Por Shamla Naidoo, jefa de Estrategia e Innovación en la Nube de Netskope. Este es un año crucial para la democracia global. A nivel internacional, en 2024 se celebran 83 elecciones nacionales en 78 países; la jornada que vivirá México este 2 de junio, es histórica y destaca por tener, entre las principales aspirantes a la presidencia, a dos mujeres.
Pero en este escenario existe un riesgo inherente en el nivel de persuasión que tienen las plataformas digitales y las redes sociales en los votantes. Estas plataformas y la rapidez con la que en ellas se propagan noticias falsas, memes engañosos y contenido basado en deep fakes, pueden abrumar a los votantes e inferir en su decisión en las urnas, atentando en contra de la integridad del proceso electoral.
Hoy, desde mi punto de vista, es primordial atender el problema que la desinformación representa. Como ciudadanos y responsables de políticas públicas, debemos asegurarnos de mantener la confianza en la seguridad de nuestras elecciones, desde que iniciaron las campañas y hasta el día de la votación, este fin de semana.
Si bien los sistemas electorales más digitalizados podrían contar con defensas sólidas contra ataques digitales a gran escala, la desinformación se posiciona como un factor que puede influir directamente en los resultados. En la última década, hemos sido testigos de un preocupante aumento en la difusión de información falsa sobre todo cuando se llevan a cabo procesos electorales, tanto en México como en otros territorios.
Ya sea difundida intencionalmente como desinformación o de forma involuntaria, simplemente como información errónea, el impacto en la percepción pública y los resultados electorales puede ser muy profundo. No es casualidad que el Foro Económico Mundial, en un reporte lanzado al inicio de año, califica a la desinformación y la propagación de deep fakes, creados con inteligencia artificial, como el segundo riesgo global más grande al que se enfrentan las sociedades este año (53%); solo detrás de los efectos del cambio climático y los climas extremos (66%).
Esto se debe a que los deep fakes son herramientas altamente disponibles, fáciles de acceder y que representan un arma muy útil para actores malintencionados que buscan manipular la opinión pública y socavar la confianza en las instituciones. Actualmente, la difusión de noticias falsas ha alcanzado niveles sin precedentes, además de que esta tecnología las ha llevado a una sofisticación nunca antes vista.
Debemos resistir colectivamente contra quienes pretenden sembrar noticias falsas en nuestro consumo digital diario y manipular el discurso público. Comprometernos a defender los principios de transparencia, responsabilidad y toma de decisiones informada, debe ser una prioridad compartida de empresas, sociedad civil y desde luego de las entidades políticas de las naciones.
Si nos mantenemos informados, evaluamos críticamente la información y participamos en un discurso cívico responsable, podemos salvaguardar la integridad de nuestros procesos electorales y preservar los cimientos de nuestra sociedad democrática. |
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