Los músicos crean melodías a las que dotan de acompañamientos, inspirándose en sonidos de la naturaleza o de la actividad humana; los ritmos más emocionantes salen del latido del corazón, del pulso y en gran variedad de actividades del cuerpo, como la danza u otra expresión corporal. La fascinación que nos produce el hecho de disfrutar de la ejecución de música clásica en vivo, y que elijamos en general hacerlo de manera colectiva, es la que hace que sus intérpretes dediquen gran parte de su tiempo desde el día cero a buscar producir el sonido más bello posible, y una vez que el oído se acostumbra a degustar estas sonoridades, es cuando empezamos a necesitarlas cada vez más. “Cuando se trata de música clásica es posible conectar con las emociones a un nivel mucho más profundo”, comenta María Hanneman. |
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