En un discurso pronunciado en Los Pinos el
lunes 5 de octubre, el Presidente de la República llamó a los presentes y, a
través de ellos (supongo), a todos los ciudadanos, a cerrarle el paso a los
gobiernos autoritarios, entre otras razones porque son poco o nada proclives a
la transparencia y a la rendición de cuentas. El planteamiento presidencial, en
mi opinión, es redondo por así decirlo, en el sentido de que no deja margen a
la refutación, total o parcial, de sus potenciales críticos. En efecto, nadie
en sus cabales puede afirmar que está a favor de un gobierno autoritario, aun
en el caso de que le cambie el nombre por otro menos chocante para el público.
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