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de Política Monetaria
La
Junta de Gobierno del Banco de México ha decidido aumentar en 50 puntos base el
objetivo
para la Tasa de Interés Interbancaria a un día a un nivel de 6.25 por ciento.
La
actividad económica mundial continuó presentando una recuperación hacia finales
de 2016. En
particular,
la economía de Estados Unidos mantuvo su expansión y las condiciones del
mercado laboral
siguieron
fortaleciéndose. Por su parte, la inflación en ese país ha aumentado al
desvanecerse los
efectos
de las disminuciones en los precios de la energía y de las importaciones, si
bien aún se ubica
por
debajo de la meta de la Reserva Federal. En este contexto, en su decisión de
febrero esta Institución
mantuvo
el rango objetivo para la tasa de fondos federales sin cambio. Sin embargo, el
proceso de
normalización
de la postura monetaria en ese país pudiera llevarse a cabo a un ritmo más
acelerado
que
el previsto a finales del año previo. Lo anterior refleja, en parte, los
anuncios que ha emitido la
Administración
del Presidente Trump, referentes a su pretensión de adoptar una ambiciosa
expansión
fiscal,
sobre todo mediante incrementos en el gasto de infraestructura y a través de
reformas a la política
tributaria.
Se estima que estas acciones podrían llevar a un incremento significativo en la
deuda pública
y,
por tanto, en las tasas de interés.
En
la Eurozona, el Reino Unido y Japón se ha registrado un mayor dinamismo de la
actividad económica
y
un repunte de la inflación, por lo que los temores deflacionarios se han reducido,
lo que podría llevar
a
políticas monetarias menos acomodaticias. Respecto a las economías emergentes,
estas han
enfrentado
un escenario de gran incertidumbre, en particular debido a las políticas
fiscal, comercial y de
migración
que ha venido contemplando la nueva Administración en Estados Unidos, lo que
podría
propiciar
a un apretamiento de las condiciones financieras internacionales y una
disminución del
comercio
y de la inversión extranjera directa mundiales. Hacia adelante, se anticipa que
la actividad
económica
global muestre un repunte moderado en 2017 y 2018. Esto, en parte, ante la
expectativa de
una
mezcla de políticas fiscal, financiera y de desregulación más expansionista por
parte de la nueva
Administración
de Estados Unidos. Los cambios esperados en las políticas fiscal y monetaria en
ese
país
han provocado que el dólar se mantenga apreciado frente a prácticamente todas
las divisas, incluso
aquellas
de otros países avanzados.
Desde
la última decisión de política monetaria en México, la volatilidad en los
mercados financieros
internacionales
ha tendido a disminuir. En contraste, la correspondiente a los mercados
financieros
nacionales
se incrementó a partir de enero de 2017, principalmente como reflejo del riesgo
de posibles
cambios
en la relación económica entre México y Estados Unidos. La cotización de la
moneda nacional
registró
una depreciación adicional, mientras que las tasas de interés para todos los
plazos y sus
diferenciales
con las de Estados Unidos también presentaron aumentos, aunque en ambos casos
estos
fueron
menores en los plazos largos. No obstante, en las últimas semanas tanto el tipo
de cambio, como
las
tasas en pesos, han presentado una reversión considerable, si bien se mantienen
en niveles
superiores
a los observados antes de las elecciones en Estados Unidos.
El
entorno de incertidumbre que continúa enfrentando la economía nacional hace
especialmente
relevante
que las autoridades fortalezcan los fundamentos macroeconómicos del país,
consolidando las
finanzas
públicas y ajustando la postura de política monetaria al ritmo que sea
oportuno. Lo anterior, al
tiempo
que se siga impulsando la implementación adecuada de las reformas
estructurales. En este
sentido,
la liberalización en los precios de las gasolinas debería significar un avance
en el fortalecimiento
del
marco macroeconómico del país por la reducción que representa de las
vulnerabilidades de las
finanzas
públicas, dado que no es sostenible mantener precios públicos desalineados de
su referencia
internacional.
Una postura fiscal sólida es esencial para fortalecer el marco macroeconómico y
coadyuva
a
reducir la percepción de riesgo en la economía, creándose un entorno más
propicio para el crecimiento
y
la estabilidad de precios.
La
economía mexicana continuó registrando una reactivación en el cuarto trimestre
de 2016, si bien a
un
menor ritmo que en el trimestre previo. En particular, la demanda externa
siguió exhibiendo una
mejoría,
a la vez que el consumo privado preservó una trayectoria positiva. No obstante,
persistió el
débil
desempeño de la inversión. En este contexto, siguen sin presentarse presiones
significativas
provenientes
de la demanda agregada sobre el nivel general de precios. Ante los recientes
anuncios de
intención
de políticas por parte de la nueva Administración de Estados Unidos, ha surgido
la posibilidad
de
que efectivamente se implementen medidas que en algún grado podrían
obstaculizar su relación con
México.
Este escenario ha influido ya en la confianza de los consumidores y empresas,
en la inversión
extranjera
directa y en los flujos de remesas hacia el país. Se considera que el balance
de riesgos para
el
crecimiento siguió deteriorándose.
Después
de que la inflación general se mantuvo por debajo de 3 por ciento durante
diecisiete meses
consecutivos,
a partir de octubre de 2016 superó ligeramente dicho nivel, para cerrar ese año
en 3.36
por
ciento. La tendencia al alza que presentó la inflación a finales de 2016 se vio
exacerbada en enero
de
2017, llegando a 4.72 por ciento. Esto, por el efecto de los ajustes en los
precios de algunos
energéticos,
principalmente los de las gasolinas. Asimismo, la inflación subyacente mantuvo
su
tendencia
al alza, como reflejo del efecto de la depreciación cambiaria sobre el
subíndice de precios de
las
mercancías y en menor medida sobre el de los servicios, así como del impacto
indirecto derivado de
los
incrementos en los precios de los energéticos, situándose en 3.84 por ciento en
el mes anteriormente
mencionado.
Las expectativas de inflación de corto plazo provenientes de encuestas
aumentaron
significativamente
en respuesta precisamente a los incrementos ya referidos en los precios de
energéticos,
que representan variaciones en precios relativos, por lo que no deberían tener
un impacto
sostenido
y generalizado sobre los precios de la economía. En línea con lo anterior, las expectativas
de
mediano
plazo aumentaron en mucho menor medida que las de corto plazo. Destaca que las
correspondientes
a mayores plazos provenientes de encuestas se ubican en 3.5 por ciento.
Se
prevé que durante 2017 la inflación se ubique por encima de la cota superior
del intervalo de variación
del
Banco de México, si bien se anticipa que durante los últimos meses de este año
retome una
tendencia
convergente hacia la meta y se sitúe cerca de 3 por ciento al cierre de 2018.
En efecto, se
espera
que la inflación durante el año en curso se vea afectada de manera temporal
tanto por cambios
en
precios relativos de las mercancías respecto de los correspondientes a los
servicios, derivados de la
depreciación
que ha presentado el tipo de cambio real, como por el impacto transitorio de la
liberalización
de
los precios de las gasolinas. No obstante, se anticipa que durante los últimos
meses de 2017 y en
2018
tanto la inflación general, como la subyacente, retomen la tendencia
convergente al objetivo de 3.0
por
ciento, a medida que se vayan desvaneciendo los efectos de los choques
mencionados. A ello
también
contribuirán tanto los ajustes de política monetaria llevados a cabo de manera
preventiva
durante
2016, así como los que se requieran en 2017. Todo ello aunado a que no se
anticipa que se
presenten
presiones inflacionarias derivadas de la demanda agregada.
Esta
previsión está sujeta a riesgos. Al alza, el principal es que se eleven aún más
las expectativas de
inflación.
Ello podría darse como consecuencia, por una parte, de que, derivado de la
incertidumbre que
prevalece
en el entorno externo, la moneda nacional experimente depreciaciones
adicionales y, por otra,
que
los incrementos en los precios de los energéticos hasta ahora registrados
eleven más allá de su
impacto
natural los precios de aquellos bienes y servicios que los utilizan como
insumos en su
producción.
Adicionalmente, existe el riesgo de que se susciten aumentos de precios de
bienes
agropecuarios,
si bien su impacto sobre la inflación tendería a ser transitorio. Por su parte,
entre los
riesgos
a la baja sobresalen la posibilidad de que se presente una apreciación de la
moneda nacional;
reducciones
adicionales en los precios de algunos insumos de uso generalizado propiciadas
por las
reformas
estructurales; que el comportamiento futuro de las referencias internacionales
y una mayor
competencia
entre los proveedores de gasolina en el país resulten en precios menores de los
energéticos;
y que la actividad económica nacional se desacelere más de lo anticipado. Se
considera
que
el balance de riesgos para la inflación ha seguido deteriorándose.
Dada
la simultaneidad del entorno adverso y los choques temporales en precios
relativos mencionados,
el
principal reto que enfrenta la Junta de Gobierno es que no se presenten efectos
de segundo orden
sobre
la inflación y que se mantengan ancladas las expectativas de inflación de
mediano y largo plazo.
Lo
anterior, considerando tanto la naturaleza transitoria de los choques que está
enfrentando la inflación
este
año, como el horizonte en el que operan los canales de transmisión de la
política monetaria, ante
los
ajustes llevados a cabo durante 2016 y los que se juzguen convenientes para
este año.
En
este contexto, con el objeto de evitar contagios al proceso de formación de
precios en la economía,
anclar
las expectativas de inflación y reforzar la contribución de la política
monetaria al proceso de
convergencia
de la inflación a su meta, la Junta de Gobierno ha decidido incrementar el
objetivo para la
Tasa
de Interés Interbancaria a un día en 50 puntos base, para ubicarla en 6.25 por
ciento. Hacia
adelante,
la Junta de Gobierno seguirá muy de cerca la evolución de todos los
determinantes de la
inflación
y sus expectativas de mediano y largo plazo, en especial del traspaso potencial
de las
variaciones
del tipo de cambio y de las cotizaciones de las gasolinas al resto de los
precios, así como la
posición
monetaria relativa entre México y Estados Unidos y la evolución de la brecha
del producto.
Esto,
con el fin de estar en posibilidad de continuar tomando las medidas necesarias
para lograr la
convergencia
eficiente de la inflación al objetivo de 3.0 por ciento.
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