Nota Especial
El paro nacional de
mujeres programado para este 9 de marzo (9M) no tiene precedentes
históricos.
Guillermina Rodríguez
El 9M privilegia la
protesta por la violencia contra la mujer, si bien en el fondo de esa
agenda están la profunda desigualdad y la discriminación de género,
cuya implicación económica es central.
Las condiciones
sociales y culturales en México han llevado a que la participación
de la mujer en el mercado laboral sea de las más bajas de todos los
países latinoamericanos.
En México, la
mayoría de las mujeres que trabajan están confinadas al trabajo
doméstico, remunerado y sobre todo no remunerado, o a empleos en
otras actividades, pero sin remuneración: son 23.7 millones; en
contraste, 18 millones solamente están en actividades remuneradas y
fuera del ámbito del hogar.
La mujer padece
importantes desigualdades por ingreso en el mercado laboral, sin
importar su nivel educativo.
La medición de la
actividad económica a través del Producto Interno Bruto (PIB)
subestima significativamente el rol de la mujer, pues no considera el
valor agregado que generan las actividades no remuneradas en el
hogar, que a precios del mercado representa más de una quinta parte
del PIB.
Sin embargo, el
impacto sobre la economía de un día sin mujeres va más allá de
sus efectos directos: estimamos que las pérdidas económicas por la
ausencia de mujeres en sus trabajos remunerados y domésticos el 9M
podría alcanzar hasta 43.5 mil millones de pesos o 50.7% del valor
agregado total a la economía en un día.
El rol de la mujer
en la economia y el impacto del 9M
El paro nacional de
mujeres programado para este 9 de marzo (9M) no tiene precedentes
históricos. La organización Brujas del Mar 1 hizo un llamado a que
las mujeres en México no trabajen ese día (ni en sus lugares de
trabajo remunerado ni en casa), como forma de protesta principalmente
por la violencia contra la mujer. La propuesta ha tenido una acogida
impresionante en la sociedad mexicana. Tanto la marcha a la que se
convoca para el domingo 8 de marzo como, sobre todo, el paro del 9 de
marzo, no tienen precedentes históricos en México en su carácter
de protesta de género. Presumiblemente, en tanto suspensión de
actividades, la magnitud del paro del 9M será comparable con sólo
muy pocos eventos de los últimos cien años: pensamos, por ejemplo,
en la suspensión de actividades durante varios días (principalmente
en la zona centro del país) en el segundo trimestre de 2009 ligada a
la pandemia del virus AH1N1, o en la paralización de actividades en
la misma región del país en los días posteriores al terremoto de
1985. No obstante, no recordamos una paralización como la que
anticipamos para este 9M, asociada a alguna protesta de alcance
nacional: prevemos que será mucho mayor que los paros/huelgas
relacionados con el movimiento del 68 y que cualquier otra
huelga/paro/protesta desde entonces a la fecha.
El 9M privilegia la
protesta por la violencia contra la mujer, si bien en el fondo de esa
agenda están la profunda desigualdad y la discriminación de género,
cuya implicación económica es central. La forma más extrema de
violencia contra la mujer es el asesinato por razones de género
(otros son la violación, la tortura y el secuestro). En términos de
asesinatos el 2019 se ubica como el peor año de las últimas seis
décadas (mayor número de asesinatos ajustados por población), los
feminicidios son crecientes (no hay datos históricos). Además del
acoso sexual (colocado en el foco de atención por el movimiento
#metoo), hay otras modalidades de machismo en la sociedad. Un punto
fundamental es la desigualdad económica, tema en el que nos
centraremos aquí.
Evaluamos el rol de
la mujer en la economía y el impacto del 9M. Identificamos las
principales características de tal rol, enfatizando algunos de los
elementos de desigualdad y discriminación que enfrenta la mujer y, a
partir de ello, elaboramos escenarios sobre el posible impacto que
podría tener el paro de este lunes en términos de actividad
económica.
Desigualdad y
discriminación contra la mujer en el mercado laboral
Las condiciones
sociales y culturales en México han llevado a que la participación
de la mujer en el mercado laboral sea de las más bajas de todos los
países latinoamericanos: menos de la mitad de las mujeres en edad de
trabajar en nuestro país tienen un empleo remunerado. Eso no es
normal: de 182 países que publican información al respecto, las
mujeres mexicanas se ubican en la posición 145 (donde la posición 1
implica que más mujeres participan). Incluso más, al comparar con
20 países de América Latina, mayoritariamente con menores niveles
de educación y de ingresos por persona, nuestro país ocupa el
penúltimo lugar de participación de la mujer en el mercado laboral.
Es decir, aun cuando las mujeres mexicanas en edad de trabajar tienen
en general un nivel educativo mayor al de sus contrapartes en otros
países de Latinoamérica, solo 45% de ellas tiene un empleo
remunerado (comparado con 77% de los hombres). Esta proporción se
compara con promedios correspondientes de 61% en el mundo y de 57% en
América Latina.
En México, la
mayoría de las mujeres que trabajan están confinadas al trabajo
doméstico, remunerado y sobre todo no remunerado, o a empleos en
otras actividades, pero sin remuneración: son 23.7 millones; en
contraste, 18 millones solamente están en actividades remuneradas y
fuera del ámbito del hogar. De 65 millones de mujeres que viven en
México, 50 millones tienen 15 años de edad o más. De ellas, solo
22 millones trabajan en actividades económicas, las cuales en
general incluyen aquellas que involucran la producción, distribución
o el consumo de bienes y servicios que terminan en una compra- venta
de los mismos. Sin embargo, 1.5 millones de estas mujeres empleadas
no reciben ingresos y 2.2 millones reciben muy bajos ingresos en lo
que se denomina “trabajos domésticos remunerados”. A esto se
añade que 20 millones no se registran en el mercado de trabajo dado
que se dedican a “quehaceres domésticos” y a éstos,
inapropiadamente, no se les considera actividades generadoras de
ingreso o PIB (Producto Interno Bruto). Por tanto, agregando las
cifras anteriores, aunque hay 18 millones de trabajadoras que reciben
una remuneración por actividades no domésticas, una mayoría de
23.7 millones de mujeres están dedicadas a trabajos poco reconocidos
(bajos ingresos en trabajos domésticos o sin ingresos) o no
reconocidos en términos económicos (población que se considera “no
activa”, dedicada al trabajo doméstico o “quehaceres
domésticos”). En contraste, para los hombres esas dos cifras (23.7
y 18) no sólo se invierten en su orden de magnitud, sino que
muestran enormes diferencias: sólo 3.2 millones de hombres
participan en actividades económicas sin recibir ingresos (1.8
millones) o en trabajos domésticos mal remunerados (0.2 millones) o
dedicados a quehaceres del hogar (1.2 millones) versus 34 millones de
hombres que están en actividades remuneradas (que excluyen al
trabajo doméstico) y, por tanto, con reconocimiento social.
La mujer padece
importantes desigualdades por ingreso en el mercado laboral, sin
importar su nivel educativo. Ya mencionamos que, del total de mujeres
en edad de trabajar, sólo 45% participa en el mercado de trabajo.
Así, del total de 56 millones de personas ocupadas, 40% son mujeres
y el resto, hombres. Sin embargo, dado que las mujeres realizan
proporcionalmente más empleos de tiempo parcial que los hombres, la
participación de las mujeres en el total de horas trabajadas es sólo
35%. Además, como ya lo mencionamos, 6.9% de las mujeres ocupadas no
recibe ingresos, frente a 5.5% en el caso de los hombres. En México,
de acuerdo a la OCDE, si comparamos sólo a mujeres y hombres en
trabajos de tiempo completo, encontramos que hay una diferencia de
14% en ingresos 2 . Esa diferencia aumenta entre hombres y mujeres
con educación universitaria.
Impacto en la
economía del paro nacional de mujeres el 9M
La medición de la
actividad económica a través del Producto Interno Bruto (PIB)
subestima significativamente el rol de la mujer, pues no considera el
valor agregado que generan las actividades no remuneradas en el
hogar, que a precios del mercado representa más de una quinta parte
del PIB. Actualmente, el PIB generado en un año equivale a 25 mil
568 millones de pesos (25.6 billones). Ello no toma en cuenta que en
el hogar se realizan labores que, a precios de mercado y en cálculos
de Inegi, equivalen a 6 mil 13 millones de pesos (un cuarto del PIB).
En consecuencia, el PIB + el valor agregado de las actividades en el
hogar equivale a 31 mil 581 millones de pesos. De lo anterior se
deriva que las mujeres contribuyen con 35% del PIB, y con 75% del
valor creado en el hogar.
Así, pese a la
marginación, las mujeres contribuyen directamente con 43% del valor
agregado total a la economía (PIB + valor agregado en el hogar).
Dividido entre los 366 días que tendrá este año, la cifra total de
valor agregado (31 mil 581 millones de pesos anuales) constituye 86
millones 287 mil pesos en un solo día, 37 de los cuales son
generados por mujeres.
Sin embargo, el
impacto sobre la economía de un día sin mujeres va más allá de
sus efectos directos: estimamos que las pérdidas económicas por la
ausencia de mujeres en sus trabajos remunerados y domésticos el 9M
podría alcanzar hasta 43.5 mmp o 50.7% del valor agregado total a la
economía en un día. La medición de las pérdidas económicas por
la ausencia de las mujeres en el mercado laboral tiene diferentes
matices. No basta con considerar únicamente el impacto directo sobre
el PIB ocasionado porque las mujeres no laboren un día. Desde
nuestra perspectiva, las pérdidas por el paro del 9M deben tomar en
cuenta al menos los siguientes elementos:
a) el porcentaje de
la fuerza laboral femenina que se va a ausentar ese día y su peso en
el PIB; b) la proporción del trabajo femenino no remunerado de los
hogares y su peso en el valor agregado estimado de esta actividad; y
c) la proporción de actividades que dejarán de hacer los hombres
porque sus funciones dependen directamente del trabajo de mujeres
(i.e. labores que no pueden realizarse si se ausentan las mujeres
debido al grado de especialización de ellas).
Asimismo, existen
elementos que podrían atenuar parcialmente el impacto económico de
la ausencia laboral de las mujeres y de la suspensión del trabajo
femenino no remunerado en los hogares, por ejemplo: d) la proporción
de trabajo de las mujeres ausentes que será realizado –sustituido–
por las personas (hombres o mujeres) que laboren ese día; y, e) la
proporción del trabajo doméstico no remunerado femenino que será
realizado por otros miembros del hogar.
Dadas estas
consideraciones, y partiendo de diversos supuestos (ver a
continuación), nuestros escenarios van desde una afectación de 4.4
mmp hasta un monto máximo de 43.5 mmp. Esta última cifra representa
50.7% del valor agregado total a la economía, es decir, el PIB + el
valor agregado del trabajo doméstico no remunerado generado en un
solo día. En un escenario central, la afectación ascendería a 12
mmp, lo que representa 14% del total del valor agregado a la
economía.
En nuestro escenario
central, prevemos que el porcentaje de mujeres que se ausentará de
sus labores productivas será de alrededor de 30% de la fuerza
laboral femenina –alrededor de 6.6 millones de mujeres– lo que
generaría una pérdida económica directa de 7.4 mmp. 3 Aunado a
ello, consideramos que el trabajo doméstico no remunerado se reduzca
en 20% con respecto a un día habitual (nuestro escenario presume una
mayor dificultad de dejar de hacer el trabajo doméstico cotidiano).
La pérdida estimada por esta actividad se contabiliza en 2.5mmp.
Finalmente, si la ausencia de 30% de las mujeres en el ámbito
laboral afecta a 10% del trabajo de los hombres, es decir, que éstos
no estén en posibilidad de realizar sus funciones, se generaría una
pérdida adicional de 4.5mmp por este concepto. 4 Desde luego, es
posible que estos efectos se vean atenuados por otros factores: por
ejemplo, que hay trabajo típicamente realizado por las mujeres
ausentes que de cualquier manera se realizaría y que parte de la
actividad económica que no se realice ese día podría realizarse
posteriormente. 5 Aun así, el efecto total estimado es significativo
económicamente.
Algunas cifras
comparativas permiten dimensionar el posible impacto económico del
9M. Bajo nuestro escenario central, donde las pérdidas económicas
ascienden a 12.0 mmp (aunque ya señalamos que podrían llegar a ser
de 44 mmp), este monto equivaldría al PIB generado durante un día
por la Ciudad de México o bien al PIB creado, también en un día,
por el conjunto de las 14 entidades de menor tamaño económico en el
país (Tlaxcala, Colima, Nayarit, Zacatecas, Baja California Sur,
Morelos, Durango, Guerrero, Aguascalientes, Yucatán, Chiapas,
Oaxaca, Quintana Roo e Hidalgo). Asimismo, la cifra del impacto del
9M es equivalente a todo el gasto programable que realiza el gobierno
durante un día o al equivalente de 4.7 días de las participaciones
federales de los gobiernos estatales, equivalente a su vez a 50 veces
el presupuesto diario de la UNAM.
Las estimaciones,
pronósticos o proyecciones referidos en esta publicación se
realizan tomando en cuenta, entre otras cosas, el comportamiento
histórico de diversas variables tanto económicas como financieras
de origen nacional e internacional y los supuestos para su
comportamiento futuro. Estos supuestos toman el escenario
internacional propuesto, principalmente de las publicaciones
mensuales “Global Economic Outlook and Strategy” y “Emerging
Markets Economic Outlook and Strategy” publicados por Citi Research
en la plataforma de Citivelocity así como sus posibles
actualizaciones publicadas en la misma plataforma. Para el escenario
local, nuestros estimados consideran principalmente la información
publicada en la tabla “Pronósticos Anuales” y “Pronósticos
Macroeconómicos” de nuestra publicación semanal “Perspectiva
Semanal” así como sus actualizaciones publicadas por nuestra
dirección.
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