· Más allá de las pérdidas económicas
causadas por este desastre natural, los efectos palpables son limitados y sólo
son relevantes para regiones muy específicas, por lo que no generan un cambio
importante en las tasas de crecimiento económico a nivel nacional
· Los terremotos no dañaron la capacidad
productiva de la economía, ya que la infraestructura productiva resultó indemne
en su mayor parte
· El
efecto principal a corto plazo fue la interrupción de la actividad en el sector
servicios, pero su naturaleza es temporal y sólo relevante en el ámbito local
· La economía probablemente repuntará en
los próximos trimestres, debido a un impulso a la construcción conforme el
capital perdido es reemplazado de manera gradual
Al
igual que la mayoría de los desastres naturales, los grandes terremotos
ocasionan pérdidas humanas y destrucción. Hasta ahora, los terremotos de
septiembre en México han cobrado más de trescientas cuarenta vidas humanas.
Esta pérdida de vidas humanas constituye una tragedia irreversible.
Los
desastres naturales también conllevan pérdidas económicas. Nuestras cifras
preliminares apuntan a 2.500 millones de dólares en pérdidas materiales (0,3 %
del PIB). Estas pérdidas son significativamente inferiores a las causadas por
el terremoto de 1985, que se estimaron en 11.500 millones de dólares.[1] Esta
cifra puede aumentar en los próximos días a medida que surja nueva información
sobre propiedades dañadas. Sin embargo, la evaluación de los efectos económicos
de este desastre natural debe tener en cuenta un mayor número de factores.
Los
desastres naturales suelen tener tres efectos distintos sobre la actividad
económica (véase Gráfico 1). El primero es inmediato y comprende la destrucción
del acervo de capital. El segundo es de corto plazo y abarca el impacto
negativo sobre la actividad económica. El tercero es de mediano y largo plazo y
consiste en un impulso debido a las labores de reconstrucción. El efecto global
sobre la actividad económica (crecimiento del PIB) puede ser de mayor o menor
magnitud, dependiendo principalmente de la naturaleza de las pérdidas y de la
duración del deterioro económico en las regiones afectadas.
La
pérdida de acervo de capital constituye el principal efecto de los terremotos.
Aunque la destrucción de una parte de la capacidad nacional de producción no
afecta a la medición actual del valor agregado de todos los bienes y servicios
finales producidos en la economía, a largo plazo podría afectar a la capacidad
productiva del país y, por tanto, al PIB potencial. Los terremotos de
septiembre en México no dañaron la capacidad productiva de la economía, ya que
la infraestructura productiva resultó indemne en su mayor parte. El principal
efecto a este respecto comprende la pérdida de propiedad privada, esencialmente
viviendas, no infraestructuras pública o capacidad productiva privada, y está
focalizada y sólo es relevante a nivel local. En la Ciudad de México se han
visto afectadas alrededor de 4.000 casas, de las cuales probablemente un 30 %
presentan un severo deterioro estructural y, por lo tanto, quedaron
inhabitables. Aunque considerable, este número representa sólo un 0,2 % del
parque habitacional de la ciudad, mientras que la cifra para el estado de
Morelos es de alrededor de un 2,1 % y para Oaxaca y Chiapas de un 12,3 %. Cabe
destacar que estos últimos son dos de los estados con menor desarrollo
económico a nivel nacional y representan un 3,2 % del PIB (donde la mayor parte
de la vivienda se autoconstruye). Por su parte, la Ciudad de México representa
un 16,8 % del PIB.
El
segundo efecto es de corto plazo y abarca la interrupción de la actividad en el
sector servicios, lo que incluye turismo, comercio, escuelas, restaurantes,
alojamiento, bienes inmuebles y servicios de alquiler en las zonas cero. En
conjunto, los cinco estados afectados (Ciudad de México, Morelos, Puebla,
Oaxaca y Chiapas) representan un 32 % del PIB total del sector terciario, si
bien estimamos un impacto de sólo una décima parte del valor actual de todos
los servicios producidos en esas regiones.[1] Este efecto negativo se verá
parcialmente compensado por el dinamismo temporal en el comercio al por menor
debido a un aumento en el gasto privado para la asistencia por desastre a las
víctimas del terremoto. Teniendo en cuenta que el plazo en el que se produjo el
efecto es de sólo 12 de los 92 días del tercer trimestre, nuestros escenarios
apuntan a una reducción del crecimiento del PIB del 3T de -0,1 a -0,2 puntos
porcentuales (p.p.). Considerando el efecto compensador del sector minorista,
estimamos un impacto de -0,1 p.p. (véase Gráfico 2). Teniendo en cuenta la
desaceleración ya prevista para el tercer trimestre y hasta el momento respaldada
por los datos oportunos (el índice IGAE se contrajo un -0,7 % intermensual en
julio), la economía podría registrar un crecimiento del PIB intertrimestral
próximo a cero en el 3T17 (nuestro pronóstico previo a los terremotos era del
0,1 % intertrimestral).
El
tercer efecto tiene un horizonte de mediano y largo plazo y está asociado con
la actividad de recuperación posterior. La economía probablemente repunte en
los próximos trimestres, debido a un impulso a la construcción conforme el
capital perdido es reemplazado de manera gradual. En México, el sector de la
construcción representa un 7 % del PIB. La reconstrucción, unida a un mayor
gasto público y privado en los meses siguientes debido a las donaciones, la
reclamación de pérdidas aseguradas (alrededor de un 9 % de las viviendas
dañadas) y el uso del fondo gubernamental de emergencia para desastres
naturales (FONDEN), introducen un sesgo al alza en nuestras previsiones de
crecimiento para 2018.
Es
importante señalar que no esperamos una política fiscal más flexible. En
general, no prevemos ningún impacto en la posición fiscal pública, ya que los
recursos disponibles tan solo serán redesignados como ayuda para catástrofes.
Por lo tanto, no prevemos ninguna variación en el objetivo de superávit
primario del 0,9 % del PIB. El gobierno puede aprovechar los recursos del
FONDEN, un fideicomiso creado para satisfacer las necesidades financieras tras
el acaecimiento de desastres naturales, que ascienden a unos 500 millones de
dólares. Además, obtendrán 150 millones de dólares de un seguro contra
catástrofes suscrito con el Banco Mundial a principios de este año. Y habrá más
fondos provenientes de donaciones privadas.
Asimismo,
no prevemos cambios en el nivel general de los precios, por cuanto no se ha
producido daño significativo alguno a la oferta general de bienes y servicios
en la economía.
Por
lo tanto, nuestra evaluación general sugiere que, más allá de las pérdidas
económicas causadas por este desastre natural, los efectos palpables son
limitados y sólo son relevantes para regiones muy específicas, por lo que no
generan un cambio importante en las tasas de crecimiento económico a nivel
nacional. A largo plazo es probable que observemos un incremento marginal en la
actividad del sector de la construcción, así como en el gasto privado y
público, que fomentaría un efecto positivo marginal en 2018.
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