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(Below in English) Somos una red que valora profundamente la diversidad biocultural agavera, su acervo organoléptico, así como el gusto histórico de las bebidas espirituosas mexicanas elaboradas de diferentes agaves. Desafortunadamente, esta riqueza enfrenta un escenario crítico. Este tesoro mexicano tiene un tremendo valor cultural y un gran potencial para la generación de ingresos a través del turismo y la producción de bebidas. Sin embargo, la falta de protección y reconocimiento adecuados da lugar a preocupaciones serias. Se desperdicia la oportunidad de proteger y mantener activas estas vibrantes tradiciones, y de mantener vivos los saberes y los sabores del México rural. La Denominación de Origen Tequila es reconocida para 181 municipios donde viven más de 11 millones de personas. Mientras que la Denominación de Origen Mezcal aplica para cerca de 1000 municipios, 41% del total nacional, en los cuales habitan casi 18 millones de mexicanos. De acuerdo con los resultados definitivos del Censo Agropecuario 2022, presentados por el Sistema Nacional de Información Estadística y Geográfica del INEGI en abril de 2024, el agave es el décimo cultivo con más hectáreas en el país, con un total de 361 475. Aunque no es menor la cifra, podría resultar bastante conservadora, esto si se considera que en el informe del Consejo Regulador de Tequila del mes de julio de 2024 se tenían registradas ante ese organismo 1627 624 570 plantas de agave establecidas en 488 336 hectáreas de 174 municipios. En este sentido, la constante ampliación a más municipios y entidades del territorio reconocido con Denominación de Origen para el Mezcal entre 1994 y 2021, hasta cubrir cerca de 50 millones de hectáreas, así como la expansión e intensificación del manejo de agaves tequileros y más de 60 especies de mezcaleros dentro de ese territorio protegido, la abrumadora mayoría de origen silvestre, implican un reto relacionado con la salvaguarda de ese patrimonio, el ordenamiento territorial, la organización social, la reestructuración de las cadenas productivas y los controles de calidad, además de una discusión con respecto a las formas en las cuales deben participar los Ayuntamientos constitucionales. Los Ayuntamientos son autoridades facultadas en el nivel municipal para el ordenamiento territorial (de acuerdo con el artículo 115 Constitucional), por ende, les corresponde un papel activo a propósito del funcionamiento de esas figuras de protección (DO e IG) reconocidas en sus territorios. Ello comprende también la consideración de las posibles atribuciones que se desprendan, en el ámbito de su competencia, del cumplimiento del Protocolo de Nagoya sobre recursos genéticos y la participación justa y equitativa de los beneficios a las comunidades que custodian dichos recursos, así como del conocimiento tradicional asociado. Es claro que no es lo mismo un mezcal de una región de la cuenca del Balsas, con vertiente al Pacífico, que uno de la cuenca de San Fernando-Soto La Marina en Tamaulipas con vertiente hacia el Atlántico. Distintos son los factores climáticos, edafológicos, agronómicos, sociales y culturales, que podrían aducirse para dar cuenta de las cualidades específicas de la fantástica diversidad mezcalera mexicana. Sin embargo, las dos denominaciones de origen con mayor extensión territorial en el país, a saber, la del Tequila y la del Mezcal, en su crecimiento y beneficios económicos, han llevado la penitencia: la diversidad geográfica y la interacción de los diferentes grupos humanos con esas particularidades, mediante formas, saberes y técnicas de producción genuinas, han pasado a ser irrelevantes, una vez que el esquema con el cual han funcionado las DO homologa todas esas bebidas de alta densidad cultural, convirtiéndolas de facto en productos genéricos. Pero si, por el contrario, algún productor por cuenta propia comercializa un destilado de su autoría, distinguible de otros por su reputación regional y antecedentes históricos, y decide etiquetarlo como tequila, mezcal, raicilla o sotol, sin encontrarse registrado ante un consejo regulador, se le persigue por considerarlo apócrifo. En algunos casos, la alternativa para escapar a la dificultad para promocionar comercialmente sus productos, sin tener que afiliarse a un consejo regulador ha sido aplicar el Reglamento de Etiquetado estadounidense y titular la bebida bajo el genérico de Agave spirits y no como tequila o mezcal. Con datos empíricos es posible demostrar que las DO en comento, no restringen en lo más mínimo sino más bien fomentan el crecimiento desmedido de agaves sin manejos adecuados o que contribuyan a la declarada sostenibilidad discursiva. La realidad es que el manejo convencional con plantaciones de monocultivo ha modificado radicalmente la diversidad de paisajes culturales regionales. Ante esto, una de las propuestas que se analizan en el contexto del próximo cambio de gobierno federal es la de reconocer el carácter regional de las bebidas, utilizando el criterio político administrativo para organizarlas por estados, con su propio Consejo Regulador Regional financiado con recursos públicos, lo cual implicaría la creación de una Entidad Nacional; en el caso del Tequila o del Mezcal ello supondría la elevación del respectivo Consejo Regulador existente al estatus de súper consejo. De esta manera, si bien se propiciaría el reconocimiento o la construcción de una identidad y origen geográfico para los diferentes mezcales, al menos en una escala más reducida a la actual, de llevarse a cabo la nueva configuración de las Indicaciones Geográficas o de las Denominaciones de Origen, estaría basada en los límites de las entidades federativas, pero no en los usos y prácticas culturales. Mientras el énfasis está puesto en la conveniencia de una estructura organizativa diferente a la actual, se siguen invisibilizando fenómenos que van de la mano de la necesidad de una nueva arquitectura para las Indicaciones Geográficas y las Denominaciones de Origen mexicanas, pero que las trascienden, por sus efectos directos e indirectos, tanto para quienes se integran en las respectivas cadenas agroproductivas, como para quienes están excluidos de las mismas: pequeños agricultores, ganaderos, pescadores, silvicultores, localidades rurales y hasta urbanas. Desde hace décadas, distintos estudios, disponibles en internet, han señalado los impactos de la expansión del monocultivo del agave, altamente dependiente de agroquímicos; por ejemplo: la deforestación, la degradación y la contaminación de suelos, así como de cuerpos de agua, el aumento de plagas y la resistencia de éstas por mecanismos evolutivos a los pesticidas. Sin embargo, poco énfasis se ha puesto en la importancia de proteger a los portadores del patrimonio biocultural agavero-mezcalero nacional, esto es, a quienes garantizan la continuidad de la tradición con su saber-hacer “un buen vino” y con el cuidado del territorio. Tampoco se ha visibilizado el problema del trasiego ilegal de plantas de agave de diferentes ecosistemas, sin reparar en los riesgos que ello implica: Con el movimiento de plantas se están introduciendo plagas que van en estadio de larva, e igualmente se desplaza la información genética que una planta hereda o germoplasma y por ende se presenta un fenómeno de contaminación genética. Al cambiar las condiciones ambientales a las que se encuentran adaptadas, las plantas se vuelven propensas a enfermedades y a la atracción de plagas. Esto ya ocurre con el trasplante de especies a zonas de clima caliente cuando naturalmente viven en zonas de clima templado/frío. Además, se alteran los ecosistemas nativos, principalmente por la extinción local de plantas endémicas que son parte de múltiples interacciones con microorganismos y fauna nativa que sostienen el equilibrio de dichos ecosistemas, así como los bienes y beneficios que proveen a las sociedades humanas que cohabitan con éstos. Esos movimientos de material vegetal suelen no contar con tratamientos fitosanitarios para control de plagas, enfermedades o de microorganismos que no están presentes en la región receptora, por lo cual la transferencia de patógenos pone en riesgo a la flora y fauna locales. De paso, por el hecho de que los agaves comparten polinizadores, la cruza entre las especies introducidas y las nativas puede generar hibridaciones que en el corto tiempo diluirán el acervo genético local, un asunto muy importante, lo cual no es una cuestión estética, sino funcional. En términos socioeconómicos, esos movimientos de agaves, principalmente de Sur a Norte, de Oeste a Este del país, sin los debidos estudios de impacto ambiental, también tienen implicaciones sociales significativas puesto que las plantas nativas suelen tener usos tradicionales, culturales o económicos para las comunidades locales. La disminución de la flora local altera los medios de vida y la subsistencia de las poblaciones humanas que dependen de esos recursos, y en algunos casos provoca disputas por su control, o por los territorios donde se recolectan. Conjuntamente, está la pérdida de conocimientos tradicionales, sobre los usos y manejos. Sirva como ejemplo la desaparición del amole o jabón elaborado de Agave lechuguilla, el cual Federico Alberto Constantino Weber, padre del agave tequilero, afirmó haber visto en muchos mercados locales del Centro y Noroeste del país en el siglo XIX. Esos movimientos de especies, por lo general suelen beneficiar más a algunos grupos que a otros, quedando entre los vulnerables las comunidades locales, acentuando en consecuencia la desigualdad y marginación. Por ello, en este contexto de incremento de indicaciones geográficas en México, y de promoción de ideas sobre la reestructuración de las denominaciones de origen, alertamos de la importancia de tomar en cuenta todas estas cuestiones, que se encuentran en la base de la teoría y el profundo sentido de estas figuras de protección. Para que el desarrollo sostenible transite de una narrativa a una realidad, debe demostrarse en mejoras en los indicadores sociales, en producir mejor en lugar de más, en la adopción de prácticas económicas y agrícolas que minimicen tanto el impacto ambiental como social, así como en la protección de la diversidad de paisajes culturales en lugar de su homogeneización.
Highlighting the importance of protecting agave biocultural heritage PRONOUNCEMENT
The biocultural diversity of agave, its organoleptic heritage and the historical flavor of spirits made from different agaves are facing a critical situation. The Tequila Designation of Origin is recognized for 181 municipalities, which are home to more than 11 million people. The Mezcal Denomination of Origin applies to almost 1,000 municipalities, representing 41% of the total population, in which almost 18 million Mexicans live. According to the final results of the 2022 Agricultural Census, which will be presented by the INEGI’s National Statistical and Geographic Information System in April 2024, agave is the tenth most cultivat- ed crop in the country, with a total of 361,475 hectares. Although the figure is not low, it could well be conservative, considering that the Tequila Regulator’s Council report for the month of July 2024 registers 1,627,624,570 agave plants on 488,336 hectares in 174 municipalities with this organization. In this sense, the constant expansion of the area recognized with the Denomination of Origin for Mez- cal between 1994 and 2021 to other municipalities and entities, up to an area of almost 50 million hect- ares, as well as the expansion and intensification of the cultivation of agave for tequila and more than 60 species for mezcal within this protected area, of which the vast majority are of wild origin, present a challenge related to the protection of this heritage, spatial planning, social organization, restructuring of production chains and quality controls, in addition to a discussion on the way in which constitutional city governments should participate. Municipal governments are responsible for spatial planning at the municipal level (under Article 115 of the Constitution) and therefore play an active role in implementing the protections recognized in their territory (DO and IG). This includes examining the possible allocations within their jurisdiction arising from compliance with the Nagoya Protocol on Genetic Resources and the fair and equitable sharing of benefits to the communities conserving these resources and associated traditional knowledge. It is clear that a mezcal from the region of the Balsas Basin facing the Pacific Ocean is not the same as one from the San Fernando-Soto La Marina Basin in Tamaulipas facing the Atlantic Ocean. There are different climatic, soil, agronomic, social and cultural factors that can be held responsible for the special characteristics of the fantastic Mexican mezcal variety. However, the two denominations of origin with the greatest territorial extension in the country, namely tequila and mezcal, have suffered in their growth and economic benefits from the geographical diver- sity and interaction of different human groups. With these specificities, with genuine forms, knowledge and production techniques, they have become irrelevant once the scheme with which the DOs have worked homologizes all these drinks with high cultural density, making them de facto generic prod- ucts. On the other hand, if an independent producer launches his own distillate on the market, which is distinguished from others by its regional reputation and historical background, and decides to call it tequila, mezcal, raicilla or sotol without being registered with a regulatory authority, he will be pros- ecuted because he is considered apocryphal. In some cases, the alternative to avoid the difficulty of marketing their products commercially without having to join a regulatory body has been to apply US labeling regulations and call the drink by the generic name of agave spirit rather than tequila or mezcal. Empirical data demonstrates that the DOs in question do not restrict the excessive growth of agave without proper management in the slightest, but rather encourage it or contribute to its stated discursive sustainability. The reality is that conventional management with monocultures has radically altered the diversity of regional cultural landscapes. Given this, one of the proposals being analyzed in the context of the next change of federal government is to recognize the regional nature of beverages, using administrative political criteria to organize them by state, with its own Regional Regulatory Council financed with public resources, which would imply the creation of a National Entity; In the case of Tequila or Mezcal, this would mean the elevation of the respective existing Regulatory Council to the status of super council. In this way, although the recognition or construction of an identity and geographical origin for the dif- ferent mezcales would be encouraged, at least on a smaller scale than the current one, if the new con- figuration of the Geographical Indications or Denominations is carried out of Origin, would be based on the limits of the federative entities, but not on cultural uses and practices. While the emphasis is placed on the convenience of an organizational structure different from the current one, phenomena that go hand in hand with the need for a new architecture for Mexican Geographical Indications and Denominations of Origin continue to be made invisible, but that transcend them, for example. its direct and indirect effects, both for those who are integrated into the respective agro-productive chains, and for those who are excluded from them: small farmers, ranchers, fishermen, foresters, rural and even urban localities. For decades, different studies, available on the Internet, have pointed out the impacts of the expansion of agave monoculture, highly dependent on agrochemicals; for example: deforestation, degradation and contamination of soils, as well as bodies of water, the increase in pests and their resistance to pesticides through evolutionary mechanisms. However, little emphasis has been placed on the importance of protecting the bearers of the national agavero-mezcalero biocultural heritage, that is, those who guarantee the continuity of the tradition with their know-how “a good wine” and with the care of the territory. Nor has the problem of illegal movement of agave plants from different ecosystems been made visible, without taking into account the risks that this implies: With the movement of plants, pests that are in the larval stage are being introduced, and the genetic information that a plant inherits or germplasm and therefore a phenomenon of genetic contamination occurs. By changing the environmental conditions to which they are adapted, plants become prone to diseases and attracting pests. This already occurs with the transplantation of species to hot climate areas when they naturally live in temperate/cold climate areas. In addition, native ecosystems are altered, mainly due to the local extinction of endemic plants that are part of multiple interactions with microorganisms and native fauna that maintain the balance of said ecosystems, as well as the goods and benefits they provide to human societies that cohabit with them. these. These movements of plant material usually do not have phytosanitary treatments to control pests, diseases or microorganisms that are not present in the receiving region, which is why the transfer of pathogens puts local flora and fauna at risk. Incidentally, due to the fact that agaves share pollinators, the crossing between introduced and native species can generate hybridizations that in a short time will dilute the local genetic pool, a very import- ant issue, which is not an aesthetic issue, but functional. In socioeconomic terms, these movements of agaves, mainly from South to North, from West to East of the country, without due environmental impact studies, also have significant social implications since native plants usually have traditional, cultural or economic uses for the local communities. The decline in local flora alters the livelihoods and subsistence of human populations that depend on these resources, and in some cases causes disputes over their control, or over the territories where they are collected. Jointly, there is the loss of traditional knowledge about uses and management. An example is the dis- appearance of amole or soap made from Agave lechuguilla, which Federico Alberto Constantino Weber, father of the tequila agave, claimed to have seen in many local markets in the Center and Northwest of the country in the 19th century. These movements of species generally tend to benefit some groups more than others, leaving local communities among the vulnerable, consequently accentuating inequality and marginalization. Therefore, in this context of increasing geographical indications in Mexico, and promoting ideas on the restructuring of designations of origin, we warn of the importance of taking into account all these issues, which are at the base of the theory and the deep meaning of these protection figures. For sustainable development to move from a narrative to a reality, it must be demonstrated in improvements in social indicators, in producing better instead of more, in the adoption of economic and agri- cultural practices that minimize both environmental and social impact, as well as in the protection of the diversity of cultural landscapes instead of their homogenization.
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