Campaña
U Jeets’el le ki’ki’ kuxtal
Territorio
Maya en Resistencia y Rebeldía
Contra
el falso perdón y por las
Autonomías
Cuando
Andrés Manuel López Obrador pide perdón al pueblo maya, nosotros y
nosotras
nos preguntamos:
¿Qué
viene con el “perdón”? Porque por una parte habla de pedir
perdón, pero por la otra
realiza
el mismo acto de Porfirio Díaz en ese entonces. Con el perdón trae
grandes
empresas;
fuentes del despojo, acumulación para unos cuantos y miseria para
los pueblos.
Militares:
agentes de la violencia y las desapariciones más crueles de nuestra
historia reciente.
Desarrollo:
el progreso desde la visión occidental, riqueza para unos pocos, una
forma de explotación y despojo que prioriza a la muerte y que se ha
perpetuado durante
más
de cinco siglos, desde la conquista de lo que denominaron las
Américas, y que se
impone
y destruye otras formas de vida, como las de nosotros y nosotras, los
pueblos
indígenas,
los pueblos mayas que somos.
El
mal llamado Tren Maya, y otros muchos grandes proyectos, como las
industrias
inmobiliarias
y turísticas, los parques eólicos y fotovoltaicos, la siembra de
transgénicos y
las
granjas, son la representación de estos elementos.
De
qué sirve pedir perdón a los pueblos mayas, cuando quien pide
perdón representa, al
igual
que Porfirio Diaz, una alianza abierta con las grandes empresas y los
militares, la
continuación
de la devastación de las selvas que nos rodean y que nos otorgan la
vida; la
contaminación
de las aguas que ya no podemos consumir; el despojo del territorio
que hemos habitado durante centurias y que nos quieren arrebatar; y
la terrible explotación a nuestro pueblo maya a través del llamado
“desarrollo que esclaviza y mata a nuestros
pueblos.
De
qué sirve pedir perdón a los pueblos mayas, cuando quien pide
perdón perpetúa el
racismo,
la discriminación y el menosprecio a los pueblos: que nos trata como
si fuéramos
personas
sin emociones, sin razón, sin pensamiento, sin posibilidades de
decidir por nuestro futuro y el de nuestros pueblos de manera
colectiva, horizontal y desde abajo, por fuera de la política
partidista que tanto divide a nuestras sociedades. Es justamente eso
lo que está en disputa: los futuros posibles de las muchas formas de
vivir y de organización de los pueblos, de las niñas y los niños,
de la naturaleza y la vida misma.
De
qué sirve pedir perdón por los agravios de pasado cuando, en el
presente, la
colonización
de nuestros territorios y de nuestros cuerpos y emociones y
pensamientos persiste cada día con más violencia e intensidad;
cuando con la imposición de los grandes proyectos se nos arrebata el
territorio: la tranquilidad de los poblados se transforma en el
terror que viven a cada momento las compañeras y compañeros de
Cancún, Playa del Carmen, Tulum, Bacalar, pues se han convertido en
sedes regionales, nacionales y hasta globales de la explotación
laboral, de la inseguridad generalizada, de los feminicidios y
asesinatos, del tráfico de drogas y de personas. ¿Ese es el
Desarrollo del que tanto hablan? ¿No acaso es lo contrario? Ese
desarrollo del que hablan parece más bien un infierno que se
extiende como una plaga de muerte en dirección hacia los pueblos.
De
qué sirve pedir perdón a la Madre Tierra cuando las selvas están
siendo literalmente
devastadas
por el agronegocio, la industria inmobiliaria y turística; por los
parques eólicos
y
fotovoltaicos que solo producen energía para las propias grandes
empresas; por el gran
proyecto
llamado sembrando vida (que no hace más que sembrar muerte).
Pedir
perdón tendría sentido si inmediatamente se repararan y compensaran
los daños al pueblo maya por los errores del presente, por las
decisiones que causan el desastre medioambiental en territorios
mayas: las concesiones para el cultivo de transgénicos e híbridos y
el uso de pesticidas que llevaron a la grave contaminación del manto
freático y la presencia de glifosato en la sangre y leche materna,
la deforestación de la sagrada selva y la muerte de las abejas y
otros insectos nativos que mantienen los vivos ecosistemas y son
fundamentales para mantener los medios de vida de las comunidades
mayas.
No,
señor presidente: ¡no aceptamos su perdón!
No
un perdón cínico y tramposo.
Lo
que exigimos y que hemos exigido desde hace mucho tiempo, y lo que
han exigido de
otras
formas nuestras abuelas y abuelos en las décadas y siglos pasados,
es que se respeten
los
derechos de los pueblos indígenas, de nosotras y nosotros como
pueblos mayas.
¡Exigimos
un alto al megaproyecto mal llamado Tren Maya!
A
la siembra de los monocultivos de agricultura transgénica.
A
las granjas porcícolas que contaminan nuestras aguas.
A
las empresas eólicas y fotovoltaicas que despojan las tierras.
A
las políticas que impulsan las industrias de las inmobiliarias y el
turismo masivo que
devasta
la naturaleza y nuestras diversas formas de vida que defienden la
vida misma.
Es
decir, exigimos que se detenga el desarrollo capitalista en nuestro
territorio maya.
Se
nos pregunta qué alternativa proponemos.
Nosotras
y nosotros, desde la Campaña U Jeets’el le Ki’ki’ kuxtal (es
decir, en otras
palabras:
el asentamiento de la buena vida/autonomía), proponemos formas de
vida, y no
proponemos
una, sino muchas, las de los pueblos que somos. Lo que queremos son
autonomías
que nos permitan vivir bien, en tranquilidad con la naturaleza. Una
vida digna.
No
queremos que nos pidan perdón.
Exigimos
el respeto al derecho de ejercer nuestras autonomías.
¡Aquí
estamos, señor presidente!
¡Aquí
estamos los pueblos en lucha!
¡Aquí
estamos y no nos rendiremos!
Hoy,
3 de mayo, aun escuchamos el llamado de la Cruz Parlante, el llamado
de la libertad,
el
llamado de las autonomías. Hoy honramos a nuestros abuelos y abuelas
que como en
1847
se levantaron en armas en la mal llamada Guerra de Castas, para
defender su
territorio.
El mismo territorio que hoy amamos y nos toca defender. Hoy es un
gran día para nuestra memoria como pueblos, un gran día para
nuestra ritualidad, en nuestra espiritualidad, la de los pueblos en
lucha.
¡Aquí
hemos estado, aquí estamos y aquí seguiremos los pueblos mayas!
Campaña
U Jeets’el le Ki’ki’ kuxtal
Península
de Yucatan