El
ya cercano 6 de octubre se cumplirán dos años del asesinato de don Manuel
Serrano Vallejo, un humilde trabajador mexicano que fue arrancado por sus
verdugos de su puesto de periódicos y del seno de su familia en esa fecha, en
Tultitlán, Estado de México. Durante todo este tiempo, tanto su familia
consanguínea como su gran familia política, el Movimiento Antorchista Nacional,
no hemos cesado de demandar a las autoridades “competentes” (es un decir) el
correcto esclarecimiento de este crimen y el debido castigo a sus ejecutores,
directos e indirectos, sin ningún resultado hasta la fecha. En los últimos
meses, a la demanda antedicha hemos sumado la exigencia de que nos sean
devueltos sus restos mortales, con idénticos resultados, es decir, ninguno. No
es mucho suponer que, por esto, sus victimarios han vivido mofándose de su
memoria y de los esfuerzos de deudos y amigos para conseguir un mínimo de
justicia en su caso, pues así proceden siempre los criminales que se sienten
seguros bajo un poderoso manto de impunidad.
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