domingo, 2 de noviembre de 2025

Quiin, el nuevo caso de negocio que redefine la industria del skincare infantil y adolescente

 



En un entorno donde la industria del skincare crece de forma exponencial, impulsada por el auge del contenido digital y la influencia de las redes sociales, pocas marcas se han detenido a cuestionar lo que este crecimiento significa en términos de salud, educación y sostenibilidad. Mientras la conversación global sobre el cuidado personal se acelera, un fenómeno paralelo ha comenzado a despertar preocupación entre dermatólogos, padres y expertos del mercado, la exposición temprana de niñas y adolescentes a rutinas cosméticas diseñadas para adultos.

Ahí, en ese vacío entre el juego y la educación, entre la curiosidad genuina y la desinformación comercial, surge una nueva oportunidad de negocio. Quiin nace justamente para ocupar ese espacio. Más que una marca de skincare, se presenta como una empresa que busca reestructurar un segmento desatendido, el de las niñas y adolescentes de entre 8 y 13 años, que están aprendiendo a cuidar su piel por primera vez. En un mercado saturado de promesas estéticas y tendencias efímeras, Quiin propone una alternativa funcional, científica y emocionalmente responsable.

El punto de partida fue que la oferta actual en el segmento de skincare para pieles jóvenes es prácticamente inexistente o está construida a partir de versiones diluidas de productos para adultos. La mayoría de las marcas que comunican hacia este público lo hacen desde la superficialidad o la imitación, no desde la comprensión biológica y emocional. Quiin detectó ahí una oportunidad estratégica, de crear una línea segura, limpia y biocompatible que atienda la piel en etapa de crecimiento, al tiempo que educa a las nuevas generaciones sobre el valor del cuidado responsable.

Quiin se diferencia por basar su modelo de negocio en la convergencia entre educación y producto. Su estrategia combina la rentabilidad de una marca de consumo con la profundidad de una empresa con propósito social. Su plataforma digital funciona como un espacio de aprendizaje sobre la piel, las rutinas y la relación entre cuerpo, mente y bienestar. Esta visión omnicanal se complementa con presencia en puntos físicos de venta (principalmente farmacias, supermercados y tiendas especializadas en clean beauty), seleccionados bajo un mismo principio de transparencia, trazabilidad y confianza.

La propuesta de valor se sostiene en un rigor formulativo que responde a la ciencia y no a la moda. Cada producto está desarrollado con ingredientes suaves, clínicamente seguros y compatibles con la biología cutánea, extracto de avena y caléndula para calmar y fortalecer la barrera; glicerina vegetal y pantenol para hidratar sin ocluir; prebióticos botánicos para equilibrar el microbioma; y antioxidantes ligeros como la vitamina E para proteger del estrés ambiental. Son fórmulas funcionales, limpias y pensadas para todas las edades, pero especialmente adecuadas para pieles en desarrollo.

A diferencia de otras marcas que se comunican desde el ideal de la perfección, Quiin apuesta por una narrativa que privilegia la autenticidad. En lugar de vender la idea de una piel impecable, promueve la comprensión de una piel funcional. Su comunicación está diseñada para tranquilizar, no presionar. Habla con los padres desde un lenguaje de empatía, explicando que enseñar rutinas saludables no debe partir de la estética, sino del bienestar. Y en ese equilibrio entre rigor científico, comunicación consciente y sensibilidad comercial, la marca ha encontrado un posicionamiento único: acompañar a las nuevas generaciones y a sus familias en el proceso de construir hábitos de autocuidado sostenibles.


El lanzamiento de Quiin representa la consolidación de una categoría emergente dentro del universo de belleza y cuidado personal: la del skincare educativo. Esta categoría tiene un potencial de crecimiento significativo, impulsado por la creciente demanda de productos seguros, sostenibles y emocionalmente responsables. Según estimaciones del sector, el mercado global del skincare “limpio” o clean beauty crecerá a tasas anuales de más del 10 % en los próximos cinco años, y la segmentación por edades y estilos de vida abre un nuevo campo de innovación para empresas con visión a largo plazo.

La visión empresarial de Quiin se proyecta más allá del skincare. La marca busca construir un ecosistema integral de bienestar que evolucione junto con sus consumidores. Su objetivo es acompañar el ciclo completo del cuidado, desde las primeras rutinas simples hasta la adultez, adaptándose a las necesidades que cambian con el tiempo. Bajo esta estrategia, el plan de expansión contempla el desarrollo de líneas de bodycare, haircare y makeup, siempre bajo la misma filosofía de formulación limpia, segura y transparente. La meta no es seguir tendencias, sino trascenderlas.

En términos de crecimiento, la compañía ha definido una hoja de ruta clara para los próximos tres años, consolidar su presencia en México mediante una red selectiva de retail farmacéutico y supermercados, fortalecer su e-commerce como canal educativo y de comunidad, y expandirse hacia Latinoamérica y el mercado hispano en Estados Unidos. Las proyecciones estiman un crecimiento anual de entre 50 y 70 %, sustentado en la fidelización digital y la educación como motor de venta. En este sentido, Quiin busca generar una base de usuarios informados y comprometidos con la filosofía de la marca.

El verdadero impacto de Quiin, sin embargo, va más allá de las cifras. La marca se ha propuesto modificar la conversación cultural alrededor de la belleza. Su mensaje “el cuidado no es un lujo, ni un juego, ni una presión estética” redefine la forma en que las nuevas generaciones entienden el autocuidado. Al desintoxicar el lenguaje comercial que ha dominado la industria, Quiin crea una nueva narrativa en la que cuidar de la piel es también una forma de cuidar de uno mismo.

Con una estructura de negocio basada en propósito, sostenibilidad y escalabilidad, Quiin se perfila como un caso de estudio dentro de la industria del consumo consciente. Es una marca que demuestra que el valor empresarial no está reñido con la ética, y que los nuevos consumidores (particularmente las generaciones jóvenes) buscan autenticidad, educación y responsabilidad antes que aspiraciones inalcanzables.

En un mercado global donde el bienestar se ha convertido en una prioridad transversal, el surgimiento de Quiin representa mucho más que una apuesta comercial. Es una declaración sobre el futuro del consumo, uno donde la empatía, la ciencia y la estrategia pueden coexistir en equilibrio. Si logra mantener esa coherencia entre propósito y rentabilidad, Quiin podría convertirse en el punto de inflexión que la industria del skincare llevaba años esperando.

La cocina veracruzana es sabor, territorio e identidad en la mesa mexicana

 

Hablar de la cocina veracruzana es hablar de México en una de sus expresiones más puras y diversas. Es hablar del mar que dialoga con la montaña, del cacao que convive con el café, del maíz que encuentra en cada región una nueva forma de ser comprendido. Veracruz, tierra de encuentro, fue y sigue siendo uno de los puntos más ricos de intercambio cultural y gastronómico del país. Su cocina define identidades, preserva memorias y celebra la unión de mundos que dieron forma a lo que hoy entendemos como la gastronomía mexicana.

Desde la llegada de los primeros pueblos nahuas, totonacos, huastecos y popolucas, el territorio veracruzano fue un corredor de sabores. Cada zona (la costa, el centro montañoso y el sur tropical) desarrolló una cocina distinta, marcada por los ingredientes del entorno. En el norte, los frutos del mar y la caza menor; en la región central, el maíz y los chiles; en el sur, el plátano, la yuca y el cacao. Con la llegada de los españoles, los ingredientes locales se mezclaron con el aceite de oliva, las carnes curadas, las especias y los granos que viajaron desde Europa y Asia, dando lugar a una de las primeras cocinas mestizas del continente. Veracruz fue laboratorio de sabor.

La historia culinaria veracruzana está llena de gestos que moldearon la gastronomía nacional. El mole de Xico, el pescado a la veracruzana, los tamales canarios o las picadas son ejemplos de cómo la técnica y el ingenio popular transformaron la materia prima en símbolos culturales. El maíz, base de toda la alimentación mesoamericana, encontró aquí una nueva expresión, mezclado con manteca, envuelto en hoja de plátano o cocido en piedra caliente, según la región y el clima. Esa capacidad de adaptación convirtió a Veracruz en un referente del equilibrio entre tradición e innovación, entre lo indígena, lo europeo y lo afrodescendiente.

En esta diversidad se encuentra el verdadero valor cultural de la cocina veracruzana, su habilidad para contar historias a través del gusto. Cada platillo es un fragmento de la memoria colectiva, un relato que ha pasado de generación en generación, de las cocinas de humo a los restaurantes contemporáneos. Y aunque los siglos han traído modernidad, técnica y discurso gastronómico, el alma de esta cocina permanece intacta, cocinar sigue siendo un acto de amor, un gesto de identidad.

Hoy, esa herencia se renueva en manos de una generación de cocineros, productores y restauranteros que reinterpretan la tradición desde nuevas miradas. En Xalapa y Coatepec, por ejemplo, la cocina veracruzana ha encontrado un espacio de diálogo entre lo ancestral y lo actual. En esta región, el Colectivo Gastronómico Xalapa-Coatepec ha logrado articular un movimiento que busca visibilizar la riqueza cultural y culinaria del territorio, mostrando cómo la tradición y la innovación pueden coexistir y dialogar en la cocina contemporánea.

Este colectivo es una comunidad viva que fomenta la colaboración entre chefs, productores y creativos, creando un ecosistema donde se comparten conocimientos, se fortalecen vínculos locales y se amplifica la cultura gastronómica de la región a nivel nacional e internacional. Cada proyecto que forma parte de este movimiento refleja una visión distinta, pero un propósito común: enaltecer la identidad veracruzana a través del sabor.


Casa Bonilla, bajo la dirección del chef Manolo Martínez, representa ese equilibrio entre historia, tradición y modernidad. Su cocina rescata los langostinos de río como símbolo de identidad veracruzana, reinterpretándolos con técnicas contemporáneas y maridajes cuidadosamente pensados. Más que un restaurante, Casa Bonilla funciona como una mezcalería, galería y espacio cultural, donde el arte, la sostenibilidad y la gastronomía se encuentran para contar la historia de una familia y de una región que vive a través del fuego, el maíz y la tierra.

Kaliman, por su parte, trae los sabores del Pacífico a Xalapa, combinando mariscos frescos con influencias asiáticas en una propuesta casual, divertida y sofisticada. Con una estética inspirada en la cultura pop de los años setenta, Kaliman no solo rompe esquemas visuales, sino también culinarios, apostando por la sustentabilidad (con un 90% de ingredientes provenientes de pesca responsable) y por una cocina que conecta emoción, técnica y territorio.

En Mesa Criolla, el chef Javier Cerrillo transforma el fuego y el humo en lenguajes de memoria. Su propuesta celebra la autenticidad de los ingredientes locales con menús de temporada que combinan técnica, creatividad y respeto por el producto. Cada plato es una narrativa, una conversación entre pasado y presente que refuerza la identidad gastronómica de Xalapa como epicentro de innovación y colectividad. Mesa Criolla, además, promueve la colaboración entre restaurantes y emprendedores locales, demostrando que el desarrollo gastronómico se construye en comunidad.

Finalmente, Ajolote, liderado por Irving Osmar, honra la memoria culinaria del norte veracruzano desde una visión contemporánea. Su cocina es refugio, símbolo de regeneración y cambio, como el animal que le da nombre. Ajolote representa la capacidad de reinventarse sin perder la raíz, conectando tradición y modernidad con productos locales, técnicas depuradas y un profundo respeto por la naturaleza.

En conjunto, estos proyectos hacen de Xalapa y Coatepec un territorio gastronómico en ebullición, donde el pasado se resignifica y la cocina se convierte en herramienta de investigación y reflexión cultural. Desde los huertos y mercados locales hasta los fogones contemporáneos, los ingredientes cuentan una historia de respeto, colaboración y orgullo.

Así, Veracruz se consolida como un sistema gastronómico en permanente transformación. Su cocina, más que un conjunto de recetas, es una red viva que refleja la historia, la biodiversidad y la sensibilidad de su gente. En ella se cruzan el maíz y el cacao, el mar y la sierra, la herencia indígena y la influencia europea, pero también la voz de una nueva generación que experimenta, fermenta, nixtamaliza y honra el origen.

La cocina veracruzana vive en los proyectos que impulsan la economía local y celebran la diversidad cultural del estado. Vive en los espacios del Colectivo Gastronómico Xalapa-Coatepec, en las plazas, los cafés de altura, las panaderías artesanales y los mercados donde se sigue moliendo el maíz a mano. Es un legado que trasciende el gusto y se convierte en una forma de entender el territorio, una manera de reconocernos en el sabor.

Veracruz inspira, conecta y recuerda. Su cocina es memoria viva del mestizaje, testimonio de resistencia y símbolo de identidad mexicana. En cada platillo hay un eco del pasado que sigue encontrando su voz en el presente, un latido colectivo que reafirma que la gastronomía veracruzana es, y seguirá siendo, uno de los corazones más vivos de México.

Casa Boga: el arte de custodiar la esencia del vino



Hablar de Casa Boga es contar una historia de transformación. Lo que comenzó como un despacho jurídico fundado por Iván Bonilla pronto se convirtió en un proyecto empresarial con un alcance inesperado. La búsqueda de nuevos caminos llevó a que la unión de los apellidos Bonilla y Gallardo (apellidos de él, su esposa y sus hijas), que dan nombre al grupo, se convirtiera en el símbolo de un estilo de hacer empresa con propósito y paciencia. De ahí nació Grupo Boga, una casa que hoy abarca desde el derecho corporativo hasta la gastronomía, pasando por el café, el diseño gráfico y, sobre todo, el vino.

El vino apareció como una casualidad convertida en destino. Un amigo español presentó a Iván los productos de Bodegas Pinord y, en esa diversidad de uvas y denominaciones reunidas bajo una sola marca, encontró un concepto que en México aún no existía. Fue un hallazgo revelador, poder ofrecer experiencias diferentes sin necesidad de multiplicar etiquetas. Así comenzó una aventura que se materializó en Xalapa con apenas 15 vinos y que hoy ha crecido hasta conformar una selección de 40, entre 35 españoles y 5 mexicanos, cada uno elegido bajo el criterio fundamental de la relación precio-calidad.

Ese equilibrio es el sello de Boga. Busca ofrecer un rango honesto, transparente y justo, que responda a los gustos de distintos paladares. Cada mercado, sea en Puebla o en Veracruz, tiene matices que se toman en cuenta para decidir qué llega al consumidor. De ahí que el portafolio esté integrado por vinos orgánicos, biodinámicos, veganos y con certificaciones que avalan trazabilidad y sostenibilidad. Se trata de poner en manos de cada cliente un traje a la medida.

Parte de su valor radica en la manera en que llegan al público. No se encuentran en supermercados ni en cadenas de autoservicio, lo cual les da exclusividad y personalidad. Su presencia está pensada para restaurantes, hoteles y clientes que buscan algo diferente y no estandarizado. Ese control en la importación y distribución permite asegurar que cada botella mantenga coherencia con la filosofía de la empresa.


El camino no ha sido sencillo. Hace ocho años el mercado mexicano se movía alrededor de marcas comerciales y reconocidas; abrir espacio a un vino nuevo era un reto. Pero el crecimiento de la cultura del vino en México ha abierto puertas. Restaurantes y hoteles apuestan ahora por propuestas gastronómicas distintas y más arriesgadas, donde un vino de autor y exclusivo puede encontrar el maridaje perfecto. En ese contexto, Boga ha logrado posicionarse como una opción fresca, seria y apasionada.

La filosofía del grupo va más allá de vender vino. Se trata de mostrar que se puede comer y beber bien, con calidad y responsabilidad, sin caer en excesos ni en lo masivo. La trazabilidad es esencial, que el consumidor sepa de dónde proviene lo que está en su copa y lo valore como parte de una experiencia completa. Esta visión se refleja también en Mesón de Guadalupe, el restaurante que forma parte del grupo, donde el vino convive con una gastronomía de autor y española que realza su carácter y lo integra en cada platillo.

El proyecto tiene metas claras pero con pasos firmes. Hoy su presencia se concentra en Xalapa, Puebla y Veracruz, con la mirada puesta en Ciudad de México como próximo destino. No se trata de crecer de manera acelerada, sino de hacerlo de forma orgánica, evitando la canibalización de mercados y manteniendo la esencia que ha permitido que el grupo gane confianza y prestigio.

El vino se convirtió en un pilar inesperado pero noble. Durante la pandemia, mientras otros sectores se frenaban, este negocio fue un respiro y una fuente de resiliencia. Desde entonces, Iván Bonilla y su socio español han confirmado que el vino no solo es un producto de consumo, sino un arte que merece cuidado, paciencia y respeto. Para ellos, el futuro de Boga es también el de una nueva cultura del vino en México: consciente, trazable y auténtica, lista para acompañar a las nuevas generaciones en experiencias que van mucho más allá de una simple copa.




Capital O Xalapa, hospitalidad con alma veracruzan

 



Desde el corazón de Xalapa emerge un lugar que conjuga hospitalidad familiar, servicios integrales y una visión de ciudad diversa, el Hotel Capital O. Enclavado en una ubicación privilegiada, el hotel se ha convertido en un punto estratégico no solo para quienes llegan por turismo o negocios, sino también para aquellos que buscan hospedarse por meses, con tranquilidad, amplitud y todas las facilidades que hacen de la estancia una experiencia cómoda y confiable.

El origen de este proyecto familiar se remonta varias décadas atrás. Fue promovido, en sus inicios, por don Rafael Blanco, un hombre de visión que decidió apostar por crear espacios de hospedaje con identidad en Xalapa. Con el paso del tiempo, esa vocación germinó en un grupo hotelero propio: Hoteles en Xalapa – BG Hotelería, que hoy opera cuatro unidades distintas, cada una con su propio enfoque: residencias para estancias prolongadas, un hospedaje exclusivo para estudiantes y hoteles tradicionales con servicios completos. Entre ellos, Hotel Capital O – Central Xalapa se ha consolidado como uno de los pilares más sólidos del grupo.

La innovación y la adaptación al contexto urbano han sido constantes. Durante la pandemia, el hotel se sumó a la cadena Capital O, de origen indio, que busca reactivar y embellecer hoteles con potencial. Aunque la crisis sanitaria fue un desafío global, el respaldo de la cadena permitió al hotel fortalecer su estructura, profesionalizar sus servicios y mejorar su visibilidad ante nuevos públicos. Gracias a esa alianza, el Capital O de Xalapa salió fortalecido y con un plan de crecimiento a largo plazo.

El hotel cuenta con 68 habitaciones, decoradas bajo un estilo colonial mexicano, distribuidas en cinco tipos: sencilla, triple, cuádruple, suite y suite infantil. Cada una busca cubrir diferentes perfiles de huésped, desde quienes viajan solos hasta familias completas. El desayuno buffet está incluido para los huéspedes, y el restaurante opera también de manera a la carta durante el resto del día, ofreciendo un servicio cálido y accesible que atrae tanto a locales como a visitantes.

Una de las virtudes que distingue al hotel es su enfoque de estancias prolongadas, con tarifas preferenciales para quienes requieren hospedarse por uno a tres meses. Este modelo incluye todos los servicios de limpieza semanal, cocinas comunitarias, internet, servicios básicos, sin necesidad de depósito y con acceso controlado para visitas. Es una modalidad ideal para estudiantes, profesionistas o familias que llegan a Xalapa por proyectos temporales, buscando la comodidad de un hogar con la seguridad y estructura de un hotel.

Capital O ofrece salones para eventos con capacidad de 50 hasta 300 personas, un jardín para celebraciones al aire libre con cocina propia, y un área infantil con ludoteca, columpios e inflables, pensada para convertir cualquier celebración en una experiencia completa. Estos espacios también pueden rentarse para eventos externos, con paquetes personalizados que incluyen banquetes, taquizas, buffets o menús temáticos.


El hotel cuenta además con un amplio estacionamiento, y dentro del edificio se encuentran pequeños comercios que complementan la experiencia del huésped: florería, renta de autos, farmacia, estética, servicios terapéuticos como masajes o reiki, e incluso boutiques y tiendas de accesorios. Todo está pensado para que quien llegue a hospedarse tenga al alcance lo que necesita sin salir del recinto.

En cuanto a tarifas, las habitaciones tradicionales varían según la temporada, con precios que van desde los 650 pesos por noche hasta poco más de mil, dependiendo del tipo de habitación y la fecha. Las estancias mensuales oscilan alrededor de los cinco mil pesos, con todos los servicios incluidos. Una de las características más apreciadas por los huéspedes es que, en las habitaciones compartidas para estudiantes, si uno de los ocupantes se retira, la renta no aumenta para el otro. El hotel asume la ocupación o busca reemplazo, garantizando estabilidad y confianza.

Este modelo nació de una experiencia personal de la familia propietaria, inspirada en los años en que sus hijos estudiaron fuera de la ciudad y enfrentaron la dificultad de encontrar alojamiento adecuado. Por eso, el concepto busca ofrecer soluciones reales para estudiantes y jóvenes profesionales, con espacios amueblados, seguros y sin trámites engorrosos.

Dirigir un hotel con raíces familiares y operar en una ciudad en transformación como Xalapa implica desafíos constantes. La competencia es fuerte, y la promoción turística aún es una tarea pendiente. Sin embargo, el Capital O ha sabido mantenerse vigente gracias a su ubicación, a su enfoque multifuncional y al espíritu de renovación que lo impulsa. La ciudad, capital de Veracruz, tiene un enorme potencial turístico por su riqueza cultural, sus museos, su entorno natural y su cercanía con destinos como Xico o el puerto. El hotel participa de ese impulso, ofreciendo hospitalidad genuina y funcional para quienes llegan por trabajo, estudio o placer.

Hoy, el Hotel Capital O – Central Xalapa es más que un espacio para hospedarse: es el resultado de una visión familiar que ha sabido evolucionar con el tiempo, adaptándose a las necesidades de una ciudad diversa. Su oferta integral, su calidez y su compromiso con la comunidad lo han convertido en un referente dentro del panorama hotelero local.

Con el respaldo de una cadena internacional y la fortaleza de una operación local sólida, su propósito es seguir impulsando la hospitalidad veracruzana, conectando tradición, servicio y futuro desde el corazón de Xalapa.

Premio a la Equidad de Género IMEF–MEF


 

Ciudad de México. El Premio a la Equidad de Género IMEF–MEF cumple cinco años de haberse constituido como un reconocimiento a las organizaciones que promueven prácticas empresariales inclusivas, impulsando el desarrollo profesional de las mujeres y fortaleciendo su liderazgo como motor de transformación económica y social.

 

A lo largo de sus ediciones, este galardón se ha consolidado como un referente que genera conciencia sobre la importancia de la equidad de género en los entornos laborales, contribuyendo a que las organizaciones avancen en sostenibilidad y competitividad.

 

Bajo este propósito, el Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas (IMEF) y Mujeres en Finanzas (MEF) lanzan la convocatoria para la quinta edición del Premio a la Equidad de Género IMEF–MEF, abierta para empresas, instituciones y organizaciones mexicanas o extranjeras residentes en México, que hayan implementado acciones de equidad de género durante los últimos 12 meses.

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Criterios de evaluación

1.    Efectividad de políticas y lineamientos: existencia de políticas que promuevan la incorporación, retención y desarrollo profesional con perspectiva de género.

 

2.    Oportunidades y representatividad: ambientes inclusivos de trabajo, medición de impacto y relaciones con empresas afines.   

 

3.    Brecha salarial: acciones proactivas para reducir diferencias salariales y favorecer el crecimiento femenino hacia niveles directivos.

 

4.    Equidad, familia e infancia: prácticas que consideren la diversidad de necesidades y fomenten condiciones igualitarias dentro y fuera de la organización.