Millennials
y Generación Z concentran 72% de compradores en línea y lideran el uso de
herramientas móviles.
El dinero físico se
desvanece poco a poco de los bolsillos mexicanos. En su lugar, una nueva forma
de pagar se impone con fuerza: los medios digitales. La transformación no
ocurrió de un día para otro, sino a lo largo de años en que la tecnología, la
confianza y la comodidad se entrelazaron hasta volver natural lo que antes
parecía una excepción.
Según el Estudio
del Ecosistema Financiero Digital 2025 de la Asociación Mexicana de Venta Online (AMVO),
ocho de cada diez mexicanos que compran por internet utilizan tarjetas
digitales o transferencias electrónicas a través de SPEI. Esta cifra no solo
muestra la consolidación del comercio electrónico, sino también la madurez de
un usuario que exige seguridad, rapidez y simplicidad en cada transacción. Como
explica Daniela Orozco, directora de Inteligencia y Estudios de Mercado de la
AMVO, “las tarjetas digitales se han posicionado como el medio de pago más
utilizado y con mayor frecuencia de uso en México”, reflejando la competencia
creciente entre bancos y fintech por ofrecer experiencias cada vez más fluidas.
A medida que los
consumidores adoptan nuevas tecnologías, también cambia su perfil financiero.
Hoy, ocho de cada diez internautas cuentan con tarjeta de débito y la mitad con
tarjeta de crédito; además, cada persona posee en promedio tres productos financieros.
Este acceso más amplio a herramientas de pago demuestra que el usuario digital
ya no se limita a experimentar, pues se ha integrado plenamente al sistema. De
hecho, el 59% compra ocasionalmente en línea, mientras que un 32% lo hace de
forma intensiva, con un gasto mensual promedio de 2.610 pesos.
Ahora bien, el
protagonismo no se distribuye por igual entre generaciones. Los millennials
concentran el 40% de los compradores digitales y la Generación Z el 32%,
destacando como los más familiarizados con los pagos móviles. En conjunto,
ambos grupos impulsan la adopción de nuevos métodos y redefinen la relación
entre consumo y tecnología.
En promedio, el
comprador digital mexicano utiliza 2.6 métodos de pago distintos por compra, lo
que muestra una clara diversificación. Aunque las tarjetas digitales y las
transferencias SPEI dominan, otros medios comienzan a ganar terreno. Por
ejemplo, las billeteras electrónicas, los pagos con código QR y los esquemas
“compra ahora, paga después” (BNPL, por sus siglas en inglés) avanzan
lentamente, pero con potencial de expansión.
Este predominio de
tarjetas y transferencias tiene una explicación práctica. Por un lado, las
tarjetas digitales ofrecen conversión inmediata y alta aceptación entre
comercios; por otro, el sistema SPEI garantiza rapidez y confianza,
características que el usuario valora cada vez más y para el cual se informa.
En este aspecto es clave la visibilidad digital en la actualidad.
Sin embargo, la
historia no termina ahí. Las billeteras digitales, como Mercado Pago, PayPal o
Clip, mantienen una presencia constante, aunque con menor frecuencia de uso.
Aun así, los pagos mediante código QR comienzan a destacar y un tercio de los
compradores los ha probado, incluso, muchos los adoptan como su método
principal. Algo similar ocurre con el BNPL, opción ya explorada por la mitad de
los usuarios, especialmente entre los millennials, que valoran su flexibilidad
para diferir pagos sin recurrir al crédito tradicional. Cabe señalar que, de
acuerdo con la AMVO, Banamex, BBVA, Mercado Pago, Nu y PayPal son las
instituciones más recordadas al momento de pagar.
En esta evolución,
la satisfacción general con los medios de pago alcanza un promedio de 4.2 sobre
5; no obstante, aún existen fricciones. Los usuarios mencionan problemas
técnicos, procesos confusos o términos poco claros como obstáculos que afectan
su experiencia. Ante esto, ocho de cada diez compradores consideran que un
diseño intuitivo es clave al elegir una institución, mientras que nueve de cada
diez colocan la confianza como prioridad.
A la par, los
beneficios financieros se han convertido en una poderosa herramienta de
fidelización. El envío gratis, los meses sin intereses, el cashback y los
cupones o descuentos son incentivos que inclinan la balanza al momento de
decidir una compra. La mitad de los
compradores reconoce que los beneficios financieros influyen directamente en su
elección, en tanto que cuatro de cada diez valoran la recompensa al instante.
En este escenario,
la digitalización ha transformado la forma en que los usuarios se informan
antes de elegir un producto financiero. Las páginas web de las instituciones
siguen siendo la fuente principal, las redes sociales, los medios
especializados e incluso los influencers se consolidan como nuevas guías de
confianza, sobre todo entre la Generación Z. Por su parte, las aplicaciones de
gestión de gastos emergen como un terreno fértil pero aún poco explorado. Solo
el 13% de los usuarios las utiliza, aunque un 31% reconoce que las asocia con
control y organización financiera.
Todo esto refleja
un cambio de mentalidad, ya que el comprador mexicano ya no percibe los pagos
digitales como un lujo, sino como una extensión natural de su vida financiera.
Las transacciones móviles se convirtieron en hábito y los métodos de pago se diversifican
según las necesidades, el momento y el nivel de confianza.
Fintech en expansión
El auge de los
pagos digitales en México es solo una pieza dentro de una transformación mucho
más profunda que está cambiando la economía de toda la región: la revolución
fintech. En pocos años, estas empresas pasaron de ser iniciativas
experimentales a consolidarse como uno de los sectores más dinámicos de América
Latina. Su avance responde a una necesidad concreta, y es que millones de
personas que durante décadas quedaron fuera del sistema financiero tradicional,
hoy encuentran en la tecnología una vía de acceso al crédito, al ahorro y a la
inversión.
De hecho, la
expansión ha sido vertiginosa. En 2017 existían poco más de 700 startups
fintech en América Latina y para 2024 la cifra casi se cuadruplicó hasta rozar
las 3.000 compañías distribuidas en 26 países. Su valor de mercado ya supera
los 71.000 millones de dólares y las proyecciones indican que podría alcanzar
los 125.000 millones en menos de una década.
Al mirar más de
cerca, se observa que Brasil, México, Colombia, Argentina y Chile lideran la
concentración de fintech gracias a marcos regulatorios más sólidos y al acceso
a capital e infraestructura tecnológica. En estos países se ubican las empresas
que han logrado escalar operaciones, atraer inversionistas y consolidar su base
de usuarios. Sin embargo, la expansión no solo se explica por el atractivo del
negocio, sino por la persistente brecha financiera que caracteriza a la región:
siete de cada diez latinoamericanos todavía no tienen acceso pleno a servicios
bancarios.
Esa exclusión ha
impulsado el surgimiento de soluciones como billeteras móviles, microcréditos,
plataformas de ahorro digital y transferencias instantáneas, que hoy permiten a
millones de personas integrarse a la economía formal. Y es precisamente en ese
contexto donde México se ha posicionado como un epicentro clave de innovación
financiera.
En el país, el
endeudamiento forma parte del día a día de muchos hogares. De acuerdo con la
Encuesta Nacional sobre Salud Financiera (ENSAFI), el 36.2% de los adultos
tiene algún tipo de deuda, mientras que el 16.1% considera que su nivel de
endeudamiento es alto o incluso excesivo. Lo preocupante es que una parte
importante de esas deudas no se destina a inversión o emprendimiento, sino a
cubrir necesidades básicas como alimentación, servicios o emergencias.
Ante este panorama,
las fintech se han convertido en una alternativa viable frente a los bancos
tradicionales. Estas plataformas ofrecen servicios digitales de crédito,
inversión y gestión financiera, con procesos más simples, tiempos más cortos y
condiciones más flexibles. Además, su enfoque en la experiencia del usuario les
ha permitido ganar la confianza de segmentos que durante años fueron
desatendidos por la banca.
Un ejemplo
emblemático de este avance es Yotepresto, una fintech mexicana que opera bajo
el modelo de financiamiento entre personas (peer-to-peer). Desde su creación,
ha facilitado créditos por más de 4.000 millones de pesos, conectando
directamente a quienes buscan financiamiento con quienes desean invertir su
dinero. Según datos de la empresa, sus usuarios han ahorrado más de 1.000
millones de pesos en intereses, al consolidar deudas con mejores condiciones
que las ofrecidas por instituciones bancarias convencionales.
Pero el impacto de
las fintech no se limita a los préstamos. Muchas de estas compañías
también promueven el uso responsable del dinero y la educación financiera,
aspectos fundamentales en un país donde buena parte de la población carece de
conocimientos básicos en finanzas personales. A través de programas educativos,
atención personalizada y modelos de evaluación más inclusivos, buscan construir
una relación más consciente y transparente con el dinero.
En conjunto, esta nueva generación de empresas financieras está redefiniendo la forma en que los mexicanos y los latinoamericanos en general se relacionan con el crédito. Lo que comenzó como una alternativa digital hoy se consolida como una vía real hacia la inclusión financiera, demostrando que la tecnología no solo facilita el acceso, sino que también puede transformar la manera en que se entiende y se utiliza el dinero
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