martes, 8 de mayo de 2018

La difícil vida de los comerciantes en la ciudad de Toluca

Por Berenice Moreno

El comercio informal se ha vuelto una de las formas de subsistencia para mexicanos que cansados de esperar un empleo, deciden emprender el camino de la “vendimia” con la finalidad de llevar el sustento a sus familias. El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) señaló que en el tercer trimestre del 2010, el 28 por ciento (12.4 millones de personas) trabaja en la informalidad.
Lino Dávila, es uno de los muchos comerciantes “ubicados” en los alrededores del centro de la ciudad de Toluca, de mirada penetrante, sonrisa desconfiada y piel morena, Lino narra sus vivencias en un trabajo que le ha permitido sostener a su familia, pero que también lo ha llevado a conocer los más obscuros sentimientos de personas déspotas que cobijadas en el respaldo del gobierno actúan de manera altanera con aquellos que buscar llevar pan a sus hogares, utilizando como medio  EL COMERCIO INFORMAL.
Originario de la capital del Estado, padre de familia, hijo, hermano y esposo, Lino recuerda que han pasado más de veinte años desde que él tomó la decisión de salir a las calles a conseguir dinero porque en ese entonces no había lo suficiente para la escuela, misma que tuvo que abandonar debido a su inexperiencia en la vida y problemas familiares. “Hace años era feliz con mil pesos, no tenía una familia que mantener, consideraba que las cosas eran fáciles, el tiempo me ha enseñado que no es así”, explica mientras su mirada se pierde en los recuerdos.
Al salirse de la universidad donde estudiaba para ser Químico Farmacobiólogo, Lino debió llevar recursos a su madre y tres hermanos menores, por lo que el tiempo en las ventas fue incrementando drásticamente, hoy en día no se retira hasta que no termina sus productos.
Cansado de la vida rodante pero con ganas de salir adelante Lino probó laborar en el sector obrero, medio de subsistencia para igual número de personas que el comercio, solo que con una paga menor y con un jefe que verifica salidas y entradas de su personal. Hoy en día un obrero gana entre 700 y 800 pesos semanales con los que le da de comer a la familia, paga renta el teléfono y la luz.
Ser comerciante es difícil, desgastante, sufrido, estresante, y hasta aburrido, hay que acostumbrarse a todos los climas en un solo día, razones por las que Lino al igual que sus compañeros ha buscado la manera de formalizarse, sin embargo, los trámites burocráticos se lo han impedido, aunado a ello la inversión que tiene que hacer no le permiten contar con un negocio fijo.
Para los comerciantes que quieran abrir un local en el centro o periferia de Toluca es complicado porque deben contar con un aproximado de 100 mil pesos, los cuales les servirán solo para cubrir el primer mes, aunado a ello tener lista la “mochada” por si llegan los de la Secretaria del Trabajo y necesitan para el refresco. “Si quieres abrir un negocio formal, el gobierno te pone trabas burocráticas con la finalidad de cansarte y lograr que desistas, además de las extorsiones por parte de los funcionarios, quienes te molestan por cualquier detalle”.
La vida de quienes se dedican al comercio es inestable, cada persona se debe acostumbrar a lo que se vaya sacando, el ahorro es la pieza fundamental, “mis ganancias  varían pueden ser desde quinientos  hasta trescientos pesos. Mi inversión en la venta de papás  es de quinientos a mil pesos dependiendo el día y la situación de lo cual se tiene que redoblar,  es una ley, se debe sacar el doble, para invertir más y que se nos quede algo de ganancia”.
Las nuevas tecnologías le han permitido realizar su trabajo en menor tiempo, sin embargo, la mayor parte del día la pasa en la calle en espera de los clientes. Además de las contrariedades que cada comerciante pasa para poder ofertar, estos se tienen que enfrentar a otra situación impulsada por un gobierno intolerante que gusta de mantener a los mexicanos a raya, a fin de lograr que el Centro y calles aledañas de Toluca se vean ‘bonitas’ no importando que las familias mueran de hambre.
Anteriormente conocidos como inspectores, hoy en día se les denomina verificadores, aunque para los vendedores son los ladrones del comercio quienes llegan de forma arbitraria a decomisar lo que se pueda y como se pueda, sin dar explicaciones, aventando y pateando a cuantos se encuentran a su paso. “En lo personal he llegado a los golpes con los decomisadores, porque son gente que no tiene educación ni cultura, llegan y patean tus cosas, yo defiendo el patrimonio de mi familia”.
Algunos verificadores trabajan con “el moche, el chesco”, pero esto solo funciona hasta que aparece el jefe invisible que obliga a decomisar, desafortunadamente en el comercio informal cada quien se defiende como puede e impera la ley de “si ya me amolaron a mí, que también se lo amuelen a él. Existen personas que andan con su radio a las vivas checando si vienen los decomisos y esa es una manera de avisarle a los compañeros, por dónde vienen y cuántos son,  dándoles tiempo de correr, pero a veces no hay tiempo ni para eso y el verificador te agarra desprevenido y se lleva todo y ni modo, a iniciar de nuevo”.
Antorcha Campesina cambio mi perspectiva de ver las cosas, me ha enseñado a defenderme.
Las vejaciones de las que son objeto los vendedores ambulantes como también se les suele conocer hizo que Lino se acercara a Antorcha Campesina (AC), organización que actualmente cuenta con un significativo número comerciantes afiliados ubicados en el centro, terminal, mercado Juárez, pensionados y periferia, además de 25 móviles.
Emocionado Lino cuenta que desde que ingresó a la organización de los pobres, ésta le ha permitido reflexionar sobre su carácter a controlar sus impulsos y a pedir explicaciones del por qué los decomisos, sin golpes. “si llega un verificador ya no me le voy a los golpes primero le pregunto por qué, me está decomisando. Le pido que se identifique y me haga un conteo de las cosas que se lleva, así como que me explique dónde puedo recogerlas, obviamente no todos acceden a hacerlo, pero afortunadamente contamos con el respaldo de AC”.
Pertenecer a Antorcha tiene varios beneficios entre ellos el trato de los verificadores se vuelve menos agresivo puesto que saben que detrás de ese comerciante hay un respaldo, estar en Antorcha no garantiza que no haya decomisos, pero éstos serán menores, además quien está con la organización y fue confiscado, es apoyado con su inversión para que no pierda sus día de trabajo, – explicó Angélica Gasca Dávila, dirigente del comercio en Toluca-.
La vida de Lino ha cambiado, sueña con poder viajar e inculcarle a sus hijos el gusto por el estudio, evitando que éstos sufran las precariedades que él pasa todos los días con la venta de sus papas,  “he traído a mis hijos conmigo para que vean cómo es la vida, les digo si tú quieres estar aquí ya no te mando a la escuela; soy directo, quiero que entiendan lo que es bueno y malo. Si regresara el tiempo seguiría estudiando, eso no garantizaría que no estuviera aquí, porque desafortunadamente en este país quien no tiene palancas, de muy poco le sirven los estudios”.
Para Lino y Angélica, el comercio es su vida por ello dijeron, esperan continuar luchando para que el gobierno en sus diferentes niveles les otorgue una plaza donde se puedan establecerse los comerciantes de Antorcha o en el mejor de los casos, se abran mejores oportunidades de empleo con salarios dignos que permitan a las familias vivir desahogadamente.

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