• Actividad retrocede en agosto; estimamos que el PIB avance 1.4% en 2024. 1 El IGAE cayó 0.3% mensual, como era esperado, ante disminuciones en actividades primarias y producción industrial. Sin embargo, estimamos un desempeño del 3T24 ligeramente mejor, por lo que proyectamos el crecimiento del PIB de 2024 en 1.4% (1.3% antes). • Encuesta Citibanamex de Expectativas. 2 Todavía se espera -25pb en noviembre y la tasa en 10.00% y 8:00% para este año y el siguiente. Ahora se anticipa un tipo de cambio más depreciado, y las expectativas de crecimiento para 2025 disminuyeron a 1.0%. • FMI advierte deterioro en perspectivas para la deuda global y de México. Ello ante fuertes presiones de gasto, sesgos optimistas en las proyecciones, y un monto considerable de deuda no identificada
FMI advierte deterioro en perspectivas para la deuda global y de México
Perspectiva de deuda global podría ser peor de lo que parece. De acuerdo con el FMI, la deuda pública global alcanzaría este año 93% del PIB global y se acercaría a 100% hacia 2030. La perspectiva fiscal para muchos países podría ser peor a la anticipada ante: i) fuertes presiones de gasto, relacionadas con el envejecimiento de la población, la transición energética, y mayor gasto en defensa y seguridad debido a las crecientes tensiones geopolíticas; ii) un sesgo optimista respecto a las proyecciones de deuda (las proyecciones de 3 años de deuda/PIB suelen ser 6 puntos porcentuales –pp– del PIB menores a los datos observados) y iii) un monto considerable de deuda no identificada (el FMI estima 1.0-1.5% del PIB como deuda no identificada derivada de pasivos contingentes, atrasos en pagos, gastos extrapresupuestales y riesgos fiscales como desastres naturales y o garantías de préstamos). Domina una narrativa a favor de política fiscal expansiva independientemente del partido político. Tradicionalmente se asociaba a los partidos políticos de corriente conservadora con prudencia fiscal y la idea de un estado pequeño, mientras que a los partidos de izquierda se les asociaba con un mayor gasto y mayor participación del estado en la economía. Sin embargo, desde 1990, el discurso político sobre cuestiones fiscales ha favorecido cada vez más el mayor gasto público, sin importar el espectro político de los partidos, a la vez que la plataforma de restricción fiscal ha ido perdiendo fuerza desde la década de los 80’s, cuando fue más popular. Se estima que la conversación a favor de mayor gasto público durante las elecciones se traduce en mayores déficits fiscales durante los siguientes 5 a 8 años. Ajustes fiscales insuficientes para reducir significativamente la deuda. Con la mejoría en la inflación y la reducción en las tasas de interés por parte de los bancos centrales, los países se encuentran en una posición que les permitiría absorber el choque económico derivado del ajuste fiscal necesario, que en promedio es equivalente a 1% del PIB, acumulado a lo largo de 6 años hasta 2029. Sin embargo, se considera que este ajuste fiscal debería crecer hasta 3.8% del PIB para asegurar la estabilización de la deuda. El FMI anticipa un mayor nivel de deuda/PIB para México. En la actualización de la segunda mitad del 2024, el FMI revisó al alza sus expectativas para la deuda bruta como porcentaje del PIB en 2.1pp y 2.5pp para 2024 y 2025, respectivamente, al tiempo que ahora anticipa menor crecimiento económico al pasar de 2.4% y 1.4% a 1.5% y 1.3%, respectivamente. Ello implica menores márgenes de maniobra para la administración entrante respecto al manejo de finanzas públicas. En meses recientes han surgido dudas respecto de la trayectoria de consolidación fiscal propuesta por la SHCP ya que el ajuste fiscal provendría (en ausencia de una reforma fiscal) de recortes al gasto, lo cual consideramos poco factible ya que buena parte del gasto público está bajo presión por cuestiones demográficas y compromisos legales y políticos. En una nota especial3 , estimamos un nivel de gasto “mínimo asequible” en donde el gasto público, incluso con grandes sacrificios, se podría reducir únicamente 1pp respecto a la proyección de 2024 y un nivel “mínimo deseable” donde consideramos el nivel de gasto que se requeriría para potenciar el crecimiento a través de rubros clave como salud, educación e infraestructura de alrededor de 27.8% del PIB para 2025, ambos por arriba de lo planteado por la SHCP. Perspectiva retadora para finanzas públicas en México. El reciente deterioro de las finanzas públicas del país enfrentará mayores riesgos en la medida en que se materialice un menor crecimiento económico, y que prevalezca un nivel de incertidumbre política y económica elevado a nivel global. Lo anterior podría resultar en menores ingresos fiscales, lo que pondría presiones adicionales a la ruta de consolidación fiscal necesaria.
Elección EUA: empate hasta el cierre, aunque mercados favorezcan a Trump
Encuestas siguen empatadas; predicciones y mercados apuestan. En las últimas semanas, tanto las encuestas nacionales como las de los siete estados decisivos se han mantenido técnicamente empatadas dentro del margen de error muestral. En el promedio de consensos de encuestas, la tenue ventaja de la demócrata, Kamala Harris, ha perdido algunas décimas de punto porcentual en las últimas dos semanas (Gráfica 1). Ciertamente nada que resulte indicativo de un cambio en el estado de empate total de la contienda. En las cada vez más sofisticadas encuestas de los estados decisivos, ambos candidatos siguen cruzándose como punteros o a décimas de punto porcentual (Gráfica 2). En rigor, todos estos datos de encuestas son indicativos de un rígido empate. Y, sin embargo, hace algunos días que los mercados y las predicciones comenzaron a abrirse a favor de Trump. Los mercados destacan las convicciones de sus jugadores. En entrevista para Citi, el destacado economista de Chicago y analista electoral y de apuestas, Nate Silver, comentó que los participantes de los mercados de apuestas sobre la elección presidencial norteamericana no son actores con información adicional que les permita anticipar el futuro. Se trata de jugadores con fuertes convicciones respecto a sus apuestas y con propensión al riesgo. Silver refiere que esa mayor propensión al riesgo en los participantes de mercados coincide más con el perfil promedio del votante republicano que con el del votante demócrata, porque este último tiende a ser más cauteloso en su toma de riesgo. Además, Silver advierte en los mercados de esta elección la presencia de “grandes ballenas” (apostadores con posiciones muy sustanciales), esta vez favorables a Trump. Dado el apretado nivel del empate actual y que en los últimos días de la contienda ya no se anticipan eventos de gran relieve, es posible que algunos de esos jugadores estén incrementando sus posiciones para influir sobre el sentimiento colectivo y no por contar con mayores elementos de certidumbre (Gráfica 3). Los modelos de predicción están divididos, con ligeramente menos convicción los favorables a Harris que los que favorecen a Trump. Además de encuestas, los modelos de predicción incorporan otros elementos y asignan distintas ponderaciones a las variables con las que estiman la probable distribución de los 538 votos del colegio electoral. Estiman también la correlación existente entre el comportamiento electoral de algunos estados y el de sus vecinos. En este momento, el promedio de los seis modelos que monitoreamos (RealClear Politics, NYT, Fivethirtyeight, The Economist, 270 to win y The Hill) anticipa más votos para Trump que para Harris, 275 vs. 263 (Gráfica 4). Se trata de posiciones, desde ambos lados, muy cercanas a la marca de los 270 votos necesarios para ganar. En la entrevista con Citi, Silver comentó que, a partir de los datos que arroja su modelo, él asigna 50% de probabilidad por igual al triunfo de cada candidato. La explicación radica en el empate advertible en los estados decisivos. Más encuestas independientes y de calidad en estados decisivos permiten afinar el análisis de dichos estados, aunque no definen un pronóstico. Ante el cerrado empate de este año, varios encuestadores han decidido ampliar sus muestras en los estados decisivos o dedicar segmentos especiales a estudiar a determinados grupos de votantes con fuerte presencia en algunos de ellos. Esos esfuerzos concluyen que esas entidades también están muy empatadas, pero también han permitido observar cambios en la conducta electoral de algunos norteamericanos. Por ejemplo, el voto educado y el no educado no habían mostrado partidización hasta el año 2000, pero a partir de 2008 comienza a advertirse cierto clivaje. Harris tiene 20% más de intención de voto entre votantes con grado universitario y Trump 20% de la intención entre votantes sin universidad; esto resulta ventajoso para Trump porque 60% del electorado no tiene grado universitario. Hay otro clivaje relacionado, de naturaleza racial. En la medida que el grado promedio de educación de negros e hispanos está rezagado respecto del de la población de blancos, la propensión histórica de los primeros a identificarse con el partido demócrata y sus plataformas se ha ido desdibujando. Esto será particularmente crítico en algunos de los estados decisivos (Carolina del Norte, Pennsylvania y Arizona especialmente). Si el voto por Harris se deteriora significativamente entre esos grupos, aunque mantenga el apoyo dominante previsto por las encuestas entre votantes blancos, perdería la elección. Alternativamente, si prevalece entre negros e hispanos y entre los blancos suburbanos, aumentaría significativamente su probabilidad de ganar en seis de los siete estados decisivos, con excepción de Georgia. La participación podría importar. La participación promedio en elecciones presidenciales a lo largo de este siglo en EUA ha sido de 60.1%. En términos generales no ha mostrado una clara relación con el voto a favor de los demócratas o los republicanos, pero los expertos coinciden en que si la participación es baja este año es más probable que eso beneficie a los demócratas. Trump preferiría que se elevara porque parte de su estrategia ha sido activar a segmentos que tienden a no votar. 15% de votantes encuestados aún se declaran indecisos, Silver estima que sólo cerca de 3 de esos 15 puntos porcentuales votarán. Ahora que, si la participación aumenta extraordinariamente (como vimos en 2020, cuando la participación alcanzó su punto más alto de los últimos 25 años, 66.2%), ello podría relacionarse con la estrategia demócrata de llamar a contener un regreso de Trump. Lo más probable es que la elección se decida por detalles imprevisibles. Pennsylvania es el estado de mayor peso entre los decisivos, no sólo porque tiene 19 votos de colegio electoral sino por su diversidad: tiene grandes ciudades, suburbios, áreas rurales, y es demográficamente bastante representativo del resto del país. Su gobernador demócrata, Josh Shapiro, es muy popular, pero no ha mostrado gran activismo proselitista. Si energizara el voto demócrata en Pennsylvania, eso podría decidir la elección y detonar efectos en estados vecinos. Algunos aumentos en el número de votantes registrados en estados decisivos, como Florida en particular, también podrían impactar en resultados locales, pero con efectos multiplicadores. Dado el grado de empate, cualquier desliz o gesto de impacto simbólico de los candidatos a la vicepresidencia podría inclinar alguno de los estados decisivos. Indicadores económicos oportunos también podrían impactar sobre el ánimo electoral, es el principal tema de preocupación declarado por los votantes. La evolución del conflicto en Medio Oriente y el posicionamiento de Harris al respecto impacta sobre el ánimo de los jóvenes.
Probable que el congreso también evidencie la polarización, con integraciones empatadas y cámaras divididas. Ahora bien, lo que el próximo presidente pueda avanzar de su proyecto de gobierno dependerá en buena medida de cómo quede configurado el congreso. A lo largo de este siglo, todos los presidentes norteamericanos han logrado configurar gobiernos unificados (donde el partido que ganó la presidencia controla también mayorías legislativas en ambas cámaras del congreso) en su elección inaugural. El republicano George W. Bush (2000-08) mantuvo esa relación con ambas cámaras durante seis de sus ocho años de gobierno. Después de él, los siguientes mantuvieron ese margen de maniobra sólo durante sus primeros dos años (Obama en 2008-10, Trump en 2016-18, y Biden en 2020-22). En esta ocasión, las contiendas legislativas exhiben la misma polarización que mantiene empatada la pista presidencial. Al margen de lo que suceda en la elección presidencial, los últimos datos de encuestas y otros elementos relevantes en diversas contiendas legislativas apuntan cada vez más a que el Senado pasaría a manos republicanas, aunque por un margen escaso de uno o dos escaños. En la Cámara de Representantes hay más curules competidas y aún es incierto qué partido controlará la mayoría de los 435 asientos. Esto podría derivar en difíciles condiciones de operación para el próximo Ejecutivo, excepto en un escenario donde Trump ganara y arrastrara voto hacia las pistas legislativas, fortaleciendo la anticipada mayoría republicana en el Senado y habilitando también el control de su partido en la Cámara de Representantes. Republicanos arrebatarían Senado a los demócratas con delgada mayoría; la Cámara está competida. Las encuestas y modelos de predicción sobre las contiendas legislativas prevén que los republicanos podrían recuperar el Senado con una delgada mayoría de 51 de los 100 escaños. Los demócratas perderían el control de esa cámara, pero sin derrumbarse, muy probablemente conservarán 47 escaños y hay dos contiendas muy competidas (una en Montana y otra en Ohio) que se definirán a partir de factores imprevisibles como la participación. En todo caso, los demócratas perderían el control mayoritario del Senado. El modelo de predicción de The Economist le asigna 70% de probabilidad a ese cambio de manos. El control de la Cámara de Representantes, hoy controlada por los republicanos por 220 vs. 212 asientos –con tres curules vacantes– está más en el aire. Las encuestas nacionales genéricas colocan a los demócratas con una ventaja de alrededor de un punto porcentual en promedio. Es un margen muy frágil, seguramente la mayoría de esa cámara dependerá de imponderables en los distritos más competidos. Un rasgo destacado de estas elecciones es que los candidatos más moderados de ambos partidos parecen estar desempeñando más débilmente en las encuestas que los perfiles con posiciones más radicales, ello anticipa que las bancadas de ambos partidos tenderán hacia posiciones más extremas y difíciles de conciliar. La probabilidad de cómputos dilatados y un resultado disputado, que podría judicializarse, es significativa. Dado el apretado empate y el entorno de polarización social, comienza a crecer la preocupación por el escenario post electoral del 5 de noviembre. Es poco probable que haya resultados oficiales robustos la noche de la elección. Pese al significativo porcentaje de votos emitidos de manera temprana en la pasada elección presidencial de 2020, varios de los estados decisivos se negaron a autorizar cambios en sus reglas de cómputo electoral para permitir que los funcionarios electorales pudieran iniciar la revisión del voto temprano antes del día de la jornada electoral, es el caso de Pennsylvania y Wisconsin. Arizona, Georgia y Carolina del Norte incluso agregaron algunos elementos a su proceso de cómputo de votos. Como resultado, la emisión de resultados oficiales en esos estados podría demorarse. Esto se volvería especialmente crítico si Harris gana el colegio electoral. Si Harris ganase apenas por un breve margen, algunos segmentos de la base de Trump han amenazado que desconocerán el resultado, y Trump mismo se ha resistido a comprometerse a aceptar una posible derrota.
Pero la elección presidencial más competida de la historia moderna en EUA podría también acabar en un triunfo contundente. Si la contienda termina definiéndose a favor de Trump en los estados decisivos (asumiendo el error que tuvieron las encuestas ahí en el 2020), el republicano podría llevarse los 93 votos electorales de los siete estados competidos; si Harris es quien se impone (asumiendo el error que las encuestas tuvieron en los estados decisivos en 2022), sería viable imaginar que la demócrata ganara en seis de esas entidades –todas excepto Georgia-, y que se llevara 87 de los 93 votos electorales de ese bloque de estados. Con lo cual también es imaginable un triunfador contundente a pesar de que el voto popular termine prácticamente en el mismo filo de la navaja en el que las campañas se han mantenido en los últimos meses. Lo que ese resultado contundente no desactivaría es la polarización extrema.
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