La menopausia puede ser una etapa de descubrimiento, poder y reconexión, pero para llegar ahí, hay que ser escuchada y esa, quizá, sea una forma profunda de sanar si se aborda desde una perspectiva de plenitud.
Más allá de ser una transición biológica, la menopausia puede convertirse en una experiencia profundamente desafiante para muchas mujeres. Especialmente cuando se presenta de forma intensa —lo que algunos especialistas llaman “menopausia agresiva”—, este periodo puede afectar no solo el cuerpo, sino también el ánimo, las relaciones y la percepción de sí mismas.
Sofocos persistentes, sudores nocturnos, insomnio, dolor articular, fatiga crónica, pérdida de masa muscular, alteraciones urinarias, “niebla” mental, ansiedad, irritabilidad, tristeza profunda, sequedad vaginal, cambios metabólicos o emocionales; la lista es larga y, en muchos casos, abrumadora. Estos síntomas no son imaginarios ni exagerados, son reales, complejos y profundamente interconectados, y cuando no se atienden de forma integral, pueden llevar a un deterioro sostenido en la calidad de vida. Además, a veces la menopausia se presenta con manifestaciones poco comunes que pueden afectar el diagnóstico o confundirse con padecimientos serios, haciendo que la paciente visite médicos pensando que la causa de los síntomas es una enfermedad.
A esto se suma un contexto social que suele minimizar o estigmatizar esta etapa. La menopausia se ha observado desde una perspectiva de déficit: lo que se pierde, lo que ya no es, lo que incomoda. Poco se habla del duelo emocional que muchas mujeres atraviesan, de la sensación de estar “fuera de control” o de la soledad que acompaña los cambios físicos y psíquicos. Esta perspectiva de déficit fuerza a la mujer en muchos casos a aceptar una pérdida y vivir un duelo en medio de los síntomas confusos.
De acuerdo con Javier Coindreau, médico, investigador y coach certificado, existe una urgencia para que la medicina moderna preste verdadera atención a la menopausia, ya que en muchas mujeres no es solamente una transición natural menor, sino un periodo doloroso física y emocionalmente, con impacto social, familiar y de pareja. Además, existe una oportunidad para replantear desde una perspectiva de plenitud cómo abordamos esta etapa de la vida desde el punto de vista humano y ahí es donde la escucha activa, la empatía y otros elementos del coaching se revelan, no sólo como un recurso humano, sino como un pilar terapéutico poderoso y un detonador para rediseñar la autopercepción y la vida misma.
Diversos estudios han demostrado que la escucha activa y los espacios de conversación seguros y empáticos tienen efectos clínicos tangibles. No solamente mejora la relación médico-paciente, sino que reduce síntomas de inflamación crónica, fortalece la resiliencia emocional y promueve una mayor adherencia al tratamiento. Además, tienen un poder transformador para que la mujer en perimenopausia use este periodo a su favor para redefinir su vida, rediseñe su contribución social y se aproveche esta fase para prosperar en muchas áreas de la vida. Escuchar, con presencia y sin juicio, activa zonas del cerebro vinculadas al bienestar, y permite que las mujeres expresen sus miedos, dudas y prioridades, en vez de sentirse reducidas a sus síntomas y este espacio es ideal para repensarse a sí mismas.
Este enfoque cobra aún más relevancia en el contexto latinoamericano, donde muchas mujeres enfrentan barreras culturales para hablar abiertamente sobre la menopausia. Ser escuchadas representa no solo alivio, sino un acto de reivindicación, volver a ocupar un espacio activo y válido en la conversación sobre su propia salud.
Desde esta convicción nace Coindreau Medical Coaching, el primer servicio de coaching médico desarrollado por Javier Coindreau, como un modelo de acompañamiento que no busca reemplazar la atención médica convencional, sino complementar a la ciencia médica y potenciarla desde lo humano. Basado en la metodología Listening (Escucha) – Care (Cuidado) – Discovery (Descubrimiento), ofrece un espacio clínico cercano, donde cada mujer puede comprender qué está viviendo, explorar nuevas formas de autocuidado y redefinir su propósito desde la plenitud, no desde la pérdida.
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