Por Berenice Moreno
El comercio informal se ha vuelto una de
las formas de subsistencia para mexicanos que cansados de esperar un empleo,
deciden emprender el camino de la “vendimia” con la finalidad de llevar el
sustento a sus familias. El Instituto Nacional de
Estadística, Geografía e Informática (INEGI) señaló que en el tercer trimestre del
2010, el 28 por ciento (12.4 millones de personas) trabaja en la informalidad.
Lino Dávila, es uno de los muchos
comerciantes “ubicados” en los alrededores del centro de la ciudad de Toluca,
de mirada penetrante, sonrisa desconfiada y piel morena, Lino narra sus
vivencias en un trabajo que le ha permitido sostener a su familia, pero que
también lo ha llevado a conocer los más obscuros sentimientos de personas
déspotas que cobijadas en el respaldo del gobierno actúan de manera altanera
con aquellos que buscar llevar pan a sus hogares, utilizando como medio EL COMERCIO INFORMAL.
Originario de la capital del Estado, padre
de familia, hijo, hermano y esposo, Lino recuerda que han pasado más de veinte
años desde que él tomó la decisión de salir a las calles a conseguir dinero
porque en ese entonces no había lo suficiente para la escuela, misma que tuvo
que abandonar debido a su inexperiencia en la vida y problemas familiares.
“Hace años era feliz con mil pesos, no tenía una familia que mantener,
consideraba que las cosas eran fáciles, el tiempo me ha enseñado que no es así”,
explica mientras su mirada se pierde en los recuerdos.
Al salirse de la universidad donde
estudiaba para ser Químico Farmacobiólogo, Lino debió llevar recursos a su
madre y tres hermanos menores, por lo que el tiempo en las ventas fue
incrementando drásticamente, hoy en día no se retira hasta que no termina sus
productos.
Cansado de la vida rodante pero con ganas
de salir adelante Lino probó laborar en el sector obrero, medio de subsistencia
para igual número de personas que el comercio, solo que con una paga menor y
con un jefe que verifica salidas y entradas de su personal. Hoy en día un
obrero gana entre 700 y 800 pesos semanales con los que le da de comer a la
familia, paga renta el teléfono y la luz.
Ser comerciante es difícil, desgastante, sufrido,
estresante, y hasta aburrido, hay que acostumbrarse a todos los climas en un
solo día, razones por las que Lino al igual que sus compañeros ha buscado la
manera de formalizarse, sin embargo, los trámites burocráticos se lo han
impedido, aunado a ello la inversión que tiene que hacer no le permiten contar
con un negocio fijo.
Para los comerciantes que quieran abrir un
local en el centro o periferia de Toluca es complicado porque deben contar con
un aproximado de 100 mil pesos, los cuales les servirán solo para cubrir el
primer mes, aunado a ello tener lista la “mochada” por si llegan los de la
Secretaria del Trabajo y necesitan para el refresco. “Si quieres abrir un
negocio formal, el gobierno te pone trabas burocráticas con la finalidad de
cansarte y lograr que desistas, además de las extorsiones por parte de los
funcionarios, quienes te molestan por cualquier detalle”.
La vida de quienes se dedican al comercio
es inestable, cada persona se debe acostumbrar a lo que se vaya sacando, el
ahorro es la pieza fundamental, “mis ganancias
varían pueden ser desde quinientos
hasta trescientos pesos. Mi inversión en la venta de papás es de quinientos a mil pesos dependiendo el
día y la situación de lo cual se tiene que redoblar, es una ley, se debe sacar el doble, para
invertir más y que se nos quede algo de ganancia”.
Las nuevas tecnologías le han permitido
realizar su trabajo en menor tiempo, sin embargo, la mayor parte del día la
pasa en la calle en espera de los clientes. Además de las contrariedades que
cada comerciante pasa para poder ofertar, estos se tienen que enfrentar a otra
situación impulsada por un gobierno intolerante que gusta de mantener a los
mexicanos a raya, a fin de lograr que el Centro y calles aledañas de Toluca se
vean ‘bonitas’ no importando que las familias mueran de hambre.
Anteriormente conocidos como inspectores,
hoy en día se les denomina verificadores, aunque para los vendedores son los ladrones
del comercio quienes llegan de forma arbitraria a decomisar lo que se pueda y
como se pueda, sin dar explicaciones, aventando y pateando a cuantos se
encuentran a su paso. “En lo personal he llegado a los golpes con los
decomisadores, porque son gente que no tiene educación ni cultura, llegan y patean
tus cosas, yo defiendo el patrimonio de mi familia”.
Algunos verificadores trabajan con “el moche, el chesco”, pero esto
solo funciona hasta que aparece el jefe invisible que obliga a decomisar,
desafortunadamente en el comercio informal cada quien se defiende como puede e impera
la ley de “si ya me amolaron a mí, que también se lo amuelen a él. Existen
personas que andan con su radio a las vivas checando si vienen los decomisos y
esa es una manera de avisarle a los compañeros, por dónde vienen y cuántos son,
dándoles tiempo de correr, pero a veces
no hay tiempo ni para eso y el verificador te agarra desprevenido y se lleva
todo y ni modo, a iniciar de nuevo”.
Antorcha Campesina cambio mi perspectiva
de ver las cosas, me ha enseñado a defenderme.
Las vejaciones de las que son objeto los
vendedores ambulantes como también se les suele conocer hizo que Lino se
acercara a Antorcha Campesina (AC), organización que actualmente cuenta con un
significativo número comerciantes afiliados ubicados en el centro, terminal,
mercado Juárez, pensionados y periferia, además de 25 móviles.
Emocionado Lino cuenta que desde que
ingresó a la organización de los pobres, ésta le ha permitido reflexionar sobre
su carácter a controlar sus impulsos y a pedir explicaciones del por qué los
decomisos, sin golpes. “si llega un verificador ya no me le voy a los golpes
primero le pregunto por qué, me está decomisando. Le pido que se identifique y
me haga un conteo de las cosas que se lleva, así como que me explique dónde
puedo recogerlas, obviamente no todos acceden a hacerlo, pero afortunadamente
contamos con el respaldo de AC”.
Pertenecer a Antorcha tiene varios
beneficios entre ellos el trato de los verificadores se vuelve menos agresivo
puesto que saben que detrás de ese comerciante hay un respaldo, estar en
Antorcha no garantiza que no haya decomisos, pero éstos serán menores, además quien
está con la organización y fue confiscado, es apoyado con su inversión para que
no pierda sus día de trabajo, – explicó Angélica Gasca Dávila, dirigente del
comercio en Toluca-.
La vida de Lino ha cambiado, sueña con
poder viajar e inculcarle a sus hijos el gusto por el estudio, evitando que
éstos sufran las precariedades que él pasa todos los días con la venta de sus
papas, “he traído a mis hijos conmigo
para que vean cómo es la vida, les digo si tú quieres estar aquí ya no te mando
a la escuela; soy directo, quiero que entiendan lo que es bueno y malo. Si
regresara el tiempo seguiría estudiando, eso no garantizaría que no estuviera
aquí, porque desafortunadamente en este país quien no tiene palancas, de muy
poco le sirven los estudios”.
Para Lino y Angélica, el comercio es su
vida por ello dijeron, esperan continuar luchando para que el gobierno en sus
diferentes niveles les otorgue una plaza donde se puedan establecerse los
comerciantes de Antorcha o en el mejor de los casos, se abran mejores
oportunidades de empleo con salarios dignos que permitan a las familias vivir
desahogadamente.
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