martes, 2 de junio de 2020

Muertes, dolor e irresponsabilidad



Laura Castillo García
Vocera del Movimiento Antorchista en el Estado de México
Diez mil seiscientas treinta y siete familias que no se han despedido de sus seres queridos; 10 mil 637 vidas perdidas que antes de irse sufrieron espantosos dolores y dificultades para respirar por la destrucción de sus pulmones. ¡Nos están robando pedacitos del alma! Gritó angustiado un enfermero a quien entre sus manos se le fue la vida de una compañera de trabajo a la que el día anterior había intubado. Duele, todo duele ahora.
Todas las muertes duelen, todas, no importa que se den por causas naturales, por cáncer o lo que sea, pero duelen, y duelen más las 10 mil 637 muertes de mexicanos porque muchos no han podido despedirse de sus familiares dado que perdieron la batalla ante el Covid-19.
Dicen los expertos que este tipo de muerte deja a los familiares con un duelo incompleto porque no hay servicios funerarios ni el consuelo de llorarle a un cuerpo. En muchas ocasiones, la enfermedad tampoco da el tiempo suficiente como para generar sentimientos compasivos hacia el enfermo; conozco casos de portadores asintomáticos del virus, quienes de buenas a primeras se sienten mal y a los pocos días se van; lo peor, es que muchas veces no se va un solo miembro de familia, sino que caen dos o tres más, dejando adoloridos y confundidos a los vivos, quienes no pueden asimilar lo sucedido.
¿A quién culpar por tanto dolor y confusión? Tal vez sea cierto que no hubo las precauciones personales suficientes para no contagiarse por Covid-19, pero: ¿qué pueden hacer los millones de personas que obligatoriamente salieron a trabajar para llevar el pan a su casa? ¿Acaso los tianguistas que se contagiaron en la central de abastos de la CDMX, o de cualquier otra ciudad, no sabían que ese lugar era foco de contagios? ¿Acaso los médicos, enfermeras y paramédicos que murieron por Covid-19 no sabían que debían seguir los protocolos? Todos ellos sabían los riesgos que corrían, pero la única opción que tenían fue arriesgarse para procurar que sus seres queridos no pasaran hambre durante la cuarentena.
¿Cuántos adultos mayores se contagiaron por salir a buscar qué comer por vivir solos y no tener quién les acercara un plato de sopa o frijoles? Muchos nos hemos enterado que mexicanos, en edad avanzada, tocan a las puertas de las casas para pedir un plato de comida. Además, sabemos que muchos de los adultos mayores fueron contagiados por sus hijos o nietos, quienes salieron a trabajar y regresaron a casa con el virus.
Todo eso pudo evitarse, pero no por las personas que trabajan para vivir, sino por el gobierno del Estado mexicano, quien desde que apareció el Covid-19 en diciembre de 2019 en China debió observar el fenómeno, aun más cuando se expandió por toda Europa.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador tuvo tiempo de estudiar el fenómeno, ver cómo el Covid-19 se apoderaba del mundo y tomar medidas precautorias, pero no, no lo hizo. Por el contrario, ya que el virus había llegado a nuestro país, López Obrador llamó a que la gente no se asustara porque podía librarse del virus con solo invocar a un santo en una estampita, y hasta cuando su representante para controlar la pandemia, Hugo López Gatell, dijo que nos mantuviéramos en casa, él siguió diciendo que no había problema, que saliéramos a la calle y que nos saludáramos, diéramos besos y abrazos.
Esa irresponsable actitud, vuelve a mostrarla el presidente de México ahora en pleno pico de contagios y a pesar de que los muertos ya son más de diez mil. Dio por terminada la Jornada de Sana Distancia y con ello autorizó a una parte de los mexicanos a regresar a la “nueva normalidad” y reincorporarse a sus actividades laborales.
Cierto que el gobierno federal dijo que la reactivación será escalonada, pero ¿acaso se quedarán en sus casas los habitantes de Ciudad de México y la entidad mexiquense que no tienen que comer? No, a pesar de que los contagios y muertes se multipliquen, la gente ya está siguiendo el ejemplo de López Obrador: basta ver el metro y el transporte público de CDMX, epicentro de la pandemia en nuestro país, para darnos cuenta que los mexicanos están saliendo masivamente a la calle y, por tanto, echando por la borda dos meses de confinamiento y creando las condiciones para la expansión masiva del virus.
Esta irresponsable actitud del presidente de México nos pone en riesgo a todos los mexicanos, quienes sufriremos más muertes y dolor por no tener siquiera la oportunidad de una despedida final, pues esta pandemia mata dos veces: primero separa al enfermo de sus familiares, justo antes de morir, y después no permite ningún cierre emocional. Cuídense y cuiden a sus familias.


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