lunes, 21 de julio de 2025

Después del silbatazo final, ¿las MiPyMEs qué?

 Yo Emprendedor


Por Renato Consuegra

 

 


Como todo gran evento global, el Mundial de Fútbol 2026 llegará, emocionará y se irá; será un espectáculo lleno de luces, emoción y promesas, pero el verdadero partido, al menos para México y sus micro, pequeñas y medianas empresas (MiPyMEs), comenzará cuando se apaguen las cámaras y se retire el último aficionado extranjero. La pregunta clave es: ¿qué quedará después del último gol? ¿Quién ganará el partido de largo plazo?

Lo que está en juego no es menor: se trata de convertir una oportunidad extraordinaria en un motor permanente de desarrollo económico local. Eso, y no los contratos millonarios ni los discursos triunfalistas, es lo que puede marcar la diferencia entre un país que simplemente organizó un Mundial y uno que realmente lo aprovechó. La historia ya nos ha dado ejemplos claros: Brasil 2014, donde los estadios quedaron subutilizados y cientos de empresas quebraron, o Sudáfrica 2010, donde los ingresos prometidos nunca llegaron a las comunidades más necesitadas. México corre ese mismo riesgo si no actúa desde ahora.

Para que el Mundial sea un verdadero catalizador de desarrollo, las MiPyMEs mexicanas deben salir del evento más fortalecidas, profesionalizadas y visibles que como entraron. Si no es así, será otro evento que las utilizó como ornamento y no como columna vertebral de la economía real. El legado no es lo que se deja una vez terminado el evento, sino lo que se construye durante y después de él. Y ¿qué puede considerarse como un legado positivo? Empresas formalizadas, digitalizadas o con acceso a nuevos mercados; canales de comercialización que perduren más allá del torneo; turismo repetitivo, no solo de ocasión; capacidad instalada en regiones tradicionalmente olvidadas, y redes empresariales más sólidas.

Sin embargo, nada de esto sucederá por sí solo, sino que se necesita planeación y compromiso desde ahora. Algunos pasos clave incluyen: planes de legado económico con metas claras para las MiPyMEs, impulsados por gobiernos y cámaras empresariales; seguimiento a los negocios beneficiados por el Mundial, con métricas claras de sostenibilidad; programas de incubación y aceleración que capitalicen la experiencia adquirida; estrategias para fidelizar clientes internacionales a través de experiencias digitales, logística eficiente y storytelling de marca; y evitar la sobreinversión no productiva en eventos o campañas sin retorno real.

También es urgente prevenir los errores comunes: que las pequeñas empresas se endeuden para aprovechar el Mundial y luego no tengan mercado; que los proveedores nacionales sean desplazados por empresas extranjeras temporales; que experiencias culturales y gastronómicas sean apropiadas por terceros sin beneficiar a sus creadores; o que la informalidad se dispare sin incentivos reales para formalizarse.

El gran error sería pensar que el Mundial es el objetivo final, cuando en realidad debe ser el punto de partida hacia una economía más moderna, digital y equitativa para los pequeños negocios. No es el trofeo lo que debe importar, sino la transformación estructural que puede dejar el evento detrás. Si las MiPyMEs mexicanas terminan el Mundial mejor organizadas, con acceso a financiamiento, visibilidad global y redes de distribución fortalecidas, México habrá ganado más que un torneo: habrá ganado desarrollo y futuro. Pero si todo regresa a lo de siempre —informalidad, olvido institucional, falta de seguimiento— entonces no habremos aprendido nada. Y oportunidades como esta no se presentan todos los días.

De emprendimientos… y más…

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renato@yoemprendedor.mx 

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