Por Graciela Concepción Ángeles
Carreño*
El sistema milpa y el maguey han sido los cultivos más
importantes en el desarrollo de las culturas que habitaron lo que hoy conocemos
como América, la domesticación del maíz parece ser muy cercana a la
domesticación del agave en el territorio que hoy ocupa México.
La importancia de estas plantas para la sobrevivencia de
estas culturas inicialmente nómadas radica en el descubrimiento de la
agricultura que las llevó a convertirse en sedentarias.
En el caso del maíz, fue completamente domesticado,
mientras que, en el caso del maguey, ocurrió algo interesante. Su
diversificación no sólo es resultado de la polinización cruzada en la que los
murciélagos tienen un papel clave, suponemos que en gran medida la intervención
humana fue un factor que sumó a la selección de especies por sabor y
rendimiento, lo anterior permitió generar dos grupos de estas plantas: las
silvestres y las domesticadas.
La existencia de especies en estado silvestre ha
permitido a lo largo de varios siglos continuará evolucionando y con ello,
siguieran surgiendo nuevas especies. Por otro lado, las que fueron
domesticadas, al igual que el maíz, fueron “mejoradas” a través de la selección
que los campesinos hicieron de la planta, ya fuera para la producción de pulque
o la producción de destilados.
El maguey, usado como alimento, vestido, materiales de
construcción, elemento ritual u ornamental ha sido una planta altamente
valorada siglos atrás, aunque en los últimos 2 siglos, su uso se ha reducido a
la obtención de fibras y de bebidas.
El sistema Maguey Intercalado con Milpa (MIM) también
conocido con metepantle[1],
tuvo su origen en la agricultura precolombina y es resultado del manejo que los
campesinos hicieron de las terrazas, donde, para poder aprovechar las laderas y
sus pendientes, construyeron bordos de tierra o piedra para retener el suelo.
El metepantle representa una de las primeras formas de
cultivar y aprovechar los terrenos con pendientes, que en nuestro país suelen
ser muy comunes por la gran cantidad de montañas. Por otra parte, este tipo de
terrenos de menor calidad, solían ser aquellos a los que, en la época colonial
tenían acceso, sobre todo, porque los terrenos planos y de mejor calidad
estaban en manos de hacendados.
El ingenio aunado a la necesidad de aprovechar los
recursos al máximo, dieron como resultado un sistema de siembra que sobrevive
hasta nuestros días, aunque, cada vez en menos medida, pues desde finales del
siglo pasado se estableció una nueva forma de cultivo del agave: el
monocultivo.
El monocultivo, en un principio reservado a terrenos
planos y altamente productivos, se ha ido desplazando para cubrir cerros y
laderas. Desafortunadamente, junto a éste se implementó el uso de “paquetes
tecnológicos” para su cultivo basado preponderantemente por el uso de
pesticidas, herbicidas y abonos sintéticos.
Siendo las comunidades rurales el reservorio de maíces
criollos y de la mayor parte de la biodiversidad que habita en nuestro
territorio, es urgente volver la mirada a las prácticas tradicionales de
cultivo.
El sistema MIM se plantea como un sistema noble, donde el
objetivo es producir alimento a partir del cultivo de la milpa, mientras que el
agave es un subproducto que puede aprovecharse de manera paralela.
Así mismo, el sistema MIM, sigue cumpliendo su doble
función: retener suelos y producir alimentos y maguey para la elaboración de
bebidas fermentadas (pulque) o destiladas.
Pensar el mundo desde la perspectiva de la agricultura
regenerativa, es una posibilidad para mantener los cultivos tradicionales, así
como maíces, calabazas y frijoles criollos y un sistema productivo basado no en
el rendimiento sino en la diversidad, ya sea de aromas y sabores o simplemente
de agaves.
El aprovechamiento integral del agave y la milpa, pueden
representar una estrategia ante los efectos del cambio climático, pues son
plantas que han pasado por procesos de adaptación, pero, sobre todo, por vivir
en condiciones extremas ante lo cual también se han diversificado.
Desde las montañas de Chihuahua en el norte, hasta las
del sur en Oaxaca, México se caracteriza por la gran diversidad de especies de
agaves que podemos encontrar, los diversos usos que las comunidades han dado a
la planta, y que hoy día es necesario retomar y recuperar.
El uso de las fibras muy probablemente sea el primer
regreso de la planta a nuestra cotidianidad, aunque también su uso como
alimento sigue siendo vigente, es cada vez menos común; sin embargo, es
importante rescatar el uso del agave en la cocina como alimento, así como como
ingrediente para la elaboración de platillos.
El manejo del territorio se basa en el aprovechamiento
racional de las plantas y animales que lo habitan. El uso planificado según las
necesidades de los que habitan el lugar, pero igualmente importante resulta
saber esperar a que la planta alcance su madurez para poder ser aprovechada.
En resumen, el agave es una planta que da identidad a
nuestro país, forma parte de su historia, del paisaje y su imagen está en el
imaginario de todo mexicano. Aunque hoy día, esta riqueza biológica puede estar
en peligro, no sólo por el aumento del monocultivo, el cambio en los métodos de
propagación, pero, sobre todo, por la selección de únicamente dos especies de
alto rendimiento, poniendo en situación crítica la sobrevivencia de aquellas
que no logren ser competitivas en rendimiento o de periodo corto de madurez.
Junto con la pérdida de la diversidad de agaves, también
perderemos la memoria, parte de nuestra identidad, y el legado que la
naturaleza dejó a nuestro cargo. Por ello, es importante replantearnos el mundo
desde otra lógica distinta a la productividad.
Finalmente, la responsabilidad debe ser compartida, no
sólo recae en el campesino, también en el consumidor, el ciudadano, el Estado y
todos quienes habitamos el territorio, este que es nuestro hogar y donde hemos
evolucionado.
Por ello, en este 20
de octubre, Día Nacional del Mezcal, desde Fundación Herdez – Casa Doña María Pons te invitamos a conocer más
sobre la planta que le da origen, su riqueza cultural, su diversidad y el arte
que encierra su producción. En nuestras bibliotecas encontrarás materiales que
profundizan en este tema, como el libro Mexcalli, de Graciela Ángeles
Carreño, una de las voces más importantes y expertas en el universo del mezcal,
así como otros títulos dedicados a la cultura de los destilados de agave y a las tradiciones que los rodean.
Visita la Biblioteca de la Gastronomía Mexicana en
nuestra sede de Ciudad de México (Seminario 18, Centro Histórico) o la
Biblioteca Casa Doña María Pons en San Luis Potosí y descubre más sobre este y
otros temas que celebran la diversidad cultural de nuestro país.
*Graciela Concepción Ángeles Carreño Maestra en Sociología con Atención al Desarrollo Regional (IISUABJO),
Doctora en Desarrollo Rural (UAM-X) y Gerente General de Mezcal de los Ángeles
S.C de R.L.
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[1] Metepantle
significa "hilera de magueyes" en náhuatl y se refiere a un
antiguo sistema agrícola que utiliza terrazas escalonadas e hileras de magueyes
para proteger el suelo y conservar el agua. Este método combina el cultivo
de maíz, frijol, calabaza y agave con el de plantas silvestres, resultando en
una práctica agroecológica que asegura la producción de alimentos y el sustento
de las comunidades.
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