Laura
Castillo García
Vocera
del Movimiento Antorchista en el Estado de México
Diez
mil seiscientas treinta y siete familias que no se han despedido de
sus seres queridos; 10 mil 637 vidas perdidas que antes de irse
sufrieron espantosos dolores y dificultades para respirar por la
destrucción de sus pulmones. ¡Nos están robando pedacitos del
alma! Gritó angustiado un enfermero a quien entre sus manos se le
fue la vida de una compañera de trabajo a la que el día anterior
había intubado. Duele, todo duele ahora.
Todas
las muertes duelen, todas, no importa que se den por causas
naturales, por cáncer o lo que sea, pero duelen, y duelen más las
10 mil 637 muertes de mexicanos porque muchos no han podido
despedirse de sus familiares dado que perdieron la batalla ante el
Covid-19.
Dicen
los expertos que este tipo de muerte deja a los familiares con un
duelo incompleto porque no hay servicios funerarios ni el consuelo de
llorarle a un cuerpo. En muchas ocasiones, la enfermedad tampoco da
el tiempo suficiente como para generar sentimientos compasivos hacia
el enfermo; conozco casos de portadores asintomáticos del virus,
quienes de buenas a primeras se sienten mal y a los pocos días se
van; lo peor, es que muchas veces no se va un solo miembro de
familia, sino que caen dos o tres más, dejando adoloridos y
confundidos a los vivos, quienes no pueden asimilar lo sucedido.
¿A
quién culpar por tanto dolor y confusión? Tal vez sea cierto que no
hubo las precauciones personales suficientes para no contagiarse por
Covid-19, pero: ¿qué pueden hacer los millones de personas que
obligatoriamente salieron a trabajar para llevar el pan a su casa?
¿Acaso los tianguistas que se contagiaron en la central de abastos
de la CDMX, o de cualquier otra ciudad, no sabían que ese lugar era
foco de contagios? ¿Acaso los médicos, enfermeras y paramédicos
que murieron por Covid-19 no sabían que debían seguir los
protocolos? Todos ellos sabían los riesgos que corrían, pero la
única opción que tenían fue arriesgarse para procurar que sus
seres queridos no pasaran hambre durante la cuarentena.
¿Cuántos
adultos mayores se contagiaron por salir a buscar qué comer por
vivir solos y no tener quién les acercara un plato de sopa o
frijoles? Muchos nos hemos enterado que mexicanos, en edad avanzada,
tocan a las puertas de las casas para pedir un plato de comida.
Además, sabemos que
muchos de los adultos mayores fueron contagiados por sus hijos o
nietos, quienes salieron a trabajar y regresaron a casa con el virus.
Todo
eso pudo evitarse, pero no por las personas que trabajan para vivir,
sino por el gobierno del Estado mexicano, quien desde que apareció
el Covid-19 en diciembre de 2019 en China debió observar el
fenómeno, aun más cuando se expandió por toda Europa.
El
gobierno de Andrés Manuel López Obrador tuvo tiempo de estudiar el
fenómeno, ver cómo el Covid-19 se apoderaba del mundo y tomar
medidas precautorias, pero no, no lo hizo. Por el contrario, ya que
el virus había llegado a nuestro país, López Obrador llamó a que
la gente no se asustara porque podía librarse del virus con solo
invocar a un santo en una estampita, y hasta cuando su representante
para controlar la pandemia, Hugo López Gatell, dijo que nos
mantuviéramos en casa, él siguió diciendo que no había problema,
que saliéramos a la calle y que nos saludáramos, diéramos besos y
abrazos.
Esa
irresponsable actitud, vuelve a mostrarla el presidente de México
ahora en pleno pico de contagios y a pesar de que los muertos ya son
más de diez mil. Dio por terminada la Jornada de Sana Distancia y
con ello autorizó a una parte de los mexicanos a regresar a la
“nueva normalidad” y reincorporarse a sus actividades laborales.
Cierto
que el gobierno federal dijo que la reactivación será escalonada,
pero ¿acaso se quedarán en sus casas los habitantes de Ciudad de
México y la entidad mexiquense que no tienen que comer? No, a pesar
de que los contagios y muertes se multipliquen, la gente ya está
siguiendo el ejemplo de López Obrador: basta ver el metro y el
transporte público de CDMX, epicentro de la pandemia en nuestro
país, para darnos cuenta que los mexicanos están saliendo
masivamente a la calle y, por tanto, echando por la borda dos meses
de confinamiento y creando las condiciones para la expansión masiva
del virus.
Esta
irresponsable actitud del presidente de México nos pone en riesgo a
todos los mexicanos, quienes sufriremos más muertes y dolor por no
tener siquiera la oportunidad de una despedida final, pues esta
pandemia mata dos veces: primero separa al enfermo de sus familiares,
justo antes de morir, y después no permite ningún cierre emocional.
Cuídense y cuiden a sus familias.
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