• Brindan mexiquenses turismo de naturaleza y aventura en este lugar situado a 30 minutos de Toluca y de la Ciudad de México.
• Pueden visitantes degustar la gastronomía que los habitantes del sitio ofrecen en cualquier época del año.
Ocoyoacac, Estado de México, 7 de enero de 2020. Uno de
los sitios recreativos más visitados del país es, sin duda, el Parque
Nacional Miguel Hidalgo y Costilla, mejor conocido como La Marquesa,
situado en una de las regiones más altas del Estado de México, a casi 3
mil metros de altitud.
Este parque, ubicado a sólo 30 minutos de Toluca y de la Ciudad de
México, debe su nombre oficial al célebre insurgente, por la importante
victoria que obtuvo en este lugar, en la famosa batalla del Monte de las
Cruces.
Enclavado entre las montañas, La Marquesa cuenta con bosques de
coníferas, como cedros, encinos y oyameles, que llenan con su aroma los
distintos valles y parajes, consintiendo a quienes lo visitan para comer
y divertirse, o bien, a los que acuden para acampar y escalar sus
desafiantes picachos y farallones.
En los numerosos valles que alberga, como el Valle del Silencio, el de
Salazar, las Monjas, del Conejo y de la Amistad, entre otros, es posible
realizar actividades de aventura, como lanzarse en tirolesa, correr en
cuatrimoto y sentir la adrenalina a bordo de los go-carts.
Para los que prefieren algo más tranquilo, en La Marquesa es posible dar
un agradable paseo a caballo, remar, jugar a la pelota, volar un
papalote o disfrutar de sus atractivos paisajes y del clima frío que
predomina a lo largo de casi todo el año, pues la temperatura media
oscila entre los 10 y 12 grados, aunque en invierno puede bajar hasta
los cero grados.
La Marquesa, que abarca los municipios de Ocoyoacac, Lerma y
Huixquilucan, goza de la preferencia tanto de los capitalinos como de
los habitantes del Estado de México, pues, además de los atractivos ya
descritos, es escenario de diversas actividades especiales.
Tal es el caso del Festival Medieval que se celebra una vez al año, con
divertidas atracciones de la época, ideadas para los amantes de la era
de los escudos, los caballos y las armaduras.
Desde luego, la experiencia no estaría completa sin la exquisita cocina
típica que se puede saborear en las numerosas cabañas distribuidas por
todo el parque, en donde los aromas y sabores se fusionan con el olor a
leña de los fogones donde se preparan los alimentos.
De entrada, y para calmar el frío, es obligada una deliciosa sopa
caliente, ya sea azteca, de hongo o de médula, servidas en los
tradicionales platos de barro, condimentadas -según sea el caso- con
aguacate, chicharrón y crema, o bien con limón, cebolla picada y chile
seco de árbol.
Además, en grandes comales se preparan los famosos tlacoyos de maíz azul
rellenos de frijol, requesón, haba o de moronitas de chicharrón, con
nopales y queso encima, coronados con salsa verde, roja o con un rico
guacamole.
Desde luego, nadie se puede ir de La Marquesa sin comer las sabrosas
quesadillas elaboradas con tortillas de maíz hechas a mano y rellenas de
múltiples guisos e ingredientes, entre ellos, de chorizo, hongos, flor
de calabaza, tinga de pollo, cuitlacoche o las tradicionales, rellenas
del famoso queso Oaxaca.
El aromático café de olla endulzado con piloncillo y los dulces típicos
como las alegrías de amaranto, las palanquetas de cacahuate, las cocadas
y los dulces de leche con trozos de nuez, son el postre perfecto para
cerrar esta aventura en La Marquesa, un lugar emblemático que todo
turista debe conocer cuando visita el Estado de México.