En los últimos días, la conversación en el sector telecom se volvió a encender. La recién llegada Comisión Reguladora de Telecomunicaciones (CRT) difundió un boletín para celebrar que el costo del espectro radioeléctrico en México habría disminuido en términos relativos frente a una muestra internacional. Según su lectura, el país estaría ahora por debajo del promedio. Para quien conoce el mercado, esta afirmación es más un espejismo que una realidad. El espectro es el insumo esencial que permite que nuestros celulares se conecten, que el internet móvil funcione y que exista competencia. Si este insumo es caro, limitado o mal gestionado, el resultado es simple. Menos inversiones, menos cobertura y servicios más lentos y costosos. Por eso llama la atención que la CRT busque instalar una percepción de mejora cuando la experiencia del sector apunta en sentido contrario. La medición presentada intenta suavizar el diagnóstico histórico que ha acompañado a México durante años: contar con uno de los regímenes fiscales de espectro más elevados del mundo. Es cierto que una gráfica puede mover posiciones según la muestra, la media o la mediana que se elija. Sin embargo, lo que no cambia es la realidad que enfrentan los operadores al momento de pagar. Cuando se revisan banda por banda, el espejismo se disipa. Las bandas clave para 4G y 5G, como AWS y 2.5 GHz, continúan con un nivel de sobreprecio que puede superar 90 por ciento respecto a referentes internacionales. Incluso la banda de 3.5 GHz sigue por arriba de la mediana global. Hablar de un espectro barato con estos números no corresponde con la realidad del mercado ni con los efectos visibles en los últimos años. Los efectos son visibles y tienen nombre y apellido. Movistar devolvió todas sus frecuencias. AT&T regresó una parte relevante. La recaudación gubernamental por espectro cayó de casi 19 mil 980 millones de pesos en 2019 a 16 mil 776 millones en 2024. Además, la licitación IFT-10 de 2021 prácticamente no atrajo jugadores. Si el espectro fuera tan accesible y tan atractivo como sugiere la CRT, los operadores no estarían abandonándolo ni el Estado estaría recaudando menos. A esto se suma un problema metodológico. La comparación que eligió la CRT mezcla países con regiones, distintos plazos de licencia, obligaciones de cobertura y modalidades de pago que distorsionan cualquier conclusión. En algunos casos se comparan pagos únicos contra cálculos de valor presente y en otros se suman pagos iniciales con pagos anuales. Con estos ingredientes, era cuestión de tiempo que la receta produjera un resultado conveniente. La realidad no cambia con un boletín. México sigue teniendo un espectro caro en términos de uso efectivo. Mientras este esquema continúe, la brecha digital persistirá, la innovación se frenará y la calidad de los servicios avanzará a un ritmo más lento que el del mundo. Si queremos un país conectado, competitivo y preparado para el futuro digital, se necesita más que un buen discurso. Es indispensable una reforma fiscal del espectro que combine reducción de los derechos y estímulos a la inversión. Menos espejismos y más decisiones de largo plazo. |
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