En
la época de nuestros padres o abuelos, cuando se sufría una enfermedad, se
tenía la costumbre de acudir con el médico de cabecera (en la mayoría de los
casos el mismo médico acudía al domicilio del paciente). El médico de confianza
hacía un diagnóstico, recetaba un antibiótico y ¡listo!… paciente curado; en el
modelo actual de atención médica, la situación es más compleja, las consultas
privadas especializadas pueden ser muy costosas y muchas veces requieren de
tratamientos o estudios avanzados que impactan en la economía familiar.
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