Laura Castillo García
Vocera
del Movimiento Antorchista en el Estado de México
Mientras los mexicanos subían videos a las redes
sociales de cómo vieron y sintieron el sismo de 7.5 grados que
alrededor de las 10:30 de la mañana del martes 23 de junio se sintió
en la Ciudad de México y gran parte del centro del país, el
presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, hacía llamadas
telefónicas para enterarse de la situación en que se encontraba el
país, sobre todo en Oaxaca, epicentro del terremoto que dejó 10
muertos y más de dos mil viviendas afectadas en la entidad. El enojo
de los mexicanos se expresó a través de mensajes y memes en video.
En momentos de crisis por fenómenos naturales
como el descrito, o por otros muchos que pueden saltar en los
momentos más inesperados, es difícil controlar la situación si no
se tiene un protocolo previamente establecido que determine cómo
deberán reaccionar los diferentes niveles de gobierno. No puedo
asegurar que el Centro Nacional de Prevención de Desastres
(Conapred) se haya quedado paralizado, pero lo que sí es cierto es
que en ningún momento lo vi en acción. Tal vez eso ocurrió porque,
de acuerdo a mi búsqueda online,
el organismo federal de la administración del licenciado Andrés
Manuel López Obrador no ha emitido protocolos al respecto. Lo que sí
encontré fue un comunicado publicado al día siguiente de sucedido
el sismo que se titula Qué hacer
después del sismo, en el que da
información de lo ocurrido y sugiere medidas que tampoco publicitó.
El que sí se puso las pilas y trabajó
arduamente, fue el equipo de comunicación social del presidente: no
podía dejar pasar la oportunidad que les ofreció el sismo para
brindar una imagen de gran preocupación del mandatario. Tanto en las
redes sociales como en medios electrónicos vimos constantemente al
mandatario con el teléfono en la oreja para informarse de lo que
sucedía en diferentes puntos del país, y lo vimos tanto que
hartaron: “gobierna al país a través del teléfono”, “hicieron
montaje para que estuviera a cuadro el Tsuru blanco”, fueron los
comentarios más recurrentes en las redes.
Una vez más la comunicación del presidente
siguió al pie de la letra los lineamientos de Joseph Goebbles,
quien, como propagandista del nazi Adolfo Hitler, aseguró que “toda
propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente
de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la
masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a
realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su
comprensión escasa; además, tiene gran facilidad para olvidar”.
No comparto la opinión reprobatoria de muchos
acerca de que el presidente se haya informado de la situación del
país por la vía telefónica pues en esos momentos era la
comunicación más rápida. En lo que estoy totalmente en desacuerdo
es que el presidente y su equipo de comunicación -este no se manda
solo ni está autorizado para tomar ese tipo de decisiones-, hayan
montado un circo en momentos que debieron ser de toma de decisiones
delicadas.
Todos los gobernantes, todos, en momentos de
crisis, primero tratan de informarse por vía telefónica de lo que
sucede e inmediatamente después convocan al comité previamente
designado para el manejo de la crisis. En petit
comité, evalúan la situación y toman
decisiones. Dicho protocolo se realiza en reuniones serias y sin
cámaras de por medio.
Pero, como ya es costumbre, López Obrador hizo
las cosas a su modo y mal: no convocó al comité técnico
especializado para el manejo de la crisis -tal vez porque ni siquiera
lo había formado- y privilegió la exposición mediática a fin de
aprovechar al máximo la oportunidad que le dio el sismo de mostrarse
“profundamente preocupado” por los mexicanos. O sea, en términos
mediáticos, el sismo le cayó “como anillo al dedo”: hizo una
propaganda popular a través de las redes sociales y medios
electrónicos, en la que fundamentalmente se le vio “colgado” del
teléfono -dispositivo bastante popular-, a través del cual “recibió
información” (sabrá Dios si lo hizo porque no escuchamos al
interlocutor), pero en ningún momento escuchamos que diera
indicaciones concretas y precisas. Solo escuchaba y repetía lo que
le decían del otro lado, pero nada más. Circo y más circo, en el
que también salió a relucir el Tsuru blanco; sí, ese al que ha
hecho símbolo de su austeridad, pero que solo le sirve de pantalla.
Mentira que López Obrador se preocupe y trabaje
para los pobres, la prueba más clara de que no lo hace es que,
durante la pandemia (por cierto, muy mal manejada: más de 20
muertos), no ha apoyado a la gente con alimentos para que pudiera
quedarse en su casa y, lo más grave, no ha apoyado a las empresas
para que los trabajadores no pierdan sus empleos, los cuales no
recuperarán pronto porque las empresas ya quebraron y no saben si
podrán recuperarse o cuándo lo harán. Bueno, y ¿qué ha hecho por
Oaxaca luego del sismo?
Amlo tampoco ha tomado medidas para que no se
sigan perdiendo empleos. Las estadísticas dicen que en los últimos
tres meses se perdieron un millón de empleos, es decir, se perdieron
todos los que se crearon en año y medio. Además, tanto empresarios
como banqueros señalan que no se ha tocado fondo, que viene una
crisis peor que las que ya vivió México en 1995 y 2009 y que
seguirá la pérdida de empleos porque López Obrador no ha generado
políticas públicas para apoyar a las empresas mediante el subsidio
de la nómina y darles prórrogas para pagar obligaciones fiscales y
que tampoco ha generado políticas sociales para combatir la pobreza.
Las cosas en México se pondrán peor y hay que
hablarlo para estar prevenidos y tomar medidas: según los expertos,
la pérdida de empleos está impactando a la gente menor de 40 años
que ganaba menos de dos salarios mínimos; o sea, si de por sí ya
era pobre, ahora caerá en la pobreza extrema. Además, dicen que
alrededor de 10 millones de personas que se emplean en el sector
informal, también tendrán problemas para recuperar sus trabajos.
Por eso, para ocultar la tragedia que poco a poco
se apodera de México, el mandatario echa mano de lo que mejor conoce
y maneja: la manipulación mediante la propaganda.
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