“Las enfermedades no distinguen clases sociales, pero la
enfermedad no es la que me va a matar, va a ser el hambre”, dice Marina Colula
Hernández, habitante del municipio de Chimalhuacán, que antes de que se
presentará el primer caso de COVID-19 en el país, se dedicaba a lavar ropa de
vecinas cercanas a su hogar y con ello, asegurar el sustento para sobrevivir
con sus hijos.
La falta de credibilidad en las autoridades y medios de
comunicación sobre la pandemia por el también llamado Coronavirus iniciada en
Wuhan, China, propició una lluvia de opiniones a nivel mundial. Tras varias
semanas fue como se dio a conocer que el virus logró penetrar los cinco
continentes por lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró
emergencia mundial y cada gobierno inició un plan de contingencia ante tal
suceso.
Las calles de la Ciudad de México comenzaban a verse
solitarias, los negocios locales, iniciaron con restricciones emitidas por el
gobierno federal, lo que parecían un caso de alerta se convirtió en pocos días
en emergencia de salud nacional, se suspendieron clases por tiempo indefinido,
se prohibió reunirse en templos, iglesias, realizar fiestas o actividades
recreativas, con el tiempo los casos incrementaron, en tanto que empresas y
fábricas con mayor manufactura, dejaron de producir o redujeron al mínimo sus
lotes; para muchos representó medidas de seguridad, para otros el cierre de su
única fuente de ingresos.
Chimalhuacán, es una localidad perteneciente a la zona
metropolitana del país, tiene más de medio millón de habitantes y es conocido
como un municipio dormitorio, lo que significa que gran parte de su población
económicamente activa labora en la capital, por lo tanto, las medidas contra la
pandemia evitaron un leve incremento mayor en los casos por COVID-19, pero
también encendieron focos rojos en los índices de pobreza en el Valle de México.
María Luisa Cueto García de 63 años de edad tiene tres hijos
que la apoyan con sus gastos de necesidad básica, sin embargo, el recorte de
personal dejó al menor de ellos, Luis, sin empleo. Marcos, el segundo, no
recibe sueldo “hasta que se reanuden actividades”; comenta que su jefe hasta el
momento no se ha comunicado con él. Mientras que Alberto, el mayor, labora en
una fábrica parcialmente, “nuestro lote de producción bajó, se irán a mitad de
sueldo todos, hasta que podamos trabajar con mayor libertad”, le dijeron en la
empresa donde ha laborado por 15 años.
“El gobierno federal de morena, en su campaña, dijo conocer
la necesidad que tenemos, pero hoy afirman hacer programas de apoyo, pero la
verdad nunca llegan a los pobres”, dice Luis el hijo menor de María Luisa. “Las
autoridades creen que bromeamos cuando decimos que no tenemos que comer, porque
nunca han tenido esa necesidad, he buscado vender un poco de fruta, pero, la
venta es muy poca, todos estamos en la misma situación tenemos hambre pero, no
podemos comer, no tenemos dinero”.
De acuerdo al Consejo Nacional de Evaluación de la Política
de Desarrollo Social (CONEVAL) en el 2018 los índices de pobreza en el Estado
de México, corresponden al 42.7% cifra que se ha dado a conocer innumerables de
veces. Lo alarmante de esto es que desde ese año ya existían dos porcentajes
que Alfredo Del Mazo Maza, gobernador de la entidad y el actual presidente de
la república, Andrés Manuel López Obrador, ya conocían: un 8.7% del índice son
población vulnerable por el bajo salario y un 28.1% pertenece al grupo
vulnerable por carencias sociales, ¿Vulnerables a qué? a la pobreza, índices
independientes de la cifra previamente mencionada y que, ante la situación
actual, serán modificadas abruptamente para engrosar el número de pobres en
México.
Sí, es verdad que factores externos no pueden ser
controlados en su totalidad por el gobierno, ya que habrá medidas en que la
población deberá tomar partido, lo cierto es que será más que complicado
detener una pandemia con el sistema de salud colapsado que cuenta nuestro país.
Si bien no es nuevo, que es carente, también es cierto que la actual
administración no ha hecho nada por mejorar. De acuerdo a la versión digital
del periódico ´El País´, “México
invierte 2,5% de su Producto Interno Bruto (PIB) en salud, cifra inferior al
promedio de Latinoamérica que es del 3,7%, mucho menor a la que estima la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) como un
sistema de salud óptimo que es del 6%”.
Chimalhuacán, se caracteriza por ser un municipio que alza
la voz constantemente y que se ha manifestado para solicitar que el gobierno
tanto Estatal como Federal ayuden en esta crisis, sin embargo, continúa sin una
respuesta y como muchos otros, la población intentará sobrevivir a lo que el
gobierno de morena denominó como la “nueva normalidad”. “No queremos dinero, la
gente siempre cree que exageramos, queremos comida y eso es lo que le solicitamos
a Del Mazo y a Andrés Manuel. Mínimamente, un paquete alimentario, un programa de
despensas para sobrevivir”, dice Bertha Miguel López de 65 años que colocó un
trapo blanco en su ventana, vende en su zaguán jitomate y chile, ella le envía
un mensaje al actual mandatario. “Sí. Somos pobres señor presidente, yo ya no
le creo cuando usted dice que ´primero los pobres´, nos quitó apoyos y ahora la
gente se muere porque no hay material ni medicinas, y no es posible que a más
de 60 días de la pandemia en México usted siga sin pronunciarse por nosotros,
somos más de 120 millones los que no podemos vivir de sus promesas, urgen
hechos”.
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