Aquiles
Córdova Morán
Como
relaté en mi artículo anterior, el miércoles 8 de agosto, en el
paraje conocido como Rancho Señor, entre Santa Catarina Yutandú y
Tezoatlán de Segura y Luna, fueron masacradas seis personas que
viajaban en un taxi hacia la ciudad de Huajuapan de León, Oaxaca, en
la Mixteca Baja oaxaqueña. Se trató de un hombre adulto (el dueño
y chofer del taxi), cuatro mujeres, entre ellas una jovencita de 17
años, y un niño de diez. Los cinco (es decir, con excepción del
chofer) pertenecían al Movimiento Antorchista de esa zona.
Milagrosamente logró salvar la vida un joven de 19 años, también
antorchista, que es la fuente de la poca información más o menos
segura de que disponemos.
Ahora
bien, exceptuando al chofer, resulta que el crimen atroz fue
perpetrado contra cuatro mujeres y un niño de diez años, ninguno de
los cuales, por razones de sexo y edad y por su militancia en una
organización pacífica muy conocida en la región, portaba medio de
defensa alguno, ni puede ser sospechoso de participar en delitos
propios del crimen organizado. Es decir, su brutal asesinato no puede
atribuirse a esta causa, que se ha convertido en el socorrido
expediente de muchas autoridades que no quieren molestarse en hacer
la investigación y castigar a los culpables. Respecto al
sobreviviente, varón de 19 años, no hacen falta especulaciones,
pues el estado de gravedad en que fue recogido en el lugar de los
hechos y las declaraciones que ha podido rendir posteriormente,
hablan por sí solas de su indefensión y de su carácter de hombre
de bien. Así que, en el colmo de la cobardía y la bestialización,
alguien organizó y armó con rifles de asalto a un comando de tres
desalmados sicarios para matar a mujeres y niños pacíficos e
indefensos, seguros de que no podían esperar ninguna reacción
defensiva de sus víctimas.
Consideración
aparte merece el chofer del taxi. La información que hemos recogido
hablando con gente que lo conocía bien, nos asegura que se trataba
de una persona de trayectoria no muy limpia que, habiendo sido
elegido autoridad municipal de su comunidad, abusó del cargo de
varias maneras, la más patente de las cuales fue el mal uso del
presupuesto que manejó. Por este delito, fue procesado y condenado
al embargo de sus bienes para resarcir el daño. De esto, se nos
aclara, hace ya varios años; y sus mismos vecinos aseguran que
aprendió bien la lección. Desde entonces abandonó la política y
se dedicó a buscar un modo honesto de ganarse la vida, el último de
los cuales fue agenciarse un carrito usado para transportar gente
desde y hacia sus comunidades. En consonancia con esto, afirman, su
actual modo de vida y su conducta social en general no representaban
ya una molestia ni un peligro para nadie, y, por tanto, no pudieron
ser el motivo de su asesinato. Y menos al ir en compañía de
pasajeros indefensos.
Como
también dije en mi artículo anterior, el testimonio del
sobreviviente, que asegura que los primeros disparos fueron dirigidos
al chofer y que fue la reacción de éste -echándose en reversa para
escapar- lo que provocó la balacera cerrada sobre el automóvil, fue
aprovechado de inmediato por el fiscal general de Oaxaca para
asegurar que el crimen no tiene ninguna relación con el conflicto
agrario entre Santo Domingo Yosoñama y Mixtepec, del que también
informé resumidamente hace una semana. Que, por tanto, el objetivo
no eran los antorchistas sino el chofer, con quien querían saldar
cuentas pendientes por otros conflictos, y que la muerte brutal de
nuestros compañeros se debe, simplemente, a que se encontraban en el
lugar equivocado y en el momento equivocado. Esta absolución
apresurada y sin pruebas del fiscal, dicen los familiares y amigos de
las víctimas, busca librar anticipadamente de toda responsabilidad a
la mafia violenta que domina en Mixtepec. Se trata de la misma
historia de marras, dicen, que se repite casi en forma idéntica cada
vez que se comete un crimen en su contra por esa camarilla violenta,
y ya la esperaban.
Los
antorchistas de Yosoñama, por su parte, piensan que tal vez haya
algo de cierto en la afirmación de que el crimen no está
directamente ligado con el problema agrario, que mal que bien
pareció haber encontrado una salida en los últimos meses (aunque no
se ha materializado completamente) y no está en punto de ebullición
como en otros momentos. Es posible, dicen, que detrás de la masacre
esté otro tipo de problemas más graves, problemas que corren como
un rumor persistente y muy extendido en toda la mixteca y que
tendrían que ver con robo de autos, trasiego de droga y otros anexos
y similares. El trabajo organizativo y educativo de Antorcha, piensan
los compañeros, e incluso su simple presencia en la zona, significa
un estorbo para los grupos delincuenciales, y la saña excesiva y
gratuita empleada contra las víctimas, que literalmente las
despedazó a balazos dejándolas irreconocibles, hablaría de que se
trata de sembrar en la gente un terror irracional que las decida a
abandonar las filas de nuestro movimiento y la lucha por sus
legítimos intereses.
Por
nuestra parte, hemos comentado el caso con amigos nuestros que tienen
cierta experiencia profesional en el combate al crimen. Su opinión
ha sido precisa: es absurdo pensar que el objetivo era matar solo al
chofer; de haber sido así, para los atacantes era juego de niños
detener el carro, bajar al conductor y ajusticiarlo en tierra
directamente, sin tocar a los pasajeros. Y aun aceptando que el
movimiento de reversa del taxi les hubiese hecho temer que escapara,
los tiros debieron seguir siendo dirigidos y no al azar, al bulto.
Esto tal vez hubiera cobrado más de una víctima, pero no la
totalidad de los pasajeros, como sucedió. Cualquiera entiende que la
forma en que actuaron solo tiene una explicación lógica: se trataba
de no dejar sobrevivientes. El objetivo era matar a todos y no solo
al conductor. Es la opinión de gente que sabe de lo que habla.
Sumado
a esto, hemos recibido testimonios espontáneos de gente que vive en
la zona y que suele transitar por esos parajes. Los informadores
aseguran haber pasado por el lugar del crimen una o dos horas antes,
y que les sorprendió ver allí una patrulla policial estacionada a
un lado de la carretera y una camioneta blanca (plateada, precisan
algunos) igualmente estacionada en el lugar. En torno a los carros
vieron a un grupo de hombres, algunos uniformados y otros vestidos de
civil, estos últimos visiblemente armados con “cuernos de chivo”,
y todos en actitud de examinar la topografía del lugar. ¿Es pura
coincidencia?
Por
último, la relación de la gente de Mixtepec con los gobiernos de
Oaxaca es de larga data y del dominio público. Una prueba innegable
de ello es que quien era presidente municipal de Mixtepec en el
momento del secuestro de los antorchistas, también mencionado por mí
en mi artículo anterior, Leonel Martínez Sánchez, fue
posteriormente jefe del Departamento de Vivienda de SEDATU a nivel
estatal, luego Coordinador de la “Cruzada contra el hambre” de
SEDESOL en el distrito 03 de Huajuapan de León, Oaxaca, y hoy mismo
ostenta el cargo de Coordinador de Directores de gobierno en el
Ayuntamiento de Huajuapan de León. También es algo bien sabido que
Mixtepec ha sido y es cantera de policías judiciales, estatales, e
incluso de miembros del ejército, y que en el actual Gobierno hay
gente oriunda de ese municipio colocada en altos cargos de
responsabilidad.
Todo
esto, repito, son hechos documentados fehacientemente y, por tanto,
irrefutables, es decir, hechos que nadie puede negar. Pero nosotros
somos los primeros en reconocer sin reservas que tales hechos no
prueban nada por sí mismos, y mucho menos responsabilidad alguna en
el espeluznante asesinato múltiple de antorchistas. Sin embargo, sí
debieran obligar al fiscal general del estado a irse con más cuidado
al formular sus juicios exculpatorios a
priori,
y sobre todo, deberían forzarlo a acelerar las investigaciones del
caso para dar con los verdaderos responsables y castigarlos. Solo así
y solo entonces sus palabras tendrán el peso de la verdad y de la
verdadera justicia, y de paso, atajaría sospechas y especulaciones
que pudieran empañar la reputación del Gobierno al que sirve.
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