muy grave,
se trata, no de una causa, sino de una consecuencia del modelo económico y que,
precisamente, lo que hay que cambiar es ese modelo económico; en
consecuencia, colocar a la corrupción en el centro del escenario, es mostrar
una meta falsa y escurrir el bulto del gran problema nacional que es la pobreza
que padecen casi 100 millones de mexicanos. Formo parte del Movimiento
Antorchista y, si ahora lo reitero, es porque si -para algunos, el Movimiento Antorchista
es una nada política o una simple asociación de bandoleros que no merece que
nadie, menos Don Andrés Manuel López Obrador, se ocupe de ella- si pienso,
repito, como pienso en efecto, que se trata de una respuesta de soslayo a los
planteamientos de nuestro dirigente y de nuestra organización, si, por tanto,
cometo el feo pecado de la soberbia, acepto de buen grado el castigo que se me
aplique, pero no cambiaré de opinión.
Paso, pues, a manifestar cuáles son desde mi
punto de vista las graves implicaciones de la teoría económica de López
Obrador. Me parece preocupante que el señor diga, como lo dice, que la
explotación del trabajador no existe y que esa no es la razón de la desigualdad
y la pobreza. ¿Cuál es entonces la razón de la Ley Federal del Trabajo? ¿Cuál
la razón de la legislación para proteger al obrero? ¿Por qué entonces los
bajísimos salarios que hasta los canadienses y norteamericanos exigen que se
aumenten? ¿En el supuesto gobierno de López Obrador, por tanto, los
emplazamientos, más aún, las huelgas obreras por aumentos salariales, estarán
prohibidas y serán reprimidas como simples ocurrencias o alevosos intentos de
desestabilización del país porque aquí “no aplica esa teoría del todo”?
Si no hay plusvalía o, según López Obrador, “no
aplica esa teoría del todo” y “aquí las grandes fortunas se han acumulado
mediante la corrupción, al amparo del poder público”, ¿cómo explicar entonces
que entre los más grandes magnates mexicanos no exista ninguno que haya salido
del servicio público? ¿Cómo explicar las fortunas de los industriales, de los
exportadores, de los grandes comerciantes, de los banqueros o de los que
apuestan en el juego de la Bolsa de Valores? En los países en los que no hay
corrupción o hay muy poca ¿de dónde salen las grandes fortunas? ¿Todas las
grandes fortunas de nuestro país están “amparadas” ilegalmente por el poder
público? ¿En un supuesto gobierno de López Obrador, cualquier trato, cualquier
contrato con el poder público, será por ello solamente considerado como un
elemento de la “corrupción” y, por tanto, perseguido?
Más aún ¿cómo está eso de que “en México no
aplica esa teoría del todo”, ahora poniendo el énfasis en la palabra “México”,
en sugerir la idea de que nuestro país tiene diferencias sustanciales o
características únicas y fronteras infranqueables con respecto al modelo
económico que está en vigor en todo el mundo? ¿Para López Obrador no existe la
economía mundial, el intercambio constante, día y noche, de mercancías,
materias primas y dinero? ¿México se sustrae a la influencia del capital?
Item más. Decir que “se quedaron con la idea de
que la desigualdad se produce por la explotación que se hace de los
trabajadores”, es una forma de sostener el viejo y sobado ataque de que esa
“idea” es un anacronismo, así como se tratara de “quedarse” con un
resentimiento o un trauma, además de que se le atribuye a “teóricos sociales,
académicos, intelectuales… académicos más clásicos, más teóricos”, cinco
expresiones muy emparentadas, todas encaminadas a sugerir insidiosamente un
alejamiento de la realidad pero, resulta que esa idea la han sostenido hombres
tan prácticos como Ernesto Guevara, el Che o Fidel Castro o Mao Tsé Tung. La
sostiene y defiende una organización a la que se le ha acusado sin pruebas de
todo, de los crímenes más horrendos, pero nunca, ni por equivocación, ni a la
organización en su conjunto ni a ninguno de sus dirigentes, de “teóricos” o
“intelectuales”. Pudiera ser errónea la teoría de la plusvalía, señor López
Obrador, más ahora que una autoridad como usted la cuestiona, pero eso de que
es sólo la idea de “teóricos sociales, académicos, intelectuales… académicos
más clásicos y más teóricos”, eso es un desconocimiento total de cuántas
voluntades y acciones ha movido, cuánto, esa “idea” ha determinado el curso de
la humanidad desde hace 151 años.
Para liquidar la ciencia económica marxista no
basta con proclamar que es falsa, una obra tan fundamentada e importante como
El Capital en el que se expone detalladamente la teoría de la plusvalía no se
elimina haciendo caso omiso de ella (por conocimiento o por desconocimiento). Y
la defensa ni siquiera es a Marx: David Ricardo, muchos años antes de Marx, ya
tenía una teoría del valor y hablaba de la ganancia del capitalista. No se
trata, pues, de defender simplemente “una teoría” o, como dijo un mi compañero
muy querido, de impedir que se sustituya la teoría de la plusvalía por la
teoría del moche, se trata de defender la herramienta más poderosa y efectiva
para explicar lo que pasa en el México y en el mundo actual y buscarle remedio,
se trata de la reivindicación de la demostración científica de que mientras la
humanidad siga produciendo riqueza en cantidades cada vez mayores y explotando
a los trabajadores, es decir, no pagándoles lo suficiente para comprar esas mercancías,
el modelo económico mundial marcha irremediablemente a su colapso final. Es
negarse en redondo a aceptar que habrá buenos salarios, empleo, salud,
educación, gasto social en abundancia, que la corrupción habrá desaparecido
para siempre que, en fin, sobrevendrá el reino milenario de la paz y el
amor, sin organización popular y con sólo cruzar una boleta. Así no transcurre
la historia. Y si no, al tiempo.
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