Antonio
Zacarías
El
Taller de Comunicación Política SPIN puso de relieve que, durante
las conferencias matutinas del 03 de diciembre de 2018 al 24 de abril
de 2020, López Obrador hizo 24 mil 733 afirmaciones no verdaderas
-en promedio 70 diarias-; es decir, la mayoría de las aseveraciones
hechas por el presidente son solo promesas, hechos no comprobables y
mentiras. Un ejemplo será suficiente para ilustrar la demagogia
presidencial: la delincuencia y la violencia van en aumento, los
delincuentes se han apropiado de las calles y han secuestrado la paz
y la tranquilidad de todos los mexicanos.
En esta
ocasión no sustentaremos nuestras afirmaciones invocando las
terribles cifras del
Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública
(SESNSP),
solo diremos que bastaría con echar un vistazo en Facebook para
encontrar videos y más videos de robos a mano armada a transeuntes,
a comercios establecidos e informales, a casas habitación,
automovilistas y al transporte público; todos testimonios sórdidos
que echan abajo la frívola afirmación de que este gobierno está
combatiendo eficazmente estos terribles males. Las peroratas de AMLO
son demagógia y nada más.
De
acuerdo con SPIN en el discurso presidencial, correspondiente al
segundo informe de gobierno, en
45 minutos con 13 segundos el titular del ejecutivo federal, fiel a
su estilo, hizo 101 afirmaciones no verdaderas -23 promesas, 9 falsas
y 69 no comprobables- y no podía ser de otra manera pues en su
segundo año de mandato, López Obrador, con sus pésimas decisiones,
ha puesto en crisis muchos rubros de la vida nacional: la caída del
PIB, el creciente desempleo y el pésimo manejo de la pandemia, son
solo unos cuantos ejemplos de ello. Indiscutiblemente son muchos los
errores presidenciales, pero uno que ha de costar muy caro al país y
que ha de afectar a toda una generación, es el equivocado enfoque
propuesto por la SEP para la atención del estudiantado nacional.
Uno
de los errores más graves que cometió la SEP fue poner el sistema
educativo en las manos de las televisoras privadas. Son muchas las
razones por las que la televisión no puede cumplir las funciones y
fines educativos, solo hemos de señalar uno: a saber, el docente y
la interacción de este con los educandos será siempre
insustituible; parece ser que el presidente no sabe que en la
historia de la educación, los maestros han tenido siempre un rol
protagónico.
No
obstante, estas no son las únicas “omisones” o no son los únicos
errores que cometió el gobierno de López Obrador; al presidente se
le “olvidó” que la pobreza en la que viven los mexicanos, les
impide contar con las condiciones materiales: electricidad, acceso a
la señal televisiva, conexión a internet y computadora para tomar
clases.
Por
otro lado, hay que destacar que, hasta antes de la pandemia, los
hogares nunca estuvieron en condiciones de codayuvar en el
reforzamiento de los conocimiento que los niños recibían en las
aulas; ahora, aunque las familias intenten a través del tío, el
hermano, el abuelo y en algunos casos la madre o el padre tratan de
jugar el rol de educadores, las condiciones socioculturales de las
familias, impedirán que niños y jóvenes puedan continuar su
formación debido a su bajo nivel educativo, carencia de hábitos de
estudio y aversión a la lectura.
Así,
pues, la conjunción de las limitantes socioculturales y económicas
arrojan como resultado que la deserción escolar en todos los niveles
educativos alcance cifras muy elevadas, pues se estima que 3 millones
de estudiantes no se matricularán en el ciclo escolar 2020-2021.
El
contenido del discurso de López Obrador, sin ninguna dificultad, se
ajusta a la definición de posverdad
que formula el filósofo, humanista y pensador británico A.C.
Grayling,
que, a la sazón dice: “mi
opinión vale más que los hechos”, así las cosas en nuestro país,
lo que valen son los dichos presidenciales y no la realidad.
Repetir
como mantra que “vamos bien” y que “el pueblo esta feliz,
feliz, feliz”, resulta un absurdo frente a la abrumadora realidad
que vivimos.