Por Alicia Martínez Gutiérrez, Psicóloga
Ser mamá es una experiencia intensa, auténtica y profundamente humana. Entre risas, lágrimas, desvelos, tareas infinitas y momentos irrepetibles, las mamás viven una realidad que pocas veces se muestra tal cual es y cada maternidad es diferente, pero es posible pedir consejos y ayuda y al final la decisión es de cada una con la intención de fluir y adaptarse a cada etapa.
No existe la maternidad perfecta porque somos humanos y siempre hay algo que se puede hacer mejor o de forma diferente. En la vida diaria no hay ediciones, no hay filtros ni repeticiones: hay abrazos a medianoche, juguetes regados por toda la casa, discusiones por un plato de verduras y silencios que abrazan más que las palabras.
Sin embargo, en un mundo dominado por las redes sociales, la maternidad también ha sido puesta bajo una lupa irreal. Cada scroll en Instagram o Facebook puede mostrar imágenes de mamás impecables: hogares ordenados, niños sonrientes, comidas perfectas y momentos familiares que parecen salidos de una película. Sin quererlo, muchas mujeres sienten una presión silenciosa: la de ser "la mamá perfecta" que parece existir detrás de cada publicación.
El problema no es compartir la alegría de la maternidad, sino cuando esa vitrina digital se convierte en una medida imposible con la cual compararse. El intento de construir una imagen perfecta puede hacer que muchas mamás sientan que su vida real con todo su caos, imperfección y belleza no es suficiente. Y sin embargo, es en esa imperfección donde está la verdadera perfección.
Una mamá que llora de cansancio, pero también sonríe al ver dormir a su hijo, es perfecta. Una mamá que olvida una cita, pero que siempre está ahí cuando su hijo la necesita, es perfecta. Una mamá que no siempre tiene la casa ordenada, pero siempre tiene un abrazo disponible, es perfecta.
Las redes sociales son solo un fragmento, una esquina bien iluminada de una realidad mucho más compleja. La vida real está hecha de momentos que no caben en una foto, de emociones que no se pueden filtrar ni retocar.
Hoy más que nunca es importante recordarlo: ser una mamá real no necesita likes, necesita amor. Amor por los hijos, pero también amor propio. Reconocer que la maternidad no se mide en imágenes perfectas, sino en el esfuerzo diario, en la paciencia infinita y en la entrega que no necesita ser validada por nadie más.
Cada mamá, con su historia, su lucha y sus días buenos y malos, ya es una buena mamá. No porque todo salga como en las fotos, sino porque cada día se levanta y da lo mejor de sí, aunque eso muchas veces no se vea ni se comparta.
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