Casa Bonilla, bajo la dirección del chef Manolo Martínez, representa ese equilibrio entre historia, tradición y modernidad. Su cocina rescata los langostinos de río como símbolo de identidad veracruzana, reinterpretándolos con técnicas contemporáneas y maridajes cuidadosamente pensados. Más que un restaurante, Casa Bonilla funciona como una mezcalería, galería y espacio cultural, donde el arte, la sostenibilidad y la gastronomía se encuentran para contar la historia de una familia y de una región que vive a través del fuego, el maíz y la tierra.
Kaliman, por su parte, trae los sabores del Pacífico a Xalapa, combinando mariscos frescos con influencias asiáticas en una propuesta casual, divertida y sofisticada. Con una estética inspirada en la cultura pop de los años setenta, Kaliman no solo rompe esquemas visuales, sino también culinarios, apostando por la sustentabilidad (con un 90% de ingredientes provenientes de pesca responsable) y por una cocina que conecta emoción, técnica y territorio.
En Mesa Criolla, el chef Javier Cerrillo transforma el fuego y el humo en lenguajes de memoria. Su propuesta celebra la autenticidad de los ingredientes locales con menús de temporada que combinan técnica, creatividad y respeto por el producto. Cada plato es una narrativa, una conversación entre pasado y presente que refuerza la identidad gastronómica de Xalapa como epicentro de innovación y colectividad. Mesa Criolla, además, promueve la colaboración entre restaurantes y emprendedores locales, demostrando que el desarrollo gastronómico se construye en comunidad.
Finalmente, Ajolote, liderado por Irving Osmar, honra la memoria culinaria del norte veracruzano desde una visión contemporánea. Su cocina es refugio, símbolo de regeneración y cambio, como el animal que le da nombre. Ajolote representa la capacidad de reinventarse sin perder la raíz, conectando tradición y modernidad con productos locales, técnicas depuradas y un profundo respeto por la naturaleza.
En conjunto, estos proyectos hacen de Xalapa y Coatepec un territorio gastronómico en ebullición, donde el pasado se resignifica y la cocina se convierte en herramienta de investigación y reflexión cultural. Desde los huertos y mercados locales hasta los fogones contemporáneos, los ingredientes cuentan una historia de respeto, colaboración y orgullo.
Así, Veracruz se consolida como un sistema gastronómico en permanente transformación. Su cocina, más que un conjunto de recetas, es una red viva que refleja la historia, la biodiversidad y la sensibilidad de su gente. En ella se cruzan el maíz y el cacao, el mar y la sierra, la herencia indígena y la influencia europea, pero también la voz de una nueva generación que experimenta, fermenta, nixtamaliza y honra el origen.
La cocina veracruzana vive en los proyectos que impulsan la economía local y celebran la diversidad cultural del estado. Vive en los espacios del Colectivo Gastronómico Xalapa-Coatepec, en las plazas, los cafés de altura, las panaderías artesanales y los mercados donde se sigue moliendo el maíz a mano. Es un legado que trasciende el gusto y se convierte en una forma de entender el territorio, una manera de reconocernos en el sabor.
Veracruz inspira, conecta y recuerda. Su cocina es memoria viva del mestizaje, testimonio de resistencia y símbolo de identidad mexicana. En cada platillo hay un eco del pasado que sigue encontrando su voz en el presente, un latido colectivo que reafirma que la gastronomía veracruzana es, y seguirá siendo, uno de los corazones más vivos de México.
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