Aquiles
Córdova Morán
Los
antorchistas hemos denunciado, desde siempre y tantas veces como
hemos podido, la guerra mediática sin cuartel en nuestra contra,
cuyo propósito es muy parecido a lo que en estrategia militar suele
llamarse cerco
y aniquilamiento.
Hemos sostenido, siempre que hemos podido ejercer nuestro derecho a
la legítima defensa, que el contenido de esos ataques, al margen del
medio o del periodista responsable del mismo, es absolutamente falso,
construido con distorsiones groseras de los verdaderos hechos, con
acusaciones gratuitas y con calumnias e imputaciones pura y
simplemente inventadas, teñidas del amarillismo más sensacionalista
posible para provocar el efecto deseado en la opinión de la gente.
También
hemos sostenido, con claridad y con argumentos, que el origen de esa
guerra de lodo se localiza en tres fuentes principales. La iniciaron
diversos grupos “de izquierda” como una reacción, furibunda y
carente de un mínimo sentido autocrítico, ante la presencia y el
trabajo educativo y organizativo de Antorcha en zonas y municipios
atrasados y marginados secularmente, como consecuencia de la alianza,
abierta o secreta, de esos grupos con los cacicazgos locales para
dominar la vida política, económica y social de la población. Ese
“idilio”, según ellos, se tornó en “violencia y caos”
(léase: rebeldía organizada y resuelta de la gente contra del
atraso de sus pueblos) por culpa de Antorcha Campesina. El constante
cambio de nombre, de partido, de principios y de integrantes, vuelve
inútil mencionar alguno de ellos según su identidad de entonces.
La
segunda fuente, como también lo hemos dicho antes, son ciertos
grupos de poder dentro del propio PRI, partido al que nos afiliamos
hace treinta años por razones legítimas que no viene al caso
repetir ahora, que nunca estuvieron ni están de acuerdo con dicha
afiliación, que siempre nos han visto como un lastre con el que
carga “su” partido y que, además, llegó a disputarles gente y
cargos de elección popular. Los ataques con que nos han beneficiado
esas gentes, buscan una sola cosa: lograr nuestra expulsión del PRI.
Y a decir verdad, debemos confesar que sus esfuerzos no han sido
inútiles, pues en la actualidad, nuestra militancia priista es casi
puramente formal y está, como suele decirse, pegada con saliva. Y no
por culpa o deseo nuestros.
La
tercera fuente de los ataques han sido y son los funcionarios
públicos de los tres niveles, prácticamente sin distinción (o
alguna apenas perceptible) de origen partidario. La razón que los
mueve es obvia y no precisa tampoco de muchas explicaciones: todos
conciben el poder que ostentan como una conquista debida a su
esfuerzo y a sus méritos personales, de cuyos frutos, por tanto,
tienen derecho a disponer libre y soberanamente. Todo aquél, o
aquello que tienda a estorbarles ese disfrute; toda demanda o
exigencia cuya intención implique romper esa tranquilidad y
“desperdiciar” recursos en beneficio de los desamparados, es
automáticamente su enemigo y debe ser acallado o suprimido. O en
todo caso, hacerles las cosas tan cansadas, poniéndoles todo tipo de
trabas y obstáculos insalvables, que acaben renunciando a la lucha
por sus derechos el resto de su vida.
Estas
tres fuentes alimentadoras se pueden rastrear con bastante certeza
analizando la naturaleza de cada ataque. Quienes nos llaman
paramilitares, grupo de choque, brazo armado del PRI, asesinos,
golpeadores entrenados para atacar a los “verdaderos luchadores”
y otros epítetos por el estilo, no pueden ser otros que los grupos
de la llamada “izquierda”; en cambio, invectivas como:
chantajistas, corruptos, lucradores con la pobreza ajena, invasores
de terrenos y viviendas, falsos líderes que solo buscan dinero,
alteradores de la paz pública, alborotadores y revoltosos, entre
otros, ostentan claramente el sello, la impronta de los funcionarios
y los gobernantes perturbados en su digestión por nuestra lucha. Los
grupos priistas que nos odian, por su parte, toman prestados
argumentos de ambos bandos, pues visto su interés, todos les sirven
igualmente bien.
Dejamos
fuera a los medios y a los periodistas que materializan y difunden
los ataques, porque cada día tenemos más pruebas de que, salvo
raras excepciones, hombres y medios nos atacan no por motivos
propios, sino porque ese es su negocio o su forma de ganarse la vida.
Contra esto, nada puede alegarse en términos de ley o de moral; el
único recurso que queda es desmentirlos con los mejores argumentos y
pruebas de que se disponga; y eso, no soñando en convencerlos u
orillarlos a la retractación, sino buscando la comprensión y la
simpatía de la población que se informa a través de ellos.
Pues
bien. Hace ya rato que, con el crecimiento de masas del Movimiento
Antorchista, primero, y luego con nuestra participación directa en
la lucha electoral, la guerra sucia en nuestra contra se hace más
nutrida y más agresiva en períodos de elecciones que en tiempos
normales. En la coyuntura actual, cuando la lucha palmo a palmo por
el poder de la república es más compleja, difícil y descarnada por
todo lo que está en juego, la intensificación y agudización de los
ataques no se han hecho esperar. Se repite la vieja canción que ya
conocemos y esperábamos.
Pero,
a pesar de todo, la coyuntura es inédita y, por tanto, también hay
algo extraordinario en los ataques que nos endilgan. Primero, se
suman “nuevos” articulistas, columnistas y politólogos a la
campaña de descalificaciones. Solo para no dejar esto en pura
afirmación, pondré tres ejemplos aparecidos recientemente. Ejemplo
1): José Luis Luege Tamargo, que fuera director de CONAGUA en el
gobierno de Calderón, saca del desván de los tiliches inservibles
su “denuncia” contra el daño ecológico del debatido Nuevo
Aeropuerto en terrenos del Lago de Texcoco. Y casi con calzador, mete
lo siguiente: “4) el gobierno federal «donó»
ilegalmente a líderes de Antorcha Campesina, camuflados como
organismos municipales de Chimalhuacán, 200 hectáreas de un predio
contiguo al sur del lago (lago Nabor Carrillo), poniendo en riesgo la
integridad del mismo”.
Hay
más mentiras que letras en lo transcrito. El H. Ayuntamiento
Municipal de Chimalhuacán, en su momento y con pruebas fotográficas
y documentos de plena validez legal, desmintió el infundio y dejó
las cosas en su sitio. Obviamente, no es el lugar ni el propósito
mío volver a relatar todo esto; sino, como dije, dar una prueba del
surgimiento de “nuevos” e improvisados atacantes justo ahora, en
plena campaña electoral. Llamo la atención sobre dos detalles: 1)
la oportunidad con que Luege Tamargo revive su “ecologismo”,
dormido por no sé cuántos años, aireándolo justo ahora para
atacar al gobierno de Peña Nieto y a los antorchistas. 2) yo soy
“líder” de Antorcha, y a mí nadie me ha dado un palmo de
tierra, ni en Texcoco ni en ninguna otra parte. Afirmo, pues, que
Luege miente y calumnia desvergonzadamente.
Ejemplo
2): Federico Berrueto, hablando igualmente de la elección próxima,
escribe: “En otras palabras, el pragmatismo es lo de ahora, a grado
tal que la candidata de MORENA en el Estado de México abrazó la
causa de los maestros afines a la maestra Gordillo en el afán de
acrecentar sus posibilidades de ganar la elección, al igual que el
PRI suma a ese engendro llamado Antorcha Campesina”. Berrueto habla
sin ton ni son, porque desconoce todo de la relación PRI-Antorcha,
que lleva 30 años como digo y no “se suma” ni “la suman”
ahora. Que Antorcha es un engendro (de engendrar) es verdad; y desde
este punto de vista, también Federico Berrueto es un engendro. Solo
que hay de engendros a engendros: unos luchan con y por los
desamparados con buenos y comprobables resultados, como Antorcha;
otros solo engendran “engendros” escatológicos, obedeciendo a la
inviolable ley natural que ordena que lo semejante solo pueda
engendrar a su semejante.
Ejemplo
3): Nuestropais.com
y Regeneración.mx.
Hablaron del apoyo de Antorcha a Mikel Arriola, candidato del PRI al
gobierno de la Ciudad de México, de este modo: “El grupo -que, en
varias ocasiones, ha actuado como golpista- Antorcha Campesina,
expresó este domingo… etc.” ¿Dónde y cuándo hemos actuado
“como golpistas”? Eso no se dice porque no importa; el golpe está
dado y los que esto escribieron ya pueden pasar a cobrar el salario
de la ignominia con que adquirir su pitanza diaria. Buen provecho.
La
segunda novedad que ofrece la coyuntura y de lo que es buen ejemplo
el caso de Federico Berrueto, consiste en que sus ataques se formulan
de modo tal que parecen “sanos consejos” para abonar al triunfo
del Dr. Meade, advirtiéndole del peligro de aliarse con “engendros”
como Antorcha. En los hechos, sin embargo, el “engendro” de
Antorcha le aportará al Dr. Meade unos 4 millones de votos; ¿cuántos
le aportarán Berrueto y su “engendro” respectivo? ¿Es esa una
forma de ayudar al triunfo del PRI como pretenden Berrueto, similares
y conexos? Y lo más inexplicable es que grupos priistas con poder,
que gobiernan incluso algún estado, con tal de lastimar y frenar a
los antorchistas, o desbaratarlos tal vez, no vacilan en golpearlos
con todo su poder, contra todo derecho y con total impunidad. Y
también ellos se esmeran por dar la impresión de que lo hacen por
el bien de la causa de su partido. Parece que la cuestión de si son
verdaderos amigos o enemigos emboscados del PRI y su candidato se
contesta por sí sola; y que lo que hace falta es recordarles aquello
de que “con esos amigos, salen sobrando los enemigos”. ¿O no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario